Aunque no contaron con la maestría de un Steven Spielberg para potenciar injustamente su mala fama en todos los rincones del globo y debieron conformarse sólo con una serie de películas de terror de bajo presupuesto, las pirañas adquirieron a partir del siglo XX una peor reputación que los tiburones.
Fueron –y son todavía– la principal razón por la que muchísimas personas no meterían jamás un dedo en un río amazónico, convencidas de que una horda de estos voraces peces carnívoros las dejaría reducidas a un huesito limpio en cuestión de minutos. Pero no siempre fue así ni tampoco fue el cine de terror el responsable de crear el mito. Para ello, tuvieron que combinarse algunas características reales de estos peces, un famoso naturalista y un expresidente estadounidense de prosa muy vívida.
El 3 de abril de 1800, el naturalista y explorador alemán Alexander von Humboldt se encontraba en plena excursión por el Amazonas, en Venezuela, cuando descubrió unos peces que los nativos llamaban caribitos. “Atacan al hombre cuando se baña o nada, y con frecuencia le arrancan grandes pedazos de carne”, escribió en su diario. Agregó que “si se vierte en el agua unas gotas de sangre, acuden a la superficie a millares” y que los indios temían “indeciblemente” a estos peces.
En 1821 el propio Humboldt describiría para la ciencia la especie de piraña que vio, que hoy lleva el nombre científico Pygocentrus cariba. Su relato, exagerado o no, sin dudas ayudó a cimentar la reputación temible de las pirañas entre los europeos, pero fue otro aventurero famoso el que la potenció un siglo después, especialmente en su país.
Buena parte de la culpa de esta sobredimensionada fama de come-humanos que adquirieron las pirañas es del expresidente estadounidense Theodore Roosevelt, que en 1913 llegó a Brasil con el propósito de experimentar una última gran aventura en su vida: explorar un río amazónico aún no cartografiado, un objetivo que cumplió pese a que casi muere en el intento (otros tres miembros de su expedición no tuvieron la suerte de aplicar el “casi” a la frase).
Los brasileños, ansiosos por impresionar a aquel gran hombre sediento de aventuras, le dieron la bienvenida en la selva amazónica y se aseguraron de que le generara un impacto duradero. Durante días aislaron una sección del río Aripuanã con redes y colocaron allí todas las pirañas que pudieron pescar, sin dejarles nada de qué alimentarse. Luego, cuando llegó Roosevelt, le advirtieron que no debía aventurarse en este río porque de lo contrario sería atacado y devorado vivo por pirañas.
Ante el escepticismo de Roosevelt, arrastraron una vaca vieja con varios cortes en las ubres y la introdujeron en el río. Las pirañas, terriblemente hambrientas y expuestas a estas condiciones antinaturales, la atacaron efectivamente con un frenesí sangriento que impresionó muchísimo a Roosevelt. Los brasileños le contaron también un montón de historias morbosas e incomprobables sobre las pirañas que Roosevelt no olvidó.
Cuando regresó a Estados Unidos, débil y enfermo pero orgulloso de sus aventuras, publicó el libro Through the Brazilian Wilderness, publicado en español como El río de la duda, una exitosa crónica cuyas descripciones de las pirañas provocaron pesadillas a los lectores. Las describió como los “peces más feroces” del mundo (peores que “los más formidables peces”, como los tiburones) y aseguró que “arrancan un dedo o una mano imprudentemente introducidas en el agua, mutilan a nadadores y devoran vivo a cualquier hombre o bestia heridos”. Para peor, insistió en más de un fragmento en que son “comedoras de hombres” y aseguró que su cabeza, “con sus ojos malignos y sus mandíbulas cruelmente armadas, es la encarnación de la ferocidad malvada”.
Años después, filmaciones que mostraban cientos de pirañas alimentándose frenéticamente de animales (sin aclarar que estaban encerradas en un acuario y sin alimentarse durante días) terminaron de cimentar una fama que fue explotada por Hollywood a partir de finales de 1970. Por suerte, a diferencia de aquel chiste de Woody Allen, la vida no imita a la mala televisión.
