Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
La sociedad uruguaya tiene problemas importantes de salud mental, que se manifiestan de diversas formas y en distintos ámbitos, más allá de las cuestiones –sin duda, graves– relacionadas con las personas diagnosticadas e institucionalizadas, y también más allá del vínculo con las adicciones a drogas ilegales.
En la educación pública se reclaman más equipos multidisciplinarios con presencia de psicólogos para afrontar situaciones frecuentes en el estudiantado. El país mantiene tasas de suicidios y de intentos de suicidio notoriamente altas. La cantidad anual de días de licencia médica por indicación psiquiátrica es alarmante. El consumo de psicofármacos está naturalizado y, por supuesto, en las calles de Montevideo hay un alto número de personas vulnerables con trastornos.
Todo esto requiere el refuerzo y el perfeccionamiento de políticas públicas, con un fuerte componente comunitario, pero también sería muy conveniente que las jerarquías del Estado estuvieran a la altura de los problemas. Esto no siempre sucede.
La semana pasada se suicidaron tres policías, en lo que va de este año ya fueron ocho y el Ministerio del Interior consideró pertinente hablar del asunto, pero la forma en que lo hizo fue muy desafortunada. El viernes, durante una presentación de la Dirección Nacional de Sanidad Policial, se señaló con razón que prevenir el suicidio es difícil, y se informó detalladamente sobre su incidencia en la Policía, con datos desagregados por edad, sexo, rango, área de trabajo e incluso formas de autoeliminación.
Lamentablemente, dio la impresión de que uno de los objetivos del informe era quitarle peso a la responsabilidad de las autoridades y del actual gobierno nacional, con el insólito planteamiento de que la principal causa de los suicidios en la Policía son los “problemas amorosos”. Según el informe, estos estuvieron presentes en un tercio de los casos; los problemas laborales y los problemas económicos en 2% cada uno; y en 28% las causas se desconocen.
Por cierto, después de que se produce un suicidio no es sencillo identificar con precisión sus motivos, que a menudo incluyen hechos desencadenantes a partir de situaciones previas complejas. De todos modos, el Sindicato Único de Policías del Uruguay señaló que no se puede ignorar la existencia de “abusos de los jefes, traslados arbitrarios, persecución laboral, acoso sexual, hostigamiento con sanciones y persecución sindical”.
A su vez, Eduardo Katz, el director del área de Salud Mental de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), no tuvo mejor idea que rezongar a sus colegas médicos generales y de familia, así como a la población usuaria, alegando que cuatro de cada diez personas derivadas a consultas con psiquiatra “deberían aprender a manejar” sus angustias por sí mismas o con apoyo en el primer nivel de atención, sin intervención de especialistas. Más allá de las explicaciones y las quejas de los profesionales acusados de hacer derivaciones “innecesarias”, la falta de empatía de Katz llama la atención y no parece adecuada para alguien con sus responsabilidades ante una situación social de tanta gravedad.
Hasta mañana.