Por la calle Cerrito casi en la esquina con Juncal hay un estacionamiento abierto, con piso de pedregullo, pegado al viejo local del sindicato de vendedores de diarios y revistas. En ese recinto de Ciudad Vieja, se instaló hace unas semanas el primer premio de sociedad de negros y lubolos del último carnaval, Valores, para preparar el espectáculo con el que buscará el bicampeonato.

Un rato antes del penúltimo ensayo general, mientras la banda arma el sonido y algunos tamborileros prueban distintos cortes, componentes y allegados comparten mates y charlan animadamente. Ahí en el medio del racimo de sillas plegables, está Alberto Coco Rivero. Para el teatro, un director reconocido y premiado desde hace más de 25 años. Para el carnaval, un puestista en escena que revolucionó la categoría murgas en la década de los 2000, con la luna de Falta y Resto, el manicomio de A Contramano, los estados de Contrafarsa y los “viejos” de Agarrate Catalina.

Antes y después también supo trabajar y salir en otras categorías, pero su llegada a las comparsas -en las que asumió además el rol de guionista- es lo que permite dejar su huella transgresora y exitosa, ganando los primeros premios con Tronar de Tambores en cuatro ocasiones (2010, 2011, 2019 y 2020).

En 2024 desembarcó en Valores y volvió a sumar una “estrella” con una comparsa a la que le venía siendo esquivo el máximo galardón. En la familia de Ansina, el Coco encontró un lugar donde soltar su lado animal, y para 2025 volverá a encargarse de la dirección artística de un espectáculo, concebido por él mismo de pies a cabeza.

Los integrantes del conjunto lo reconocen. Rivero es muy exigente. La dinámica de los ensayos puede generar cierto desgaste, pero sus conocimientos e insistencia los colocan “en otro nivel”. Valores encontró un punto del que no quiere moverse y apuesta a seguir incorporando aprendizajes con este polifacético artista montevideano.

De la búsqueda para la propuesta para este año, de su forma de entender el carnaval y casi que desentrañando su decálogo innegociable en un proceso creativo, el Coco habló con la diaria en la antesala de la presentación en primera rueda de su comparsa, que será el lunes en el Teatro de Verano.

“Una polenta distinta” para 2025

¿Cómo viene el trabajo de cara a la primera rueda?

La verdad que venimos muy bien. Ya en estos últimos días en los ensayos hemos levantado el piso de actuación. Me refiero a que -si bien ningún material tiene techo- empezamos a percibir un piso interesante, bastante alto, que se va a potenciar obviamente con el paso de los tablados y el concurso. Se está cerrando un espectáculo que me tenía muy contento ya conceptualmente. Pero nunca le creo a la idea, porque una idea es una idea y un espectáculo artístico es otra cosa. Ahora sí siento que estamos cerca de ese espectáculo que nos enamoró en nuestra imaginación.

Animal, como espectáculo, puede dispararse para muchísimos lados. Sin entrar de lleno en el desarrollo, ¿por dónde lo va a tomar Valores?

Animal tiene dos patas. Una es la certeza ideológica de quien escribe [el propio Rivero] de que tenemos un alma animal y que nos guía, mucho más en estos tiempos que nos toca habitar, dejando algunos planos de la razón de lado. Y por otro lado, la otra vertiente, que es una historia de un pibe que está en cana y todo lo que genera a su entorno familiar, a su barrio, a la gente que lo quiere. Cómo llegó a estar en la cárcel y cómo uno empieza a tomar decisiones, o porque no sabe o por ignorancia o porque miró para el costado. En ese vínculo entre nuestra alma animal y nuestro cuerpo racional se debate un mundo para ser mejor o para ser peor. Nos interesaba hablar de eso. Y el título además me parece muy atractivo, abre puertas. Es lo primero que mete a la gente adentro.

Valores ha sido una comparsa innovadora desde que llegó al carnaval, sin repetirse en propuestas de un año a otro. ¿Se mantiene esa línea en este espectáculo?