Naturalistas carroñeros
Las pirañas pueden ser depredadores muy voraces, pero no hay evidencias de que alguna vez hayan devorado personas. Un estudio publicado en Environmental Biology of Fishes a finales de 1980 intentó encontrar la fuente de estas historias y no halló ningún registro verificado de personas que hayan muerto atacadas por estos peces. Tan sólo descubrió tres casos de pirañas que devoraron a seres humanos que habían muerto ahogados, lo que en todo caso demuestra su condición de carroñeras, tan útil para los ecosistemas.
“En condiciones extremas tienen comportamientos agresivos, por ejemplo cuando un grupo de pirañas quedan aisladas en un lugar y pasan mucha hambre, pero esa fama de atacar personas no parece tener ningún asidero”, explica el biólogo Marcelo Loureiro, del Departamento de Ecología y Evolución de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República. “Sí comen carroña y con mucha voracidad. Los problemas más comunes de los humanos con las pirañas se dan cuando quedan atrapadas en redes y rompen todo al intentar escapar. En esos casos a veces muerden en los dedos a los pescadores que las manipulan”, agregó.
Hay también algunos registros de mordeduras en dedos a bañistas, pero son ocasionales y no suelen obedecer a la voracidad de las pirañas, sino a su territorialidad en épocas reproductivas, al defender los nidos con huevos. En Brasil, por ejemplo, estos incidentes suelen ocurrir cuando hay gran cantidad de turistas bañándose cerca de donde las pirañas colocan sus huevos, en aguas cálidas y cerca de represas que crean hábitats favorables para estos peces, según concluyó un trabajo titulado Ataques de pirañas a humanos en el sureste de Brasil: epidemiología, historia natural y tratamiento clínico, con descripción de un brote de mordeduras que fuera publicado en 2003 en la revista Wilderness and Environmental Medicine.
Aunque muy raros, en Uruguay hay registros de mordeduras en condiciones similares, como ocurrió en el lago de Salto Grande en 2019, de acuerdo a reportes de prensa. A algunos lectores puede resultarles extraña la aparición de pirañas en Uruguay –aquí se les suele denominar “palometas”–, pero su presencia es común y tenemos más de una especie en nuestros ríos. Una de ellas es la que tanta mala fama adquirió en la Amazonia, pero no hay motivos para entrar en pánico. El propio Loureiro, que se ha especializado en el estudio de la fauna ictícola, se baña con frecuencia en los lugares donde pesca pirañas, como el río Cuareim o el río Uruguay, y concedió esta entrevista con todos sus miembros intactos.
Pirañas uruguayas de perfil bajo
La especie de piraña más común en Uruguay es Serrasalmus maculatus, que habita ríos, arroyos y lagunas marginales asociados a la cuenca del río Uruguay. No se alimenta de bañistas sino de ejemplares juveniles de otras especies de peces, crustáceos e insectos.
La de peor fama es Pygocentrus nattereri o piraña de vientre rojo, también presente en el Amazonas aunque no tan frecuente en Uruguay. Se halla ocasionalmente en el río Uruguay y sus afluentes, pero también se la ha registrado en el río de la Plata y el Santa Lucía. La tercera, bastante rara en el país, es Serrasalmus marginatus. “Principalmente se las encuentra en el río Uruguay y en los afluentes. Hay registros de pirañas en Montes del Queguay y lagunas marginales, y también aparecen en el Río de la Plata cuando ingresa mucha agua dulce del río Uruguay o del río Paraná; han llegado hasta el Santa Lucía”, dice Loureiro, que cuenta que una vez le trajeron un ejemplar bastante grande de Aguas Corrientes.
Aunque tengamos en Uruguay una de las temidas especies amazónicas, el comportamiento de las pirañas aquí parece ser menos agresivo, algo que según Loureiro se debe a diferencias ecológicas. Es probable que la mayor competencia por los recursos en el Amazonas genere una mayor avidez en las pirañas, lo que explica la cantidad de videos de Youtube que muestran a pirañas hipervoraces cuando les arrojan algún pedazo de carne cerca de zonas de pesca.
Si las pirañas realmente arrancaran un dedo a cualquier incauto que introduce una mano en el agua, en Sudamérica estaríamos realmente en problemas, porque varias especies se han expandido y convertido en invasoras gracias a ayudas de origen humano. Eso es exactamente lo que está ocurriendo con las pirañas de algunos de nuestros ríos, que están llegando a partes de Brasil (y también de nuestro país) donde no estaban registradas, como revela una reciente publicación.
