Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

La llamada ley de lemas permitía que numerosos candidatos presidenciales se presentaran simultáneamente por el mismo partido y acumularan votos para favorecer a quien resultara primero entre ellos. La reforma constitucional de 1996 eliminó ese sistema para las elecciones nacionales y estableció la obligatoriedad de llevar a cabo elecciones internas en los partidos. Ello posiblemente haya contribuido a relativizar el rol que cumplen las corrientes minoritarias dentro de las colectividades políticas grandes.

En la edición de hoy pueden leer dos coberturas –una entrevista con el jefe de campaña del economista Mario Bergara y una crónica del aniversario de Wilson Ferreira– que dan cuenta de algunas de las dificultades que enfrentan hoy dos sectores que son percibidos con menos chances de resultar triunfadores en las elecciones internas.

En el Frente Amplio, las candidaturas de los intendentes de Canelones y Montevideo tienden a opacar las de sus competidores. A la ventaja que les dan las encuestas a Yamandú Orsi y Carolina Cosse hay que sumarles, durante estos meses de calor, sus apariciones en los numerosos eventos multitudinarios organizados desde sus gobiernos departamentales. Es comprensible que Bergara, candidato presidencial de Convocatoria Seregnista-Progresistas, intente llegar a la opinión pública desde lugares alternativos, y allí están sus intervenciones en las redes y sus propuestas sobre seguridad.

También Jorge Gandini, por ahora el único precandidato presidencial del Partido Nacional que se autodefine como wilsonista, ha intentado meterse en el debate estival con una propuesta sobre seguridad que no fue bien recibida por sus correligionarios. En su colectividad, los sondeos predicen una victoria cómoda del exsecretario de Presidencia Álvaro Delgado y le adjudican el segundo lugar a Laura Raffo; ambos representan el tronco herrerista del partido. La disrupción que significaría una nueva precandidatura de Juan Sartori difícilmente sea una buena noticia para Gandini.

Tanto el seregnismo como el wilsonismo se adjudican la herencia de una tradición partidaria muy prestigiosa. Ambos conforman corrientes que, dentro de sus respectivas colectividades, se muestran más cercanas al límite contestado que separa izquierda de derecha y comparten elementos de un discurso dialoguista. No es casual que, en la actual dinámica electoral, en tanto vertientes “moderadas”, resulten minoritarias en sus respectivos bloques, pero hay por lo menos dos razones para que reciban un trato atento por parte de los dirigentes que van en punta en las encuestas.

Por un lado, los precandidatos “perdedores” suelen encabezar listas al Senado y, aunque ya no al modo de la vieja ley de lemas, siguen acumulando para la victoria del partido. Por otra parte, si esos grupos consiguen bancadas fuertes, seguramente sean de ayuda en las negociaciones en el Parlamento, donde las mayorías automáticas vienen siendo cada vez más exiguas, gobierne quien gobierne. La fuerza política que equilibre mejor unidad y diversidad no sólo puede resultar beneficiada electoralmente, sino que también puede hacer una contribución al debate democrático.

Hasta mañana.