Una niña baila: pie derecho afuera, pie izquierdo adentro, pie derecho adentro, pie izquierdo afuera. Sacude la cadera con energía pueril hacia los costados, alza los brazos al cielo y la vista a la cuerda de baile que espera para salir a desfilar por Carlos Gardel e Isla de Flores. La niña mira a las bailarinas, se mira, las mira, se mira. Sonríe satisfecha. Está bailando candombe.
La tarde de este viernes 9 de febrero es húmeda y calurosa. De a ratos chispea. La gente se sorprende al sentir las gotas en la piel, pregunta si el Desfile de Llamadas se suspenderá. En la vereda alguien cuestiona la pertinencia de hacerlo con este viento pegajoso y fuerte que amenaza con tirar los gorros de las vedettes.
Ya se sabe que la jornada del sábado se suspendió: va a ser el domingo. Ahora que ya es de noche, que los cuerpos están maquillados, vestidos y llenos de brillantina desde hace ocho o diez horas, el ánimo general es de emoción e impaciencia. Una suspensión sería terrible.
A las 18.30 comienza el desfile de los conjuntos invitados: comparsa Taita, Mujeres de Negro, Roberto Acosta (activista LGBTIQ+), el Carro Oficial del Carnaval y Mundo Afro. Mientras, la gente se va arrimando a las veredas, casas y balcones.
Una hora y media después, Candonga Africana, ganadora en 2023, abre el concurso. Federico Parreña, jefe de cuerda, le dice a la diaria segundos antes de pisar Carlos Gardel que salir a defender el primer premio “es un compromiso y un desafío muy lindo, tratar de mantenerse. Me siento seguro si está todo bien ensayado, por eso disfruto mucho del proceso. Este año la propuesta es un homenaje a los artesanos. Salimos con un arreglo bien candombero”.
Las comparsas avanzan. Recorren primero las dos cuadras sin vallas, en las que el público se mete a la calle a bailar y la distancia no existe. Luego, llegan al punto de partida, en la esquina de Carlos Quijano. Nace la distancia: componentes en la calle, público en las veredas. El primer palco. Calles oscuras. De repente, el foco intenso de la televisión: luces, aplausos, multitud. Se hacen los cortes, es el momento más espectacular (de show) del desfile. Después, la oscuridad en algunas cuadras más vacías, las luces fuertes y el público eufórico en otras hasta llegar al final.
Entre comparsa y comparsa, la calle es de los niños y las niñas. Pero este año apenas por unos minutos, porque las salidas están menos espaciadas. La noche va a terminar más temprano que de costumbre.
Cada conjunto lleva una propuesta artística y estética al desfile. Los vestuarios, los cortes, las coreografías y los elementos de escenografía móvil que llevan soportan la idea. C1080 celebra los 300 años de Montevideo, Yambo Kenia homenajea a la selección uruguaya masculina sub 20 campeona del mundo. Otras, como Más que Lonja, desfilan a la manera tradicional, sin temática.
La noche avanza, los componentes de las comparsas que salen más tarde sienten el paso de las horas, la espera, el cansancio. Hay bailarinas sentadas en las veredas en el punto de salida, con las sandalias al costado y la cara sudada por el calor, que no afloja.
Alexander Guerra, bailarín de La Gozadera, vive con cierta incertidumbre los momentos previos: “Estamos ansiosos, hace horas que estamos acá. Ojalá que no llueva y podamos disfrutar de esta hermosa fiesta. Este año salimos con la propuesta Dualidad, que habla del contraste de la comparsa moderna y la comparsa de antes, de los carnavales antiguos”.
Antes de arrancar, siempre alguien hace una arenga. Se habla del proceso, de la trascendencia de ese día, del valor del trabajo en equipo, de la necesidad de dar el máximo en el desfile. El jefe de cuerda de La Gozadera grita: “Muchachos, como todos los domingos. Hoy no se guarden nada, hoy con todo, siempre para adelante y con alegría”.