Pirañas for export
Aunque las películas nos acostumbraron al tópico de las pirañas de Brasil que aparecen en balnearios turísticos de lugares lejanos –es básicamente la premisa de la mayoría de las cinco entregas de la saga Piranhas–, lo que está ocurriendo en el sur de Brasil es lo contrario.
En los primeros meses de 2021, reportes de prensa brasileña informaron sobre la aparición de pirañas en el río Jacuí, al sur de Brasil, una zona en la que hasta entonces no se encontraban estos animales y que está fuera de su distribución natural. Investigadores brasileños de la Universidad Federal de Río Grande del Sur y de la Universidad Federal de Santa María abrieron bien los ojos ante esta novedad y decidieron investigar el caso.
Primero consiguieron tres ejemplares capturados por pescadores tanto en el río Jacuí como en un arroyo tributario del río Vacacaí, que también se conecta con el Jacuí. Los identificaron como Serrasalmus maculatus, la misma especie que vive en el río Uruguay. Esas pirañas no debían estar ahí. Su distribución original es la cuenca del río Uruguay (que incluye el río Uruguay, Paraná, Paraguay y sus afluentes), que no tiene una conexión natural con la cuenca de Laguna de los Patos. Los peces de ambas han estado históricamente aislados.
Para comprobar si se trataba de episodios ocasionales, hicieron una revisión sistemática de notas de prensa, literatura académica, disertaciones en universidades regionales y también publicaciones online en busca de otros registros. Encontraron 35 reportes de pirañas en la cuenca de Laguna de los Patos. “Hay una razonable confianza en estos reportes de Serrasalmus maculatus –la mayoría, de pescadores profesionales– que indican una dispersión reciente a lo largo de la cuenca del río Jacuí, al menos desde 2015, según el registro más viejo de nuestra compilación”, indican los autores en el artículo.
¿Cómo habían llegado estas pirañas allí? Una introducción intencional es poco probable porque no es una especie de alto valor comercial, pero aun así la causa es seguramente humana. En el artículo, los investigadores consideran que el área de trasposición más probable se da en las interconexiones entre el río Ibicuí (que pertenece a la cuenca del río Uruguay) y el río Vacacaí (de Laguna de los Patos). “Se sospecha que estas interconexiones artificiales se producen como consecuencia del manejo de tierra y agua para agricultura (diques, canales y bombas) o trasposiciones para abastecimiento público”, aclaran.
Incluso dan la ubicación exacta de algunas posibles “puertas de invasión”, como dos canalizaciones artificiales para irrigación que están conectadas al sur del municipio de São Gabriel y que desaguan en las dos cuencas. Los autores advierten que existe el riesgo de que otras especies de la cuenca del río Uruguay, incluyendo a la piraña Pygocentrus nattereri, se dispersen por el río Jacuí “incrementando el riesgo de extinción para las especies nativas”.
“Es una zona muy baja, no hay casi divisoria de agua y hay arrozales que canalizan agua. Es imposible asegurar que así se produjo esta invasión, pero es muy probable que sea por el uso de la tierra o trasvase de agua para generar embalses para riego”, explica Loureiro, quien no participó en esa investigación.
Que hay otras especies liderando esa invasión e ingresando por esta misma vía lo tiene bien claro. Un trabajo que realizó en 2020 reportó por primera vez la presencia de tres especies de peces nativos de la cuenca del río Uruguay en el sector uruguayo de la cuenca de la laguna Merín (conectada a la Laguna de los Patos), que también están reportados como invasores en Brasil. “Son parte de un combo que vino con manejo hídrico humano en esa zona del Ibicuy y el Yacuí. El registro de esta piraña es el más reciente, pero documentamos ya la invasión del dientudo paraguayo (Acestrorhynchus pantaneiro), el torito (Trachelyopterus lucenai) y la corvina de río (Pachyurus bonariensis). Del mismo modo que llegó a esa parte de Brasil, la piraña Serrasalmus maculatus tiene muchas chances de invadir esa cuenca en territorio uruguayo”, advierte Loureiro. El problema, al igual que la alegría, no es sólo brasileño.
