Cuando tenía 16 años y lo escucharon cantar la retirada a los adolescentes de Falta y Resto, lo invitaron a salir en A Contramano, una murga con sello propio en la que hizo gran parte de su camino. Allí nació su apodo, Riquelme, por un personaje que el actor Toti Ciliberto hacía en Video match: “Jodíamos con eso y me quedó. No era porque jugaba bien al fútbol”.
Dice que tuvo una “suerte” que lo acompañó en su carrera, que lo llevó a participar en espectáculos que marcaron la historia reciente del género murga, y que lo encuentra a los 45 años con ocho primeros premios. A Contramano (2009, 2010), Asaltantes con Patentes (2013, 2022, 2024), Don Timoteo (2014, 2017) y Patos Cabreros (2015) fueron los conjuntos donde festejó ganar en la categoría más difícil.
Álvaro Denino, primo alto, voz de una tímbrica muy particular y carnavalero cien por cien, no oculta su fuerte deseo de ganar el concurso, más allá de algunos desencantos por la competencia que se genera. En diálogo con la diaria, el artista habló de su presente y su trayectoria, ya habiendo actuado en las tres ruedas en el Teatro de Verano y deshojando los días a la espera de una nueva noche de fallos.
¿Cómo es el proceso de la murga para llegar al producto final y redondear un espectáculo que año tras año esté peleando arriba?
Es un laburo largo. Más allá de que Maxi [Pérez, director artístico] tenía la idea general bastante clara, está permanentemente arriba de todo. De cada palabra, de cada coma. Todo está por un porqué, no hay nada dejado al azar. Es muy autocrítico y exigente con la murga y con él. Me parece que es la forma que funciona hoy en día para el armado de un espectáculo. Tenés que estar muy comprometido tanto al momento de crear como de interpretar. A veces, cuando uno baja la guardia, por el cansancio quizás, él está ahí pinchando. Así es que se llega a un espectáculo que funciona mucho.
¿Cómo ves a Asaltantes, teniendo en cuenta el año de la categoría?
El concurso está divino. Te diría, más bien, la aceptación de la gente. Porque el concurso tiene su encanto, su lado lindo, pero también tiene su otro lado que no está tan bueno. Cuando sos un conjunto que está siempre arriba, a algunos ya les molesta, hablando mal y pronto. A veces empiezan a hacer comparaciones o buscan cosas que ya están hechas. Hablo puntualmente de lo que sucedió con nuestro cuplé del ano. Lo más triste es que a veces los que crean esos videos son colegas de otros conjuntos que, en vez de preocuparse por hacer un mejor espectáculo, están buscando a ver qué hiciste vos para tratar de partirte. ¡No! Ensayá más o dedicale más tiempo al espectáculo tuyo. Todo es parecido a todo y ya está todo inventado. Pero más allá de eso, a nivel del público estamos muy contentos por cómo funciona el espectáculo. Viene muy lindo el carnaval.
Teniendo en cuenta esto que decís, ¿qué tan cruda puede ser la competencia en el concurso?
Todos queremos ganar. No me como esa de que “yo salgo en carnaval porque tal cosa”… No, no, vos querés ganar. A veces llegás, a veces no. Yo quiero ganarles a mis amigos, a mis conocidos. Son pocos, tengo más de los que me odian, pero me encanta que sea así. Ellos me quieren ganar, pero bien. Que hagan lo mejor posible. Después, si por espectáculo no da, OK, pero no estar deseando que se quiebre una pierna uno o se mande un gallo otro. No, no pasa por ahí. El carnaval es chiquito; hoy estás acá y mañana estás saliendo de nuevo con esos que te dieron para atrás. No tiene sentido. También a veces pasa que te saludan medio de sobradores… Ey, amigo, terminó carnaval y nos vemos el domingo en la feria. A veces hay egos particulares que no me gustan. A algunos se ve que las luces los marean.
La murga tiene a un grupo base que en los últimos años se repite casi en su totalidad. ¿Qué beneficia eso en materia coral?
La base está desde hace unos años, nos conocemos bastante bien. El laburo de Pablo [Riquero, el director] es recontra profesional. La intención de cada palabra la labura detalladamente. Está salado: me parece que de los arregladores, de los que están activos hoy en día, es el mejor, sin desmerecer a ninguno. Tiene un estilo que a mí me gusta, por cómo engancha las músicas. Más allá de arreglar y lograr acordes complejos, pasa también por el viaje musical: generar climas, matizar, levantar. Como te digo, de los directores de hoy creo que es el más completo. He tenido la suerte de salir con Pitufo [Lombardo], con Rafa Antognazza, con [Alejandro] Balbis. Todos tienen sus cosas muy buenas. A veces es más fácil adaptarse a un estilo que a otro.
¿Cuándo y de qué manera llegaste a debutar en carnaval?
