Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Los partidos del oficialismo saliente han recorrido, otra vez, un camino de dudosa eficacia para presentarse a la elección departamental de Montevideo. Lo primero es su antigua voluntad política de enfrentamiento con el Frente Amplio (FA), que gobierna desde 1990. Lo segundo fue la creación de Coalición Republicana (CR), un lema que se utilizó en forma ficticia para las elecciones nacionales del año pasado y cuya única finalidad es, en este ciclo, presentar candidaturas que sumen votos en los tres departamentos gobernados por el FA.

Lo tercero ha sido la selección de candidaturas. Resultó sencilla para el Partido Nacional (PN), donde está decidida desde hace tiempo la postulación de Martín Lema; incierta para Cabildo Abierto (CA), que eligió el sábado al coronel retirado Roque García; y muy trabajosa para el Partido Colorado (PC), que manejó una gran cantidad de nombres, en unos casos sin lograr acuerdos internos y en otros sin que las personas involucradas aceptaran, hasta optar in extremis por Virginia Cáceres, actual presidenta de la Administración Nacional de Educación Pública, quien se dispone a renunciar para poder ser candidata.

La cuarta y última etapa será, una vez que la CR proclame mañana a Cáceres, García y Lema, que se definan lineamientos y propuestas de campaña para los tres meses siguientes, en los que habrá que plantearle a la ciudadanía montevideana qué se quiere hacer con el gobierno departamental. La carreta adelante de los bueyes.

Esta forma de proceder se basa en que una considerable cantidad de personas está dispuestas ante todo a votar contra el FA, y a partir de esa decisión opta por una u otra candidatura. En lo que va de este siglo, la mayoría del antifrenteamplismo se volcó por las del PC en 2000 y 2005; por las del PN en 2010 y 2020 (en el segundo caso no había otra posibilidad, ya que la única postulante fue Laura Raffo); y en 2015 por la del entonces independiente Edgardo Novick. Sin embargo, da la impresión de que la importancia de la oposición al FA ha sido sobreestimada y vuelve a serlo.

En las seis elecciones departamentales posteriores al primer triunfo frenteamplista en Montevideo, la oposición fue claramente minoritaria, y es probable que una de las causas haya sido su insistencia en plantear contiendas muy partidizadas y polarizadoras. Desde la victoria de Tabaré Vázquez en 1989, no ha sido desdeñable la mencionada cantidad de personas cuyo principal objetivo político es combatir al FA, pero ha sido mucho mayor la cantidad de aquellas que, cuando se les plantea que deben elegir entre cualquier candidatura frenteamplista y cualquiera de la oposición departamental, prefieren la primera.

La acumulación social y política del FA en Montevideo es poderosa y está muy arraigada. En más de una elección departamental, parte del electorado ha estado insatisfecho con la gestión de la intendencia, pero no por ello se convirtió en indecisa cuando se la llevó al terreno de la confrontación partidaria e ideológica. Lograr ese resultado requeriría un trabajo de base sostenido durante años, que la oposición no ha estado ni cerca de realizar.

Hasta mañana.