Me extraña, piraña
En otras zonas de Brasil, las invasiones de pirañas redundaron en una disminución de la diversidad y abundancia de especies nativas, incluyendo extinciones locales en áreas protegidas (como en el parque Estatal Río Doce). La presencia de las pirañas en el sistema conectado de la cuenca de la Laguna de los Patos y la cuenca de la laguna Merín no augura buenas noticias.
“El bajo río Jacuí y la cuenca de Laguna de los Patos alberga varias áreas protegidas cuya fauna acuática puede ser vulnerable a la depredación o competición de Serrasalmus maculatus. La región contiene varias especies raras, endémicas y amenazadas de Austrolebias, algunas de ellas de especial preocupación”, señalan los autores del artículo, que agregan que asimismo podrían estar en riesgo algunos decápodos (crustáceos) amenazados y el escuerzo grande Ceratophryus ornata, que en Uruguay también es considerado vulnerable por la Lista Roja de Anfibios y Reptiles (aunque no aparece al menos desde hace 30 años).
“Es que estás permitiendo que se meta un depredador que no estaba, y que seguro va a tener un impacto sobre los otros depredadores de la cuenca”, dice Loureiro. “En el caso del dientudo paraguayo, estudios brasileños ya concluyeron que hay competencia con especies locales, y acá en La Charqueada pasa lo mismo, ya lo tenemos ahí compitiendo con especies nativas”, advierte.
No sólo otros peces sufrirán la expansión de las pirañas por fuera de su distribución natural. Los autores aclaran que actividades humanas como la pesca o el turismo también pueden resentirse, como ha ocurrido en otros lugares, debido a la destrucción de redes y a la preocupación pública que suscitan.
Como se ha repetido varias veces desde estas páginas, cuando una especie invasora se establece en una región es prácticamente imposible erradicarla. Es necesario detener el proceso en una etapa temprana de la invasión, algo que tampoco es sencillo cuando no son claras las vías mediante las cuales se produce.
“La prevención es lo más importante, pero si progresa y explota demográficamente es muy complejo”, dice Loureiro. En el caso de Uruguay, la vía por la que la piraña podría invadir la cuenca de la laguna Merín es por el canal San Gonzalo, que la une con la Laguna de los Patos y que es por donde se estima que llegaron el torito, el dientudo y la corvina.
“Quizá allí podría haber alguna clase de control, porque es un corredor estrecho. El problema es que las medidas posibles, como la colocación de redes, suelen afectar a otras especies. Se me ocurre que se podría incentivar la pesca de pirañas, pero el inconveniente es que no son de interés comercial”, dice Loureiro con resignación.
El trabajo brasileño nos muestra al menos una instantánea del viaje que están haciendo estas pirañas invasoras. Los investigadores documentaron su dispersión a lo largo de 390 kilómetros desde los canales artificiales que unen los ríos Ibicuí y Vacacaí al lago Guaíba, un proceso que ocurre al menos desde 2015. “Las acciones más urgentes son la identificación de los mecanismos de trasposición de especies entre las cuencas y la interrupción de estos procesos. Monitoreos a largo plazo, la captura de especímenes para muestras de ADN, o la identificación de las posibles rutas de dispersión para evitar futuras invasiones de cuencas adyacentes son algunas de las alternativas para obtener información relevante, al menos para detener la expansión en las áreas invadidas, ya que el daño no es sólo ambiental sino social y económico”, aseguran los autores del artículo.
Cortar las vías de dispersión de las pirañas y otras especies potencialmente perjudiciales implica un replanteo o modificación de algunas prácticas productivas, con probables pérdidas económicas a corto plazo. “Veo muy difícil que eso vaya a hacerse por unos peces”, concluye Loureiro con realismo. El esfuerzo por advertir sobre los peligros ambientales de las invasiones biológicas está fallando tan consistentemente que a esta altura, 110 años después de la visita de Teddy Roosevelt, aquel espectáculo terrorífico que montaron en su honor parece más justificado hoy que entonces.
Artículo: “The record and threats of the invasion of palometa Serrasalmus maculatus (Characiformes: Serrasalmidae) in the Patos Lagoon drainage, Southern Brazil”](http://dx.doi.org/10.1111/jfb.15169)
Publicación: Journal of Fish Biology (octubre 2022)
Autor: Vinicius Bertaco, Fernando Becker, Marco Azevedo, Juliano Ferrer, Everton Behr, Tiago de Moraes, Nelson Fagundes y Luiz Malabarba.