Hay decenas de mujeres alrededor del fuego. Sus tambores se están templando y ellas se saludan, conversan, se preparan para tocar. Están a punto de marchar por la emblemática Isla de Flores, desde Aquiles Lanza hasta Minas, para protestar contra la violencia de género en el candombe. Mientras un grupo de trabajadores pone vallas, arma palcos y ajusta detalles para las Llamadas, ellas se apropian de la calle para hacer sonar su mensaje.
Mujeres y disidencias se autoconvocaron para participar en esta marcha. Valeria Fernández cuenta a la diaria: “Somos tamboreras, nos juntamos a hacer música y varias participan en otras organizaciones de candombe. A raíz de uno de los últimos episodios de violencia decidimos empezar a hacer una convocatoria entre la red de mujeres y manifestar el repudio que sentimos todas en el ambiente del candombe. Venimos de diferentes lugares. Se armó de boca en boca y de agrupación en agrupación”.
El episodio al que se refiere ocurrió en Sarabanda: una bailarina recibió una amenaza de su expareja el día del Desfile Inaugural y el conjunto le prohibió desfilar. En unas Llamadas realizadas durante el año, aseguraron varias mujeres en la manifestación, la bailarina fue escupida mientras desfilaba.
Este hecho, que trascendió, no es aislado. “A raíz de esta última situación empezaron a visibilizarse otros hechos, ayudó a que otras se animen a denunciar, hay movimientos”, dice Gabriela Piñeyrúa. Valeria agrega: “Las situaciones de violencia de género dentro del ambiente del candombe se dan desde hace muchos años; muchas hemos sido protagonistas de situaciones, hemos denunciado, y ese es uno de los problemas: hay mucha denuncia pero poco respaldo de componentes, la Intendencia y la Policía. No tenemos el respaldo que necesitamos para poder movernos tranquilas”.
Antes de armar, se forma un círculo alrededor del fuego. Una mujer toma el megáfono y la palabra: “Gracias por arrimarse y sumar en esta lucha, bienvenides todes. Soy Noelia, parte de la tribu, estoy atravesada por las últimas situaciones expuestas, estamos al firme unidas haciendo la resistencia. Voy a estar en la parte de cuidado, avisándoles para cortar. Mirémonos todo el tiempo, conectemos para darnos cuenta de qué pasa entre nosotras y estar en constante comunicación. Si alguna observa una situación violenta, que grite 'alerta' y cortamos”.
Luego, otra invita a que esta marcha contra la violencia de género el día antes de las Llamadas sea un precedente para años venideros. Alguien más dice que la idea es que no haya alcohol mientras tocan, que la manifestación “va por otro lado”. Cierra otra voz: “Como mujer afrofeminista pido que no haya más violencia en el candombe. Hay que empezar a echar a la gente violenta”. La aplauden con vehemencia y enfilan para Isla de Flores.
Con pañuelos violetas, bandanas y tela violeta atada en el cuerpo y en los tambores, parten más de 40 mujeres y disidencias tocando sus instrumentos, acompañadas por una masa de gente que baila y aplaude. Cada tres cuadras frenan para leer la proclama, en la que denuncian la violencia ejercida sobre los cuerpos y exigen: “A los organismos que corresponda y a los y las responsables de las agrupaciones que apoyen nuestra lucha desde un lugar de responsabilidad y que no se laven las manos”.
Lucía Cuervo relata: “Sentimos el candombe como una forma de manifestación para canalizar nuestro sentir, la tristeza, la alegría, la rabia, la frustración, y de transformarlo en otro lenguaje para construir. La idea es tener tranquilidad, que se respeten los espacios de verdad”.
A ella ver a mujeres y disidencias reunidas le genera “un montón de sentimientos encontrados. Por un lado, la rabia y la indignación de por qué tenemos que estar haciendo esto, y la alegría de que por fin no nos estamos quedando con el miedo y estamos expresando nuestra voz dentro del candombe. La violencia hace mella, una se termina yendo de los espacios, [mientras que] acá podemos estar y transformar la rabia en otra cosa”.
Proclama
Este grupo de mujeres y disidencias se encuentra ante la urgente necesidad de convocarse en las calles para denunciar las prácticas violentas de algunos varones que habitan el candombe.
Muchas de nosotras, a lo largo de nuestro transcurso en el ambiente, fuimos testigos o protagonistas de hechos violentos de todo tipo. Nos violentan verbalmente, físicamente, psicológicamente; nos matan. Seguimos diciendo 'basta de violencia machista en la cultura'. Estamos cansadas de que nuestros cuerpos soporten en silencio la violencia ejercida por esos varones que siguen habitando espacios de privilegios en el candombe, que siguen impunemente transitando las calles, que tienen como cómplices a otros varones en sus pactos de silencio.
Queremos un candombe libre de acoso y violencia, una cultura libre de violencia de género. Queremos compañeros que reflexionen realmente sus prácticas para poder transformar la realidad.
Queremos un Estado presente y no ausente, responsable de hacer justicia realmente. Estamos hartas de denunciar y que nuestra voz no sea escuchada. El Estado es responsable y exigimos respuestas frente a estas situaciones de abuso.
Exigimos a los organismos que corresponda y a los y las responsables de las agrupaciones que apoyen nuestra lucha desde un lugar de responsabilidad y que no se laven las manos.
Queremos ser libres de expresarnos, movernos; sentirnos seguras en espacios seguros.
Ante autoridades del candombe, varones machistas y una cultura que tapa al violento, las mujeres y disidencias decimos presente y denunciamos.
Juntas rompemos el silencio.
¡Por una cultura libre de violencia!