El letrista no se olvida. A sus 73 años, Raúl Castro permanece vigente y con ganas de ser parte del carnaval. Convocado por dos murgas con mucha historia para aportar su pluma en las retiradas, el Flaco prepara además el regreso de su espectáculo Tinta Brava y el Bandón Murguero, que se presentará en el teatro Solís a partir del 30 de mayo.
En diálogo con la diaria, Castro valora el presente del género murguero, explica su trabajo con La Gran Muñeca y Los Diablos Verdes, reivindica la metodología del arte colectivo, y asegura que “la retirada de una murga es una cuestión identitaria”. Porque la adrenalina de escribir para carnaval no conoce de despedidas.
¿Cómo se da esto de que dos conjuntos distintos te invitaron para escribir en este carnaval?
Casi todos los años sale algo, porque algún compañero equivocado se acuerda de uno, y me dan la obligación y el derecho de escribir para carnaval, que es de las cosas que a mí más me gusta hacer, escribir murga, presentaciones, cuplés. Me divierto mucho conmigo mismo, es una forma de jugar solo. Después eso se amplía y, depende de cómo se logre, termina generando repercusiones. Pero el momento de eureka, el de alcanzar a sorprenderte a vos mismo, es mágico.
Pitufo [Lombardo] primero, mi amigo divino, me convocó para escribirle la despedida a La Gran Muñeca. Todo un honor y una responsabilidad. El agradecimiento a la familia Mega y a los muchachos que confiaron. Logramos hacer una retirada no sólo escrita por mí, sino que por un grupo de gente. Yo hice un bosquejo de lo que para mí sería, con algunas frases poéticas que a ellos les gustaron, y después la decoraron y terminaron de armar en el grupo creativo.
Lo que ellos querían era una retirada que esté relacionada a vivir el presente de la manera más intensa. Divertida, positiva. Sabiendo que el pasado ya fue, y el futuro todavía no llegó. Una despedida un poco más filosófica. Y a mí me gusta también ese desafío, pero como te digo, yo armé una estructura musical de Edú, que es un fenómeno de las músicas murgueras, y después vino el trabajo de los compañeros que lo enriquecieron mucho.
Son distintas totalmente con la de Los Diablos, que es la otra murga que me convocó. Cada murga tiene sus características, y uno que está en el carnaval desde hace 50 años, sabe cuáles son las sutiles diferencias de los barrios montevideanos. Las culturas de las esquinas. Son hijas de la diversidad más maravillosa que tiene esta ciudad. Entonces cuando vinieron Los Diablos Verdes, me vino a la mente Antonio Iglesias [histórico director de la murga], luchador social, obrero del vidrio, dirigente del sindicato, y preso por la dictadura. Él hizo muchísimo por la cultura popular uruguaya, y yo tuve el honor de ser su amigo. Estando en cana nos conocimos por las letras de mi murga, de la Falta, y hasta le escribí en el Carnaval de 1984.
¿Qué temática tiene la retirada de Los Diablos Verdes?
Fue muy hermoso, mágico. Porque el tema que eligieron, es la salida de Seregni de la cárcel. Como excusa para hablar del general, de la libertad, de una postura generacional ante la realidad, que me parece que fue la que Seregni supo acompañar con su trayectoria de vida. Y esa postura la hizo caminar en el alambre del consenso. Consensuar a tupamaros con bolches, a cristianos con anarquistas. Él fue muy importante para eso. Cuando la manifestación del 26 de marzo de 1971, yo que lo vi ahí con el Choncho Lazaroff, colgados los dos de cada pata del monumento al Gaucho, más de 50 años después poder escribirle un homenaje es un agradecimiento eterno a la vida, a lo popular.
Y la respuesta de la gente bueno… fui a ver a Los Diablos al Teatro de Verano y me regalaron un montón de momentos. Las dos plateas, el pedregullo, todo. Una cosa tan hermosa que no tengo palabras para agradecer. Por eso es cada vez mayor el amor que le tengo al carnaval. Además tuve la posibilidad de trabajar con Lucas Bueno, que lo tuve en la Falta y Resto con 19 años [actual arreglador coral de la murga de La Teja], así como con Pitufo en La Gran Muñeca. Son dos generaciones de cracks y es un honor poder compartir con ellos.
¿Cuántas retiradas llevás escritas aproximadamente?
La primera despedida se la plagié a Carlitos Soto a los siete años. Era una que me sabía de los Asaltantes con Patente, porque mi hermana me llevaba a los ensayos. Entonces fui a la murga de mi barrio, le cambié Asaltantes por Caminantes y dije: tengo la despedida. Y con esa hicimos plata en el corso y comimos pizza con muzzarella esa noche. Después la vida me dio el premio de podérselo contar a Soto, que me dijo que el plagio estaba justificado. Era una despedida espectacular, imposible que un gurí de siete años la escribiera [era 1958].
Después empecé a escribir retiradas a los 18, para los Pelados Mercantes de Solymar. Así que una por año por lo menos. Este año sin salir La Falta escribí dos, imagínate… Más de 100 despedidas escritas sin dudas llevo. Incluso en la papelera debe haber 300 más. Y hay una que tiene música de Pitufo, que es inédita y que no la conoce nadie. Va a salir en el próximo disco de Tinta Brava y el Bandón Murguero.
¿Qué tiene que tener la retirada de una murga? ¿Y qué no puede faltar?
Tiene que ser el editorial que el grupo decide plantarle a la gente, pero a la vez ser la semilla de la esperanza final. Siempre tiene que irse prometiendo volver, que es una manera de hablar de que es un género invencible, que se va a reproducir por los siglos de los siglos. Así como en todo colectivo que hace arte, más allá de la murga.
La murga, y más en este momento de la humanidad, es una apelación a lo colectivo por sobre lo individual. Hoy, que una prostituta libertad insultante, de explotación irrestricta, nos invade y nos amenaza, la murga habla de la libertad del amor y la creación en conjunto. Y la despedida tiene que ser eso, un homenaje a la creación colectiva.
¿Cómo percibís el momento del género murga?
Al género lo veo explotando. Me parece maravilloso lo que está pasando. Creo que es la revolución cultural que viene del sur. Se expande por diferentes ciudades y países de Latinoamérica. Es la voz inteligente y alegre de influir en la realidad a través de los colectivos. En el Uruguay estamos pasaditos con el tema del concurso, me parece, pero está bien, tiene mucho de infantil el carnaval. Lo importante es el aporte metodológico de creación que está dando la murga. Se puede, desde el colectivo.
Como cada carnaval volvió a estar sobre la mesa el tema de si las murgas hacen política partidaria, de si están demasiado identificadas con la izquierda. ¿Qué mirada tenés sobre esta discusión?
Como creación colectiva, la murga es el todos. La primera persona del plural es lo importante. Entonces, metodológicamente es de izquierda. Son pequeños grupos, pequeñas células compuestas por gente que opinan. Sociedades de seres vivos que opinan, que dicen cómo creen que tienen que ser las cosas. Siempre tratando de transformar todo en alegría. Puede haber de izquierda, de derecha, de lo que sea. Pero la metodología, es de izquierda. Igual estoy esperando una murga que tome partido directamente por la derecha uruguaya, que es una derecha importante, tiene más del 30% de los votos, hablo del Herrerismo y Manini básicamente. Estaría bueno que vayan a los tablados a ver si sienten su opinión reflejada. No es fácil…