Cuando a mediados del 2024 Horacio Rubino fue a buscar a Miguel Villalba para que se sumara a su conjunto, se encontró con una respuesta que no esperaba: “Yo te acompaño, pero vos me tenés que acompañar a mí”. Al principio, el director, letrista y figura histórica de Momosapiens “no tenía ganas” de volver a las tablas tras su retiro en 2022, pero luego la idea lo fue seduciendo de a poco.

“Horacio tiene que estar en carnaval. Porque el espectáculo lo requiere y porque Momosapiens es él. Es la persona que escribe y que no sé de dónde saca ese humor que es el sello del grupo”, señala Miguel en las horas previas a la presentación de los decanos del parodismo en la primera rueda del Concurso Oficial.

Es sábado y cae la tarde sobre Malvín Norte. En el complejo Ciudad Fútbol, pegado a la cancha de Basañez, los Momo se aprontan para una noche especial. No sólo se dará el retorno a escena de Rubino (según él, sólo por este año), sino que también lo hará el propio Villalba, una de las voces más emblemáticas del carnaval, después de cinco años sin salir.

El maquillaje de los componentes viene avanzado, y se espera que para las 19.00 llegue Horacio, quien tuvo que dar unas vueltas de último momento. Finalmente lo hace casi media hora más tarde de lo previsto. Baja de su auto con una mochila de cuero y una bolsa de Sí Sí -dos cosas de las que prácticamente no se despegaría-, cruza la cantina del club y llega al sector donde se despliega toda la logística pre Teatro de Verano.

Saluda a compañeros y allegados, hasta sentarse en un banco donde se dispone a hablar por celular durante un buen rato. Entre paneles de escenografía y elementos de utilería, saca una hoja A4 donde repasa parte de la letra. Un par de minutos después se para y llama a Xavier Font y Lucas Bolo, que se acercan para probar un remate que lo involucra.

Por allí anda observando todo Roberto Romero, que salió en el conjunto desde 1995 al 2001, y luego en 2006 y 2007. Figura de Oro del último carnaval y actor de la comparsa Valores, Romero colabora con la puesta en escena del conjunto en los últimos años, y asegura que la vuelta de Rubino “le hace bien al carnaval, a la categoría, y ni que hablar a Momosapiens. Es una referencia, un mojón en la historia del parodismo. Celebro además que vuelva de la manera que va a volver, que es el Horacio que extrañábamos”.

Pasan los minutos y se acerca la hora de partir. La tranquilidad de hace un rato se transforma en tensa calma, con gente caminando de un lado para otro y costureras que siguen dando los últimos retoques. Rubino se dirige al improvisado set de maquillaje. A su camino se encuentra con Paul Fernández, otra de las figuras del conjunto, con quien se estrecha en un largo abrazo. Después, sí, agarra una silla y queda a merced de las maquilladoras, pero antes, le obsequia unos minutos a la diaria.

Momosapiens en la previa del Teatro de Verano

Momosapiens en la previa del Teatro de Verano

Foto: Natalia Rovira

Por la vuelta

“¿Mi día? Más que mi día, te diría que mi semana ha sido una locura, con muy poquitas horas de sueño. Muchas vueltas diarias; a pesar de que hay gente que también las hace, yo soy uno más. Entre trabajo en casa, ensayos y alguna reunioncita al final, viene siendo realmente agotador. Pero hoy afloran muchas sensaciones, muchas emociones. Hace dos años que me retiré, y este año excepcionalmente vuelvo a subir para acompañar a Miguel Villalba”, comenta Horacio con indisimulable entusiasmo.

Es que en Momosapiens otros años se acostumbraba a llegar con nerviosismo a la primera rueda, pero este 2025 es distinto: “Hoy te puedo decir que estoy tranquilo, tenemos el espectáculo más que probado, en ensayos y en la calle, con una aceptación bárbara de las dos parodias”. Sin embargo, la posibilidad de los aplausos prolongados es algo que no deja de preocupar, más con el antecedente del año pasado, cuando en el final de la parodia “Uruguay 1973”, el público aplaudió 32 segundos según lo cronometrado por ellos mismos.

Respecto a la llave que facilitó su regreso, Rubino también da detalles de las conversaciones con Villalba, que decantaron en su vuelta: “Tuvimos una charla y lo invité porque el carnaval no se puede dar el lujo de no tener su voz presente. Él al principio no estaba muy afín a salir, por cosas muy tristes que le tocaron atravesar últimamente (Miguel perdió a su esposa en julio). Después le dije que le podía venir bien reencontrarse con su gente, recibir los aplausos, y lo terminé convenciendo de volver a los escenarios. Pero él me puso una condición: 'Salí conmigo'”.

