Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
Uruguay rara vez es el centro de acontecimientos relevantes para la humanidad, que obviamente nos afectan y exigen atención. Es el caso de una reciente decisión de la empresa Meta, propietaria de Facebook e Instagram, que eliminará su servicio de verificación independiente de datos y varias de sus restricciones a la difusión de discursos de odio, en Estados Unidos para empezar, alegando que lo hace en defensa de la libertad de expresión.
El director ejecutivo de Meta, Mark Zuckerberg, sostuvo que busca ponerles fin a prácticas de censura, pero el servicio de verificación no eliminaba contenidos, sino que se limitaba a alertar sobre afirmaciones falsas o engañosas, y a ofrecer datos de contexto identificando sus fuentes. En cuanto a las restricciones que se levantarán, abarcan entre otras las referencias a mujeres como “objetos domésticos” y a las personas trans con el artículo “eso”, así como las “acusaciones de enfermedad mental o anormalidad” acerca de orientaciones sexuales.
Es evidente que Meta se alinea con los intereses del presidente electo estadounidense, Donald Trump, y con las políticas que en la materia aplica X (antes Twitter) desde que quedó en manos de Elon Musk, aliado de Trump y futuro integrante de su gobierno. El impacto del cambio de orientación se extenderá mucho más allá de Estados Unidos no sólo por la muy probable aplicación de los nuevos criterios a escala mundial, sino también porque Zuckerberg adelantó que trabajará con el gobierno de Trump para presionar a los de otros países que “persiguen” a las compañías estadounidenses para que apliquen más medidas de “censura”.
El periodismo de verificación se ha desarrollado mucho como una rama especializada del oficio en este siglo, pero en realidad siempre fue responsabilidad de quienes comunican noticias chequear previamente si son erróneas o falsas, por motivos obvios de tipo ético e incluso para preservar la credibilidad propia. La cuestión es que esta especialidad ganó relevancia porque las redes sociales no sólo aumentan mucho las posibilidades de comunicación, sino también las de difundir en forma masiva mentiras, a menudo en forma deliberada y anónima, por intereses ideológicos, partidarios o comerciales.
La tarea es necesaria en los medios tradicionales y más aún en las propias redes, que son la única fuente de acceso a noticias para un número creciente de personas. Y cabe señalar que la tendencia a utilizar inteligencia artificial para obtener información plantea grandes problemas nuevos, porque los resúmenes recibidos no incluyen fuentes y las personas usuarias no saben en qué medida se trata de datos chequeados.
Hace tiempo que actúan fuertes intereses contrarios al periodismo de verificación. A menudo son los de quienes quieren difundir falsedades a sabiendas o se dedican profesionalmente a ello. Invocan la libertad de expresión y acusan a quienes alertan sobre sus prácticas de ser censores totalitarios, pero su verdadera meta es hacerle daño a la democracia en forma impune. Ahora cuentan con la complicidad poderosa de personas como Musk y Zuckerberg, que concentran en beneficio propio la propiedad de servicios con utilidad pública.
Hasta mañana.