Montevideo de fines de siglo XX. La salida de la dictadura generó una popularidad enorme para las murgas y eso se tradujo en una convocatoria impresionante en los tablados del carnaval. Los escenarios de la época, en su gran mayoría, abrían todos los días de la semana. Febrero exigía un trajín importante dada la cantidad de actuaciones que tenían los conjuntos, durante un mismo día, y en el acumulado de la temporada carnavalera.

Había un promedio de 60 tablados, muchos de ellos que ya no existen hace tiempo como tales. Además de los que hoy permanecen, sobre todo los “populares y barriales” que cuentan con el apoyo de la intendencia, en aquella época se podía disfrutar del Gigante de la Curva, la Mutual, la Expo (Tres Cruces), Sayago, Albatros, el Multicolor del Cerro, el Jardín de las Comparsas, la Terminal Goes, Defensor Sporting, Yale, Olimpia, Rentistas, Layva, Unión Ciclista, Alto Perú, Aguada, Progreso y El Tanque Sisley, entre otros.

Durante las décadas del 80 y 90, esta proliferación de escenarios llevaba a jornadas interminables, de bañaderas que cruzaban como una flecha por la noche montevideana, y que terminaban con los artistas volviendo a sus casas pasadas las cuatro de la madrugada, con un promedio de diez actuaciones encima. ¿Cómo hacían? ¿De qué manera podían cumplir con tantos tablados en tiempo y forma?

Primero que nada, los controles a nivel municipal en algunos aspectos eran mucho menos estrictos que los de hoy en día. No había límites de horario para el cierre ni se contemplaba el tema de los decibeles o denuncias de los vecinos. Además, los conjuntos tenían que cumplir con un mínimo de 25 minutos de presentación (celosamente cronometrados por los dueños), que les permitía dejar una breve actuación y seguir con su ruta nocturna.

Sobre esos años, el Muñeco Artigas Pérez, en diálogo con la diaria, recordó la gran cantidad de tablados que hacían los conjuntos: “Yo salí por primera vez en el 79 en Los Tamberitos (parodistas), que por lo general eran el cuarto premio detrás de los grandes de la categoría, y ese año hice 120 tablados”. Hoy ese número sólo pueden alcanzarlo las cinco agrupaciones con más actuaciones, y en un carnaval de poca lluvia como el que finalizó recién.

“En 1987 con Araca la Cana, en el año del cuplé de la comisaría, hicimos 270 tablados. Las murgas y parodistas siempre fueron los que más vendían entradas. Me acuerdo de que tuvimos que parar un par de días para descansar y concentrar la noche antes del Teatro de Verano porque ya no dábamos más”, señaló Pérez, hoy jurado de los Premios Romeo Gavioli que otorga Sudei.

Luis Alberto Carballo en los 90 era una de las grandes figuras del carnaval. En parodistas Los Adam’s, conjunto que se rumorea podría volver en 2025, el ahora conductor de televisión dijo que “hacer 14 tablados en una noche de fin de semana era algo habitual”.

También era común, según Carballo, actuar dos veces en el día en el mismo escenario, como en 1999 cuando “abrimos en el Jardín de la Mutual a las seis de la tarde y cerramos a última hora”, con el agregado de que podías llegar “a las tres de la mañana e igual subías”.

Hace unos años, en nota con Gerardo Tagliaferro, el histórico director de La Reina de La Teja, José Gato Morgade, también se refirió al tema del doble turno los sábados y domingos: “Había cinco tablados que abrían de mañana el fin de semana. La Terminal Goes, Stockolmo, El Tanque Sisley (hoy Sutel), Larre Borges y la Mutual. Y a veces también el Carrusel del Paso Molino. La gente llevaba asado y lo ponía en las parrillas y almorzaban ahí. Y se llenaban hasta las manos”.

Morgade, quien fue luego durante años directivo de Daecpu, reconoció que tuvieron que llevar un par de doctoras en el camión un tiempo por el desgaste: “Se nos desmayaban compañeros deshidratados. A veces veo a los gurises hoy que te dicen ¡hicimos cuatro tablados!... Nosotros hacíamos 22. Un día cantamos a las 21.10 en el Terminal Goes y terminamos a las 4.00 en el Mar de Fondo”.

Vale poner en contexto también lo que era la capital en esos años. Una Montevideo donde había una cantidad bastante inferior de semáforos y señalizaciones, así como también del parque automotor. Esto propiciaba rápidos desplazamientos de un barrio a otro para los conjuntos, no exentos de una serie de anécdotas sobre accidentes, los cuales tampoco quedaban registrados en ningún lado.

En ese sentido, Rafael Antognazza, director de La Nueva Milonga, comentó a la diaria una historia que pinta aquellos tiempos: “Una vez con la BCG llegábamos al Albatros como dos horas tarde porque nos tocó un circuito particular. Y cuando nos acercábamos al club, estando el portón cerrado, no sabíamos si es que no había mucha gente o directamente no había nadie. No era como hoy que te podías guiar por lo que estaba estacionado afuera y calcular”.

“Resulta que entramos y nos encontramos con que nos estaban esperando, prácticamente lleno. Fue un tablado inolvidable. Siempre que hago el cuento pienso que en Montevideo no había tránsito porque no había autos. No es como ahora que todo el mundo tiene vehículo”.

Antognazza, que en esos años salió en La Bohemia y Antimurga BCG, indicó que “hay mucho de mitología y mucho de verdad” respecto al tema, y destacó el surgir de “una efervescencia muy particular posterior al plebiscito del No”, con la aparición de murgas como La Reina de La Teja y Falta y Resto, y el tremendo duelo de parodistas entre Gaby’s y Klapper’s, que “ya eran como los Rolling y los Beatles”.

“Cada tablado era un meeting contra la dictadura. En vez de bajarnos con el gorro en la mano, las murgas nos bajábamos con la V de victoria o con un puño arriba. Todos los tablados de La Teja se ponían muy potentes, sobre todo el Liverpool cuando era techado. Iba gente de otros barrios a ver a las llamadas murgas del pueblo”, recordó el artista.

En el Carnaval 2024, entre escenarios populares y privados, sin contar la actividad del Concurso Oficial del Teatro de Verano, funcionaron 29 tablados, incluyendo el Carnaval de a Pie itinerante por los barrios. La mayoría de ellos abrieron solamente entre jueves y domingo, exceptuando el fin de semana largo de Carnaval.