Matías Bravo se escondía en el cuarto de su hermano mayor a los seis o siete años para escuchar música. Cantaba porque le gustaba, no sabía que lo hacía bien. Iba a los tablados con su familia cada febrero, pero no se le cruzaba por la cabeza la posibilidad de salir en murga. Y sin embargo, hoy es una de las voces más reconocidas del carnaval.

Sobreprimo, cantó en conjuntos del Carnaval de las Promesas y Murga Joven. A los 17 años se sumó a Falta y Resto; después: Don Timoteo, Patos Cabreros, La Gran Muñeca y este año Asaltantes con Patente.

la diaria dialogó con Bravo, que hoy sube al Teatro de Verano para cantar en la liguilla, sobre su trayectoria, su vínculo con carnaval y la vuelta a los tablados.

¿Cómo llegaste a salir en Carnaval de las Promesas?

Por mi hermana. Empecé cuando tenía 12 años en La Susodicha, una murga que salía por camino Maldonado. Ella estaba saliendo en esa murga, faltaba uno y me llevó medio de prepo, porque yo era recontra vergonzoso y no quería ir, me dijo “vas a salir igual” y me llevó. Me encantó. Me enamoró el ensayo, la gente; eran niños todos y todo era un juego en realidad. Era súper divertido, lo veía justamente como un juego, en un momento te pintabas la cara y tenías un disfraz. Me enamoró cantar, me enamoró la murga, me enamoró estar dentro de un espectáculo y ser parte de un grupo que presenta un espectáculo. Me voló la cabeza. Mi cuarto estaba lleno de cosas de carnaval y de murga. A los 16 me fui a otra murga de promesas que se llama La Zafada, una murga divina de Colón que sigue saliendo hasta el día de hoy. Desde ahí no paré más; desde los 12 no he parado de hacer murga.

¿Ya cantabas antes de entrar a la murga?

¿Sabés que no? Cantaba en mi casa, sí, me encantaba la música, de niño pasaba escuchando música, en mi casa siempre había música por mis padres y por mi hermano, que tenía una enormidad de CD, pero cantar no, lo descubrí en la murga.

¿Cómo viviste el pasaje de Promesas y Murga Joven a la Falta y Resto?

Y aparte con 17 años. Creo que fue bastante inconsciente todo en realidad. Me doy cuenta ahora que con 18 años, ponele, estaba cantando en el Luna Park con la Falta y para mí era como una parte más del juego. Como esto que te decía de las Promesas, era lo mismo. No tenía mucha conciencia de lo que estaba pasando en realidad. Hoy me doy cuenta de lo lindo que fue eso y de la magnitud que tuvo. A mí me gustaba cantar, me gustaba hacer murga y no me importaba si era en Colón con La Zafada o en el Luna Park con la Falta. Fue muy natural también, no hubo un “bueno tenés que ir a la Falta y hacer tal cosa”, sino como, “Mati, mirá, hay un lugar en la Falta para que vayas a cantar”. Yo entré para hacer un ciclo en La Trastienda de Buenos Aires, viajaba con permiso de menor. Fui desde el lugar de “tengo otro espacio, otro lugar para cantar”. Yo no me daba cuenta del lugar en el que estaba, pero me parece que fue bastante lindo también vivirlo así, sin historias raras, ni ninguna presión ni nada por el estilo. Me cuidaban mucho, eso me hacía sentirme muy tranquilo. Fue tremenda escuela la Falta en todos los sentidos, en lo personal y en lo artístico me dio muchísimo. Crecí ahí adentro, entré con 17, estuve siete años.

Has pasado por varias murgas de estilos muy diferentes, imagino que cambia la experiencia de carnaval cada vez.

Después de la Falta yo me voy a [Don] Timoteo, que tenía una forma de trabajar completamente diferente. No hago juicios de valor, son murgas y cualquier estilo vale; eran distintas. En un momento, después de la Falta y de Timoteo me dieron ganas de ir a otros lugares, ver cómo hacen ahí adentro. También por eso hubo tres o cuatro años que fui como saltando de murga en murga, justamente buscando eso, estar en lugares que me enseñen cosas que no sé, por esto mismo que decís de que tienen estilos diferentes, formas de trabajar diferentes. Algunas hacen más hincapié en el canto, otras en lo escénico; en lo textual también hay diferentes estilos. Son formas distintas y está buenísimo pasar por ahí, me nutre un montón. Cuando estoy en un lugar donde aprendí todo, me tengo que ir a un lugar donde voy a aprender cosas nuevas, por una cuestión de mi inquietud, donde haya gente con la que nunca haya salido, con la que tenga ganas de salir, porque creo que puedo aportar y me pueden aportar cosas artísticas y personales que estén buenas. Más allá del estilo de las murgas, que obviamente todos trabajan diferente y todas tienen su perfil, yo necesito esa motivación de decir “fah, acá sé que voy a crecer en tal cosa”.