Para mí tenía que ser muy diferente a lo del año pasado. Este año tiene una polenta distinta, una búsqueda expresiva muy diferente. Se va a caer mucho más claro en el pasaje actuación-música. Te diría que tratando de hacer una comedia musical con influencias brechtianas. Una escena dura desde el punto de vista actoral y una musicalidad muy arriba. El trabajo lo tratamos de conceptualizar como las viejas composiciones festivas, muy candomberas, mezclado con escenas que rayan lo dramático, trágico por momentos. Nos interesaba ese vaivén sin aviso, ese pulso que le queremos proponer al espectador.

Los diez mandamientos

1. La categoría hoy: “una pata en la tradición y una pata en el futuro”

Yo que soy un hombre nacido en la década de los 60, y que habito el mundo de hoy con aquella particularidad, para mí una comparsa en el carnaval en estos tiempos tiene que tener una pata en la tradición y una pata en el futuro. Tiene que combinar ambas y bucear en lenguajes verdaderamente potentes y contemporáneos. A la vez, hablarle al pasado, a la tradición, a lo esencial del ser humano. Y en la comparsa, que además se da una búsqueda orgánica de eso, más que con cualquier otra categoría, eso me atrae mucho. Esa búsqueda dual. A los que queremos contar historias en clave de candombe nos desafía tratar de generar para el ojo contemporáneo algo que tenga una pata en la tradición. Eso siempre me resulta atractivo. Es como dar un paso para saber de dónde venimos.

2. La exigencia de la puesta en escena: “Se actúa como se ensaya”

Yo hace diez años escribí un material que se llama Guardiolismo murguero, que tenía que ver con algunos conceptos futbolísticos puestos en clave de carnaval. Hice como el camino inverso de un libro de Martí Perarnau que se llama La metamorfosis, que habla del técnico Pep Guardiola antes de llegar al Manchester City. Él en cada uno de los capítulos incluyó eventos artísticos. Me interesó, porque aparte yo siempre utilizaba el fútbol para hablar de cuestiones escénicas. Uno de los preceptos de Guardiola era “se entrena como se juega”, y a mí me gustó para robárselo y decir “uno ensaya como va a actuar”. Entonces, trato de generar las condiciones que vamos a tener en la actuación con público. Generalmente, los momentos del ensayo son muy liberadores, donde no está la presión de la conciencia de la actuación. No estás en la representación, no está el espectador que te mira, no está el querer gustar, por lo tanto, uno descubre fantasmas que lamentablemente después no desarrollamos en la escena.

Una de las cosas que a mí me gusta trabajar en los ensayos, que a veces se genera rispidez, es poner trabas y condicionantes fuertes. Trato de que ese momento sirva para descubrir cosas para jugar en la actuación: problemáticas, incertidumbres. Problematizo todo el tiempo, y eso ayuda a levantar el piso que te decía. Eso es un concepto con el cual no transijo. Siempre se trabaja así. A veces se generan tensiones producto del nivel de exigencia alto, pero creo en “jugar como se entrena” y actuar como se ensaya.

3. Textos: “Luz y oscuridad”

Yo la pasé muy mal escribiendo el texto de Animal, porque nosotros íbamos a trabajar con Leo Martínez de vuelta este carnaval, que es un dramaturgo y amigo de hace 25 años. Le tengo una gran confianza y me da una tranquilidad que me hace sentir liberado. Y cuando me dijo que no iba a poder estar, la verdad que estuve un mes en absoluta parálisis. Primero, porque no me creo un buen escritor, con lo cual empecé a pasarla bastante mal. Segundo, porque teníamos la idea muy potente, de comenzar Animal con dos niños, trabajando sobre una maqueta en un deber que les había mandado la maestra de la escuela. Yo solo tomé eso para un momento del espectáculo porque necesitaba romper con Leo y liberarme. Y empezó a aparecer una idea más voraz, más cercana a mí, a mis oscuridades. Leo es infinitamente más luminoso. Esta vez creo que la luz vino del trabajo de los músicos, los compositores del espectáculo, que me permitieron traducir lo que planteaba de arranque: momentos de profunda oscuridad en la parte actoral y de muchísima luz en las canciones. De alguna manera encontré cómo exorcizar esos miedos, cómo trabajar el texto y sentir que le era fiel o leal a aquella idea original.

