Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

La cumbre de la Unión Europea (UE) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) reunirá hoy y mañana en Bruselas a mandatarios de 60 países con realidades muy diversas, y no cabe esperar de ella acuerdos relevantes.

Sin embargo, es una oportunidad para que continúe y eventualmente avance la negociación entre la UE y el Mercosur, de gran importancia para el futuro de la inserción internacional de Uruguay, y al mismo tiempo ofrecerá a los representantes del gobierno uruguayo la posibilidad de conversaciones bilaterales.

Sobre las cuestiones que más le pueden interesar a nuestro país no es obligatorio llegar a ninguna conclusión en dos días. Por lo tanto, lo que se pueda lograr será positivo, pero lo que quede pendiente no tendrá registro formal ni consecuencias insalvables.

De todos modos, es clara la trascendencia de lo que estará en juego en el entorno de la cumbre, muy especialmente para el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien afronta este año el reto crucial de consolidar su regreso al escenario internacional como un jugador de primer orden y su liderazgo regional. En la última cumbre del Mercosur asumió la presidencia rotativa del bloque y se comprometió personalmente a “concluir” en un año un acuerdo “equilibrado” con la UE.

Lula no la tiene fácil, porque ese escenario ha cambiado mucho desde que terminó su segunda presidencia en 2011, y está hoy determinado por conflictos coyunturales y estratégicos de gran envergadura. Pero cuenta con su prestigio mundial, y también con las oportunidades que implica pivotear como interlocutor simultáneo de tres grandes poderes actuales.

Estados Unidos siempre ha jerarquizado, por motivos económicos y geopolíticos obvios, su vínculo con los gobiernos brasileños. China tiene una relación creciente con América Latina que es especialmente destacada en el caso de Brasil, con el que comparte la pertenencia al BRICS junto con Rusia, India y Sudáfrica.

La UE se esfuerza por defender intereses propios en el gran juego mundial, pese a que la guerra en Ucrania reforzó su alineamiento con Estados Unidos, le teme al avance de la estrategia china en nuestra región, y en los últimos años presentó sus resistencias al acuerdo con el Mercosur como rechazos a políticas impulsadas por Jair Bolsonaro, especialmente en lo relacionado con la deforestación de la Amazonia.

Lula ha comenzado a revertir aquellas políticas, pero persisten, por supuesto, los intereses proteccionistas de varios integrantes con gran peso en la UE. Lo incómodo es ponerlos ahora en primer plano, trasluciendo que las críticas a Bolsonaro sirvieron en algunos casos como camuflaje.

No está claro qué pasará con el proyecto de tratado de libre comercio que se negocia desde 1999, pero hoy los europeos ofrecen inversiones con potencial para diversificar la producción latinoamericana más allá de los productos primarios, y esto tiene sin duda importancia estratégica. Habrá que ver qué ocurre en Bruselas, y debería ser innecesario acotar que, en ocasiones como esta, resulta especialmente necesario que los intereses propios y legítimos de Uruguay no compliquen la negociación colectiva.

Hasta mañana.