Como espectador, ¿qué tipo de murga te gusta?

Desde niño me gustaba muchísimo La Contrafarsa, la murga de Sayago era mi debilidad, pero también veo Saltimbanquis y me muero. Son estilos completamente diferentes y me parten el pecho cualquiera de las dos haciendo murgas bien distintas. Es un género tan amplio, tan complejo, tan rico. Arrancamos a enumerar formas de hacer murga y son infinitas. Por suerte, cada vez aparecen murgas nuevas con propuestas completamente diferentes, como ha pasado este año. Siempre se está renovando. Qué cosa linda la murga, ¿no?

¿Qué has sentido durante este carnaval con Asaltantes?

Es un carnaval especial, recontra lindo. Nunca me había pasado vivir un carnaval como este, fue un proceso larguísimo, de dos años de trabajo. Nosotros estábamos preparando la prueba de admisión para el carnaval que se suspendió. Estamos conviviendo desde hace mucho tiempo y la verdad es que se hizo muy llevadero, muy disfrutable. Se armó un grupo que ha trabajado muchísimo. He encontrado personas a las que no conocía y a las que considero amigos de verdad, y eso es increíble, no pasa siempre estar en grupos en los que vos generes tanta afinidad con gran parte de los compañeros. Hasta el día de hoy estamos pasando tan lindo, ha sido increíble.

¿Y la vuelta a los tablados?

Es maravilloso lo que nos ha pasado. Yo a veces no entiendo por qué son tan generosas las personas, dicen cosas a las que no sabes qué responder. Fue un reencuentro recontra lindo de la murga y el público. Nosotros extrañábamos un montón y creo que la gente también, fue un reencuentro maravilloso. Para mí ha sido un carnaval divino. Estamos un poco cansados, pero muy felices.

Es el primer carnaval después de Varones Carnaval, que atravesó a todos los conjuntos. ¿De qué manera los interpeló a vos, a tus pares, a la murga?

Se dieron muchísimas charlas en Asaltantes sobre eso, se puso el tema arriba de la mesa. Personalmente. uno también se cuestiona pila de cosas. Creo que generó justamente eso de cuestionarte cosas que no te venías cuestionando y decir “no es por acá”. Generó ese movimiento de decir “vamos a sentarnos a hablar de estas actitudes, de esto que estamos haciendo, por más que lo tengamos normalizado esa no es la manera, no es por ahí”. En mí generó eso, arrancar a plantearme un montón de cosas como parte del carnaval y como varón, estando en el lugar en el que estoy, con la exposición que tengo. Crecer desde ahí, preguntarte todo el tiempo si estás por el camino correcto, si es el lugar más sano para todos y para todas. Escuchando mucho a las compañeras. Sin crucificar a nadie, pero siempre teniendo el ojo ahí en si el lugar y la postura que estoy teniendo es la mejor o si estoy repitiendo actitudes que no están buenas. Me parece importante cuestionar actitudes que uno arrastra y tiene o tenía normalizadas, y ahí ponerse a trabajar. Es la manera de crecer; tener las críticas de los demás siempre que sean desde un lugar de que esto sea un espacio sano para todos y todas, fundamentalmente para las compañeras.

En los conjuntos siempre hay mujeres, aunque no estén sobre el escenario

Es imposible que no haya una compañera. Creo que no existe conjunto que sea 100% de hombres. En Asaltantes, por ejemplo, los que nos subimos al escenario somos todos hombres, pero hay maquilladoras, vestuaristas, que el rol que cumplen es fundamental. Que no esté en escena no quiere decir que sea menos importante, al contrario. El traje es tu piel en carnaval, es fundamental. Lo mismo con el grupo de las maquilladoras, el maquillaje también es la piel. Yo me llevo mucho más reconocimiento de lo que debería y ellas no, eso te lo puedo asegurar, porque me subo al escenario y tengo una exposición que esas compañeras no tienen, es bastante injusto, pero sin ellas yo no puedo estar cantando. Es así de simple.