4. Compromiso y puntualidad: “O te entregás o se complejiza”

Eso no está en discusión. la única manera que yo puedo trabajar es si aquellos que están en la escena generan campo poético. Como lidero el proceso tengo que mostrarles las bondades de eso, pero por otro lado exigir al máximo. Y eso en esta contemporaneidad no es fácil. O te entregás o de verdad se complejiza. Para mí otra de las cosas en las que no se transige es el horario. Nosotros empezamos a las 20.00 y nos vamos a las 23.00. No se para a la mitad del ensayo, lo hacemos de corrido, tres horas. ¡Y ensayamos! Si antes o después la gente quiere hacer sociales, vamo arriba.

5. Diálogo con los otros técnicos: “Opino sobre todo”

Yo trabajo por naturaleza con otros. Me gusta dirigir. Soy un director muy exigente, pero necesito, como cualquiera, de la otredad, lo que ilumina sobre nosotros lo que sucede. En este caso, soy al que le toca mirar de lejos y tomar decisiones, pero soy un hilo en un telar. Hay cosas que yo aprendo en el ensayo. Necesito probar y probar, y la prueba en mi trabajo es con otros, no conmigo. En mi casa pienso, y en el ensayo creo, creo con otros. Con el equipo de bailarinas, con los actores y actrices, con la banda, que estén dispuestos a cambiar todo el tiempo y a entregarse 100%.

Sobre todo opino, sobre todo cambio, sobre todo exijo. En ese sentido, yo creo que la persona que se arrogue o que la inviten a dirigir algo tiene que tener conocimientos. Y tiene que tener la sensibilidad adecuada para escuchar y para devolver en un marco total. Porque tiene que haber un equilibrio entre lo que pasa visualmente con el vestuario, con las coreografías, lo que pasa sonoramente, con los cantantes. Entonces requiere formarse en todas las áreas, para ganarse la confianza de todos aquellos a quienes estás dirigiendo. Es todo un viaje, porque te obliga a saber de todo un poco -incluso ahora con las pantallas-, a tener una idea conceptual para ver cómo dialoga con la música, con los bailes, con la escena. Es un reto hermoso el vínculo con los otros técnicos.

6. Horizontalidad: “Lo salvaje y la confianza”

Hay una cosa interesante que sostiene Aimar (que dice que se la robó a Bielsa) de que antes los directores técnicos en los clubes te corregían, pero te corregían lo que vos ya traías. Ahora los pibes no juegan en la calle, por lo tanto, van al club y ya los corrigen de chiquitos. Hay menos “potrero”. Justo al llegar al ensayo, los muchachos de la cuerda estaban tocando tambor salvaje. ¡Libres! Lo que es el juego salvaje, eso de jugar en la calle; ellos estaban tocando salvaje. Y cuando les fui a hablar -y como están acostumbrados a que yo corrijo mucho- me quedaron mirando como esperando algo, y yo les dije: ‘Los felicito, chiquilines, yo necesitaba escuchar salvaje para saber hasta dónde pueden ir’. Y más porque un momento salvaje en un espectáculo como Animal es un caramelo.

Ese tipo de cosas me ayudan mucho. Imaginate que soy un director blanco, trabajando con una barra afrodescendiente, con tradiciones fuertes de Valores de Ansina. Ellos saben que yo sé, que me interesa, que trabajo hace 20 años con comparsas y que no soy un improvisado, pero todos los días tenés que ganarte la confianza. Para mí es un dato que es al revés, pero que ya sé que funciona de esta manera: la confianza primero se da, en todo caso, después se quita.

