Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Las actividades delictivas de Alejandro Astesiano instalaron un ambiente malsano en torno a las licitaciones estatales, que ahora tiene consecuencias insólitas. Entre ellas, el anuncio de demandas por parte de un empresario que se considera estafado.

Esta persona fue, según dice, convencida por Astesiano de poner más de 150.000 dólares en empresas que se presentaban a licitaciones, y se puede inferir que también la convencieron de que iban a ganarlas debido a tráfico de influencias, de modo que el retorno de su dinero estaba presuntamente asegurado. Afirma que, muy por el contrario, le quedaron debiendo una gran suma, y por eso decidió presentar demandas ante la Justicia, no sólo contra Astesiano (a quien también le prestó para uno de sus emprendimientos personales), sino también contra el propio Estado, alegando que su estructura fue utilizada para engañarlo.

Sería cómico si no fuera también, y en mayor medida, trágico e indignante. El empresario visitaba la Torre Ejecutiva y Astesiano hacía gala de que allí era locatario, paseándolo por la sede de Presidencia y haciéndolo trasladar en autos oficiales, además de decirle que el presidente Luis Lacalle Pou estaba al tanto de sus “inversiones” y muy conforme con ellas.

Luego, cuando empezó a reclamar que le pagaran, Astesiano le aseguró que él se iba a encargar de eso, pero al parecer no lo logró o ni siquiera lo intentó.

Todo esto –cuya veracidad deberá investigar el sistema judicial– implicaba que había una trama de corrupción y favoritismos de la cual el empresario podía beneficiarse si, con la intermediación de Astesiano y la información privilegiada que este le aportaba, sabía de antemano a qué caballos le convenía apostar. El delito que quiere denunciar es que no le dieron la parte prometida de lo generado mediante otros delitos.

Es importante destacar que lo grave no fue solamente que Astesiano pidiera “favores”, los hiciera o los prometiera sin llegar a concretarlos. La forma en que aprovechaba contactos y privilegios vinculados con la tarea que desempeñaba y con su posición muy cercana a Lacalle Pou generaba una percepción sobre qué tipo de “negocios” ilícitos era posible realizar por su intermedio, mediante el acceso a contactos en el Estado y el pago de coimas, ya fuera a quienes tomaban las decisiones o a quienes incidían en ellas.

Ese tipo de percepciones se va extendiendo, y llega un momento en que los traficantes de influencias ya no dependen exclusivamente de ofrecer sus “servicios” a terceros, sino que empiezan a ser contactados por quienes desean asegurarse negocios con el Estado. Es lo mismo que ocurrió en relación con el acceso de Astesiano a cámaras de vigilancia y a jerarcas que podían disponer la movilización de personal policial. Según indican varios chats recuperados de su celular, le llegaban pedidos de gente enterada de lo que podía hacer, para que pusiera esos recursos estatales al servicio de intereses privados.

Los niveles reales de corrupción en un país no son cuantificables, por razones obvias, y las mediciones internacionales se refieren a la “percepción de corrupción”. En este terreno, las actividades de Astesiano hicieron estragos.

Hasta el lunes.