El público, que apenas ha disminuido sobre la medianoche, sigue aplaudiendo, tomando, comiendo, sacándose fotos, bailando, riendo. “El Carnaval es lo mejor que tiene Uruguay”, grita una mujer desde la vereda a uno de sus vecinos, que se mete a bailar en Carlos Gardel detrás de una comparsa. Él asiente, se ríe y sigue bailando.
La calle se vacía de madrugada. El sábado amanecerá limpia. Las vallas y los palcos no se retiran, todavía falta una noche de Llamadas.
Segundo tiempo
El domingo por la tardecita los barrios Sur y Palermo, pese al feriado de Carnaval, vuelven a sentir la misma vibra del viernes. Desde temprano se respira un aire distinto. Las veredas vuelven a colmarse y un mundo de gente sitia las calles Carlos Gardel e Isla de Flores.
La Sara del Cordón, unos minutos antes de las 20.00, da inicio al paso de las comparsas en concurso, rompiendo con la tensa calma de la cuadra previa al desfile, entre Héctor Gutiérrez Ruiz y Zelmar Michelini. Allí los conjuntos se preparan, hacen su arenga, las bailarinas van de un lado a otro sonriendo para las fotos.
En la vereda, vecinos y amigos del barrio arman su propia fiesta. Ponen música, sueltan cánticos. “¡Vamos, bellezas!”, grita una señora mayor al cuerpo de vedettes con el celular en una mano y un aperitivo en la otra.
Los inspectores de la Intendencia de Montevideo y la Policía acaparan a zona, al igual que en distintos puntos del recorrido. Son muchísimos, quizá demasiados. De a ratos parecen aburrirse y jugar a descubrir quién no tiene acreditación. Pero no, en esa zona todos están acreditados.
La conservadora es la gran estrella de la noche. Nunca se vieron tantas, y sirven para llevar diferentes bebidas que combaten los casi 30 grados de temperatura. Un grupo de funcionarias reparte abanicos con la inscripción “300 años de Montevideo”, que son utilizados de manera inmediata.
Ningún detalle es dejado al azar. Un portabanderas referente de la comparsa La Barrica les dice a sus compañeros: “Hay que mirarse, mantengamos la distancia”, cual si fuera el capitán de un equipo de fútbol en el pasillo rumbo a la cancha.
Las bailarinas taconean deseando ansiosas el comienzo del desfile. Viviana Pintos, de Ubuntu, muestra su felicidad por llegar a las Llamadas y ser vedette por primera vez. “Es dar un paso más como artista”, dice, y sale a comerse Isla de Flores.
Hay fotógrafos en casi todas las esquinas. Son como hormigas que tratan de escabullirse entre la gramilla y el plumaje. Tienen su propia danza, a la par de un estruendo de tambor que avanza triunfal hasta la calle Magallanes, donde finaliza el recorrido.
Desde balcones y azoteas se vive la fiesta de manera especial. Sin tanta gente como el viernes, cuando estaban abarrotados, pero con el entusiasmo de alentar a las comparsas hasta lo último. Banderas y camisetas de Atenas copan la zona, confirmando el histórico idilio entre las alas negras y el candombe.
Pasa Senegal. Detrás de la cuerda de tambores, un enorme cartel recuerda al Zorro, Roberto González, director de la comparsa fallecido a principios de enero.
La Fuerza hace honor a su nombre. Un desfile impecable del conjunto de la Unión, en el que el gran atractivo es Yessy López, amada por el público y figura popular indiscutida. De madrugada, el jurado la premiará nuevamente como mejor vedette de las Llamadas.
Cuantas menos comparsas quedan, aumenta el aliento del público. La que Mueve, de Ciudad del Plata, es empujada de manera efervescente por todos y todas. Después de ella, Sonido del Sur, conjunto invitado, cierra ya sobre la 1.30 la mayor fiesta de nuestro Carnaval.
Por las calles quedan decenas de grupos de jóvenes disfrutando de la eterna noche al son de la música que sale de los parlantes. La plaza de Carlos Gardel y Zelmar Michelini es uno de los principales puntos de concentración de gente. Allí la C1080, que espera los fallos en el Centro Cultural, festeja cerca del amanecer tras conocerse los resultados.