7. Los tambores: “El ADN”

El toque madre de la comparsa dialoga con los otros rubros, no condiciona. Una de las cosas que hablamos con Diego [Paredes, el director responsable] cuando me invita a Valores es que el toque de acá -como el del Cerrito, que es donde yo trabajé antes- es el que más me seduce. Ahora, lo que sí planteé fue que yo me dedico a los espectáculos de escenario. No hago llamadas, no hago desfiles. Porque ahí he tenido problemas. Una cosa es el espacio de Negros y Lubolos en el Concurso Oficial y otra el toque en las Llamadas. Ahí no se me ocurre opinar. Lo bailo, lo disfruto, lo siento en el pecho.

Para el espectáculo del Teatro de Verano sí tenemos diálogo. El año pasado el director musical era Lucas Lessa, que tiene una historia con la barra de Ansina y con su sonido. Este año tenemos a Germán Aycardo, que tiene mucho rock and roll y muchos viajes muy variados. Y sin embargo, vos seguís escuchando Valores. Para mí ese es un dato no menor, que tiene que ver mucho con el jefe de cuerda, y que ahí está la esencia. No importa lo que hagan, está el ADN. Vos escuchás a Rada, por ejemplo, cantando temas de cualquier músico, y pasa a ser de Rada. Bueno, Diego Paredes hace que todo suene a Valores. Logra imprimirle un swing que hace que vos estés escuchando Ansina, y eso me encanta.

8. Tiempos personales: “En enero las 24 horas”

Por mis laburos yo enero se lo dedico entero a la comparsa. Me tomo licencia en los otros para dedicarme 100% a la comparsa. Desde el arranque del trabajo, que fue allá por junio, ahí le dedico las noches hasta tarde. Duermo menos, pero empiezo a garabatear, a maquetar el espectáculo. Eso es en la noche, cuando estoy más cerca del Lorca de mi duende, cuando corre por mi sangre. Es cuando me permito empezar a crear, en soledad. ¿Qué me erotiza para bancar de julio a marzo del año siguiente? Y en enero son las 24 horas. Yo trato generalmente de llegar un rato antes para hacer sociales, porque a las 20.00, a la hora del ensayo, me transformo en otro ser humano. En un Jekyll que trabaja a full y quiere la sangre de la gente.

9. Fuerza circular: “La importancia de los rituales”

Siempre digo comparsa y siempre hacemos un círculo. Hay una cosa que dijo en una entrevista el actor que hizo de Gandhi, Ben Kingsley, que él se siente heredero de esa barra que se sentaba alrededor del fuego a contar historias. A mí me gusta pensar que mi oficio es ese. Y me gusta cuando desarrollamos una fuerza centrípeta de una barra de 60 o más en este caso, que miramos hacia ese fuego que construimos. Así que la palabra comparsa genera círculos. En ese círculo hablamos, planteo cómo viene el ensayo, hago las devoluciones. Esos rituales para mí son fundamentales en un tiempo sin rituales.

10. Innegociable: “Respeto al público de carnaval”

Trabajamos para contarle historias a la gente. Hay personas que no ven espectáculos artísticos en todo el año. Pero eligen carnaval. Entonces, quienes están arriba del escenario y quienes dirigimos tenemos una responsabilidad con un montón de gente que no tiene acceso a espectáculos. Y yo creo que los espectáculos de carácter popular tienen un valor enorme, porque pueden ser la gran puerta de entrada para otro tipo de propuestas con otras complejidades, o por lo menos con otras búsquedas estéticas. Porque el carnaval ya discurre sobre honduras muy profundas del ser humano. Para mí es fundamental respetar a ese público y servirle un banquete de maravillas, para que se sientan queridos. Eso es innegociable. Si hay un grupo que no quiere trabajar así, yo no tengo mucho que hacer.

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