“Es muy emocionante todo”, señala Horacio, y cuenta que lo sorprendieron la cantidad de mensajes que recibió en las últimas horas, a su teléfono personal y a las redes del conjunto: “Cosas que me llegan, que leo y que me mueven. Hace un rato mi hija me mandó uno de una familia entera de Artigas que se viene desde allá para verme”.

El reloj apura y surgen detalles que ajustar. El pintarse la cara se posterga para cuando llegue al Collazo. Habla con Federico Pereyra mientras ojea el panorama general. Por si fuera poco, llega el móvil de Subrayado para entrevistarlo en vivo. Sí, su palabra es la nota del día para el carnaval.

Foto del artículo 'Desde el club hasta el Collazo: así vivió Horacio Rubino su regreso al carnaval'

Foto: Natalia Rovira

Montaña rusa

A Horacio lo acompaña, por supuesto, toda su familia. Desde temprano están dos de sus cuatro hijos, Juan Manuel y Emma, asistentes de conjunto. Luego llegan Fiorella y Antonella, así como Giselle, su esposa, quien tiene que intervenir tras notar cierto desorden: “¡¿Cómo si el otro día se lo probaron todos y estaba bien, hoy no?!”. Son las 21.10 y se aproxima la hora de subirse al ómnibus para ir rumbo al Collazo.

Durante el viaje hacia el templo de Momo, las emociones pasaron por varios estados. Horacio se ubica en el asiento del guarda y pide que nadie le hable. Va mirando hacia afuera, concentrado, como visibilizando la maravilla de función que iban a ejecutar un rato después. Casi todo el recorrido fue en silencio. Sólo cerca de arribar al Parque Rodó descomprimió cuando le comentaron el resultado parcial de Peñarol, que Sergio Occhiuzzi iba siguiendo por el celular.

Al bajar de la bañadera, se da un abrazo con el Huevo González, colaborador en Momosapiens desde hace años, con quien había mantenido un pequeño cruce de palabras. Pasa el control de entrada después de que lo hacen todos los componentes y se dispone -ahora sí- a maquillarse.

A la pasada comenta: “Estoy tratando de calibrar todo lo que tengo que hacer”, y confiesa que esa especie de trance que atravesó en el ómnibus le sirvió para “reiniciar”.

La hora de brillar

Paul Fernández lo conoce muy bien a Rubino. Desde el 2010 se integró a su conjunto de parodistas y generaron una gran amistad, acentuada por su trabajo en conjunto en la radio todas las noches. Es, quizás, la persona que más insistía en que actuara una vez más.

“Para mí es una alegría tremenda. Se merecía otra despedida. Yo sufrí mucho su retiro hace tres años. En plena pandemia, Horacio con covid, sin poder bajarnos a la platea en primera rueda. Yo bajé quebrado, porque era la despedida de alguien con quien comparto muchas horas de mi vida”.

“Gracias a Dios, Miguel terminó de accionar lo que muchos compañeros le veníamos pidiendo. Yo personalmente lo hacía una vez por mes hasta que en una oportunidad me habló firme -cosa que no hace casi nunca- y me dijo: ¿No entendés que no quiero salir más?”, recuerda Fernández, ya disfrutando de una “energía” que se va apoderando del ambiente.

El momento de salir al escenario del Teatro de Verano se aproxima. Momosapiens va a tercera hora y hay más de 4.000 personas en las plateas. Siendo las 23.15, Paola Bianco y Álvaro Recoba presentan al conjunto, que trae su propuesta Comediantes, con las parodias “Becho a becho, me enamoré de ti”, la historia de Gerardo Matos Rodríguez, y “Amigos Inseparables”.

Rubino aparece en escena a los diez minutos de espectáculo, recibiendo un cálido aplauso. Sus primeras intervenciones desatan la risa de un público que se rindió a sus pies. Son todos goles, como se dice en la jerga carnavalera. Hasta los momentos donde se olvidó de encender a tiempo el micrófono de vincha, se utilizan para generar complicidad con la gente. Una noche redonda para los Momo, como hace tiempo no se les daba. Horacio baja aplaudido a rabiar, saludando a propios y extraños, sacándose fotos en los pasillos y sin poder desdibujar una sonrisa gigante de su rostro. El carnaval lo extrañaba.