Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Cuando una persona es designada para un cargo de gobierno y está notoriamente capacitada para desempeñarse en él, sería muy bueno que a nadie le llamara la atención sus características físicas, cuántos cromosomas X tienen las células de su cuerpo o cuál es su identidad de género. Esto sería propio de una sociedad donde una gran cantidad de prejuicios y discriminaciones habrían perdido vigencia, de tal modo que las personas fueran vistas simplemente como personas, distintas entre sí e iguales en derechos.

Estamos lejos de vivir en una sociedad así, aunque estemos más cerca que hace 50 o 100 años, y en el mundo de hoy hay fuerzas poderosas empeñadas en que la humanidad desande camino. Por lo tanto, es noticia que el gobierno entrante haya elegido a una mujer trans para dirigir la Secretaría de Derechos Humanos de Presidencia. En circunstancias mejores, el centro de la noticia sería que esa mujer, Collette Spinetti, tiene una larga y fecunda experiencia, nacional e internacional, en organizaciones que defienden los derechos humanos. En las circunstancias actuales, es importante señalar que será la primera persona trans en un cargo jerárquico del Poder Ejecutivo uruguayo.

Donald Trump afirmó tras ganar las elecciones estadounidenses del año pasado que le pondría “fin a la locura trans” y al asumir la presidencia el 20 de enero anunció que “la política oficial del gobierno” será “que sólo haya dos géneros: masculino y femenino”, como si esto se pudiera establecer mediante una orden estatal. Tres días después, en el Foro Económico Mundial de Davos, el presidente de Argentina, Javier Milei, arremetió con mentiras contra la agenda de derechos: entre muchas otras barbaridades, vinculó la homosexualidad con la pedofilia.

En Rusia, el Tribunal Supremo prohibió a fines del año pasado, a pedido del Ministerio de Justicia, las actividades públicas vinculadas con el “movimiento LGBT+ internacional”, alegando que se trata de una “organización extremista”. Como dijo ayer el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, “vivimos un momento muy complicado para la humanidad”, porque la democracia “está perdiendo espacio [...] con la gente más extremista e irresponsable”.

En este contexto internacional, puede ser tentador reconfortarse con la idea de que la designación de Spinetti confirma una “excepcionalidad uruguaya”, pero sigue siendo cierto que las personas trans sufren en nuestro país discriminación y agresiones que han llegado al asesinato por odio. La futura jerarca tiene razón cuando dice que su designación sin precedentes es “una gran responsabilidad”, porque representa un avance colectivo.

Lo mismo pasó, por ejemplo, en 1942, cuando por primera vez hubo mujeres uruguayas elegidas para integrar el Parlamento. En la medida en que los avances continúen, cada persona tendrá más libertad para ser ella misma, sin la responsabilidad adicional de las pioneras; por ahora, Spinetti asume, con buen criterio, para “trabajar por y para todas las personas por igual”. También para quienes podrán aprender, con el tiempo, que la presencia de una mujer trans en el cargo que ella asumirá no tiene por qué ser vista como algo extraño.

Hasta el lunes.