Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Los representantes de los comités de base en la conducción del Frente Amplio (FA) señalan que les parece excesiva la cantidad de sectores que integran la fuerza política, fruto de una tendencia a la fragmentación que no ha cesado en este siglo.

Es poco frecuente que un sector considere que su existencia es innecesaria, pero todos pueden estar de acuerdo en que dentro del FA no hay realmente decenas de identidades políticas, tan diferentes entre sí que justifican el actual mapa interno.

Sin embargo, y tal como sucede cada vez que se plantea que en Montevideo hay demasiados clubes de fútbol teóricamente profesionales, muchos pueden aceptar el diagnóstico pero prefieren que sean otros los que desaparezcan. La cuestión es por qué se han multiplicado tanto los sectores frenteamplistas, y si esto no se comprende bien, será más que difícil cambiar la situación, que evidentemente no es viable corregir mediante órdenes.

Parece haber varias y muy distintas causas de la fragmentación, algunas de ellas vinculadas con procesos que han durado décadas y otras mucho más recientes, en algunos casos transitorias. Entre las primeras, que son quizá las más fáciles de percibir y las más difíciles de contrarrestar, están las transformaciones de la actividad política de izquierda que, mientras se producía un fuerte crecimiento cuantitativo del FA, lo convirtieron en una fuerza política más estructurada por los liderazgos individuales, la acumulación electoral y la profesionalización, que por grandes vertientes ideológicas y militancia masiva.

Entre las más recientes, no tan obvias, se debe tener en cuenta que, ante la perspectiva de que en 2019 disminuyera la votación frenteamplista, con probabilidades importantes de perder las elecciones y con ellas la posibilidad de ocupar cargos de gobierno, el acceso a bancas en el Parlamento ganó relevancia.

Varios sectores apostaron a asegurar posiciones propias y fueron menos “generosos” a la hora de intercalar aliados en sus listas y promover a nuevas figuras. Esto determinó que, para muchos dirigentes, lanzar un sector propio y encabezar su lista ofreciera mayores probabilidades de llegar al Poder Legislativo que ir en una lista “grande” pero lejos del primer lugar.

Es un hecho que en esto incidió también la norma que obliga a intercalar varones y mujeres en las listas, porque implica que unos y otras vayan “bajando de a dos escalones”, cada vez más lejos de los lugares con chance de quedar dentro de una cámara.

Con independencia de los cálculos y las estrategias, en realidad la eclosión de sectores y listas frenteamplistas no se ha reflejado en la composición de su bancada parlamentaria. Gran parte de los votos a sectores relativamente pequeños no fueron suficientes para que obtuvieran representantes. Sumaron para que el FA lograra bancas que, en definitiva, le correspondieron en el reparto de la Corte Electoral a los sectores relativamente más grandes.

De la experiencia se puede aprender. Es probable, aunque no seguro, que en las elecciones del año que viene la fragmentación disminuya, por la simple razón de que no les dio a quienes la produjeron el resultado que esperaban.

Hasta el lunes.