Yo arranqué en 1997. Teníamos un grupo de niños tipo Los 8 de Momo, que se llamaba Siete y Medio. Éramos ocho, pero había uno que era petiso y por eso el nombre. Fuimos invitados a un festival de Carnaval de las Promesas y también estuvo A Contramano. Ese mismo día me dijeron para contar conmigo, pero ya era enero de 1996 y no había chance. Al otro año sí entré, apostaron por mí. A Gustavo Cabrera siempre le digo que soy un agradecido, porque se la jugaron por un botija a quien no conocía nadie. Estuve hasta 2012 con la murga. Fue todo un proceso de crecimiento personal y de la murga también.
¿En qué momento hacés el clic de que diste un paso grande en el carnaval?
La primera vez en Asaltantes con Patente. Ahí fue el cambio, sin desmerecer para nada a A Contramano, que ojalá vuelva a salir, porque le hace falta al carnaval. Pero 2013 fue un antes y un después. No en cuanto a coro. Sí de salir del lugar de confort y exigirse un poco más a uno mismo. Salir con otra gente que uno admiraba también.
Cuando arranqué, yo decía que ojalá algún día saliera con Pitufo, y se me dio en 2017. Así como te puedo nombrar al Pulpa Méndez, que es una bestia, a Pinocho Routin, a Luisito Ortiz. Otro que no me quiero olvidar, Marcel Keoroglian, que es de esos cupleteros clásicos que ya no quedan. Me encantaría ver en algún momento juntos al Negro Claudio y Marcel. ¡Me encantaría salir con ellos! Cupleteros de verdad, no standaperos. Hoy es otra cosa, mutó. Germán Medina, por ejemplo, que también salí con él y es una persona increíble. Terrible compañero y profesional. Lucía Rodríguez, lo mismo. Eso es la magia del carnaval, que te da la posibilidad de salir con cierta gente que no te imaginabas.
Ahí también conocés a Daniel Pascale, director responsable de Asaltantes al día de hoy, que volvió a convocarte.
A Daniel le vino la locura de sacar la murga y contó conmigo desde el vamos. También estoy agradecido con él. No le pongo el título de dueño. Es como un amigo ya. Es un tipo recontra sensible, cariñoso, que está en todas. Una excelente persona. Y eso es muy importante. Seguro le preguntás a cualquiera de los integrantes y va a decir más o menos lo mismo. Es uno más, no está con esa postura de dueño. Todo lo contrario, trata de pasar desapercibido.
¿Tenés claro que no es fácil ganar en murgas y vos ya sumás ocho primeros premios?
Sí. Creo que tuve la suerte de estar en grupos o conjuntos que siempre laburaron para eso. Y también la suerte de que lo convoquen a uno, porque hay dos millones de cantores que son unos cracks. Es buenísimo ganar, es como un mimo. Pero el día después de los fallos, volvés a la rutina de siempre. No te hace mejor persona. Hay que tener los pies sobre la tierra.
Aparte de las veces que me tocó ganar, con espectáculos increíbles, también quedan marcados otros, como El manicomio, con A Contramano [2003]. Salimos sextos, pero era contundente. En ese tiempo era una murga muy jugada, que iba más allá del concurso. Recuerdo a Albino Almirón haciendo un cuplé cantando colgado, cabeza abajo. A Manu Uriona tocando el serrucho en una canción final. Cabrera tenía esa visión de crear espectáculos diferentes al resto.
¿Sentís que ya sos una figura de esas que salen a buscar los conjuntos y que estás en condiciones de pedir determinadas cosas?
No me siento un murguista codiciado. Los lugares de donde me llamaron siempre me gustaron. Ahora no recuerdo, pero creo que nunca me cuestioné mucho desde dónde me llamaban. Lo importante es tener un buen grupo. Más allá de algunas discusiones que se pueden dar, porque compartís mucho tiempo, lo importante es el grupo. Tirar para el mismo lado. Si hay buena convivencia y hay conexión arriba del escenario, ya está.
¿Qué te quedaría por hacer en carnaval?
Admiro las otras categorías, pero creo que no podría. Por ejemplo, el parodismo me gusta, pero yo creo que no podría... Lo que bailan seguro que no, no aguantaría ni diez segundos.
¿Qué cambiarías para tratar de mejorar?
Yo me dedico al tema del sonido. Algo que pasa y veo que no mejora es la calidad de sonido de los tablados. A veces están peor. Me molesta y me sorprende. Es una falta de respeto para el conjunto y para el espectador que paga la entrada. El monitoreo es lo que más falla, porque en algunos tablados están bien equipados, pero no descubren cómo usar bien la consola. Es un debe. Yo entiendo que los costos juegan, pero es necesaria la calidad y gente que esté capacitada para desarrollar eso. Vale reconocer que el mejor sonido es el del tablado de Malvín, y ahí el que opera es Pablo Soñora, que no es amigo mío ni nada. Se preocupa por el laburo.
También me parece que entran demasiados conjuntos en carnaval. Quizás habría que filtrar más. Porque después esos conjuntos, que invierten mucha plata y lo hacen todo a pulmón, no tienen los tablados para, por lo menos, recuperar la inversión. A veces es preferible que pasen menos conjuntos y puedan tener más tablados.