Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Como sabemos, el déficit de agua potable para el suministro de OSE al área metropolitana llevó a que se provea una mezcla con importante aumento de la salinidad, autorizada transitoriamente por el Ministerio de Salud Pública, para evitar cortes y males mayores.

El Poder Ejecutivo esperaba que las lluvias resolvieran a corto plazo el problema, pero esto no ocurrió y creció el descontento de la población receptora de esta mezcla, “bebible” pero no potable, que no sólo presenta problemas de sabor, sino también riesgos para un considerable número de personas, mitigados sólo en parte por la reducción de impuestos al agua embotellada y las ayudas para comprarla a la población más vulnerable.

Ante la posibilidad de que la situación empeorara, se anunciaron medidas paliativas, sin que quedara claro si se habían definido a partir de un estudio riguroso. Fue obvio que al gobierno nacional le resultaba políticamente indispensable mostrar que hacía algo más que esperar que lloviera.

Ahora las precipitaciones han comenzado a tener efectos positivos graduales. En el mejor de los casos, pasarán unas cuantas semanas antes de que se avizore el fin de la crisis, pero el panorama es más alentador. Menos mal, porque la realidad indica que aquellas medidas de emergencia no estuvieron bien pensadas ni bien ejecutadas.

La planta desalinizadora cuya compra anunció el 16 de mayo el secretario de presidencia, Álvaro Delgado, afirmando que comenzaría a utilizarse en el plazo de una semana (sin aclarar mucho que sólo puede procesar unos 150 metros cúbicos diarios), todavía está por llegar a territorio uruguayo. El primer plan era traerla en el avión Hércules de la Fuerza Aérea, pero resultó que “por 15 centímetros” no era posible introducirla en la aeronave, hubo complicaciones para lograr su traslado en barco, y ahora viene lentamente en uno que ha hecho escalas en varios puertos.

Las obras para llevar agua del río San José hacia el Santa Lucía tampoco iban a ser una gran solución, pero de todas formas se enlentecieron por la demora en la llegada de cañería importada.

Otra parte de estas obras fue la construcción transitoria, en el paraje Campanario, de un terraplén para que retuviera aguas del San José, a fin de disminuir su mezcla con agua salobre procedente del Río de la Plata, pero ayer se informó que, antes de que el sistema de trasvase estuviera operativo, el aumento de caudal del río debido a las lluvias recientes se llevó puesta una parte de ese dique de tierra.

Las obras, que además se están realizando en áreas protegidas sin cumplir con los protocolos correspondientes, iban a ser de cualquier forma efímeras. El director frenteamplista de OSE, Edgardo Ortuño, ya había advertido que los terraplenes de retención (este de Campanario y otro en Belastiquí) no iban a durar mucho y tendrían que ser destruidos cuando terminara la sequía. Lo que no se esperaba es que fallaran antes de servir para algo.

Está a la vista que las medidas de emergencia fueron poco más que “atarla con alambre”. Mucho peor sería que, pasada la crisis, el país y el sistema partidario volvieran a olvidarse de que es preciso afrontar los problemas de fondo con políticas de Estado.

Hasta mañana.