Un jaguar (Panthera onca) se pasea entre los pinos jóvenes de una forestación en Artigas, cerca de una enorme grúa. O eso al menos es lo que dice la información que acompaña la foto que se comparte miles de veces en redes sociales y servicios de mensajería.

Sobre el asiento de una moto con matrícula uruguaya se ve un gigantesco tatú carreta (Priodontes maximus), atado con varias cuerdas para que no se caiga. Muchísimas personas comparten la imagen, impresionadas por la existencia de un bicho de ese porte en nuestro país y furiosas con los responsables del episodio.

Tatú carreta. Foto: tomada de redes sociales en junio de 2015.

Tatú carreta. Foto: tomada de redes sociales en junio de 2015.

Una señora mayor sale de su casa con un plato de carne y se lo da a un puma (Puma concolor) que espera manso frente a su puerta como si fuera un gato doméstico. La persona que publica el video en Instagram es de Argentina. “La abuela piensa que es un gato callejero y lo alimenta sin temor alguno, por eso el puma no la ataca; no percibe su aroma a miedo, es más: piensa que es la líder de la manada”, escribe. Se trata aparentemente del video de una cámara de seguridad, que se multiplica rápidamente en Instagram, donde es visto cientos de miles de veces en varios países, incluido Uruguay.

Si los tres casos parecen demasiado impactantes, curiosos o increíbles, hay una razón: los tres son falsos, cada uno a su manera.

La primera imagen, la del jaguar, es real, pero es falso que se haya producido en Uruguay, donde no hay registros de jaguares desde al menos 1901. Es una foto tomada supuestamente en una forestación en Misiones, Argentina, hace ya diez años, tal como puede verse en el portal Misiones Online.

La segunda imagen corresponde a un episodio que tampoco ocurrió en Uruguay, pero además está trucada. La matrícula original de la moto es del estado de Pará, en Brasil, país donde supuestamente se produjo el incidente protagonizado por esta especie, que tampoco se halla presente en Uruguay. El único registro documentado de tatú carreta en nuestro país es un cuero obtenido en Cerro Largo, que probablemente corresponde a un ejemplar de comienzos del siglo XX.

El tercer caso no ocurrió ni en Brasil, ni en Argentina, ni en ninguna otra parte de la Tierra: fue creado con Sora, una herramienta de inteligencia artificial (IA) para hacer videos, desarrollada por OpenAI. Al igual que ocurre con las leyendas urbanas, la historia es tan tentadora –una abuela de baja visión que confunde a una fiera salvaje con un gato– que se reproduce con varias versiones similares. En los últimos meses circularon muchos videos parecidos, hechos con aplicaciones de IA, que muestran a señoras mayores dando de comer a pumas mansitos, como en una escena sacada de Piolín y Silvestre. En la mayoría de los casos no se aclara que las filmaciones fueron creadas con IA.

La circulación de imágenes falsas o con información errónea de animales impacta en la forma en que muchas personas ven y consideran la fauna silvestre, un problema que se intensifica a medida que la capacidad tecnológica para crear videos hiperrealistas se perfecciona. La IA es una herramienta que puede usarse a favor de la conservación, como han mostrado los trabajos del uruguayo Javier Lenzi en Estados Unidos, entre muchos otros, pero su mal uso es un gran problema en ciernes.

Sobre eso trata un reciente artículo firmado por los biólogos José Guerrero, Tamara Murillo, Antonio Carpio, Francisco Tortosa y Rocío Serrano, todos de la Universidad de Córdoba (España), que detalla cómo este tipo de imágenes está distorsionando nuestro conocimiento de los animales y convirtiéndose en una amenaza adicional para su conservación. Sobre todo para los mamíferos, que por una cuestión de carisma suelen protagonizar estos contenidos.

Su publicación es una buena excusa para conversar con los mastozoólogos locales Ramiro Pereira y Enrique González sobre el fenómeno de la fake fauna (como lo hemos bautizado desde estas páginas) y la forma en que también está impactando en Uruguay.

AI, qué dolor

Es sencillo entender por qué algunas personas publican o difunden videos de fauna falsos, trucados o con información incorrecta. Como aclaran los autores del artículo, estas imágenes “pueden generar un aumento significativo en el número de seguidores, el impacto y la retroalimentación”. Por lo tanto, anticipan, este tipo de videos será cada vez más popular en las redes sociales, desde donde “están reformulando las actitudes del público hacia la biodiversidad”.

Para Enrique González, encargado de la Sección Mamíferos del Museo Nacional de Historia Natural, no importa si se trata de imágenes hechas con IA, trucadas o engañosas. El problema de fondo es el mismo. “El principal peligro de todo esto es la generación de información errónea. Será distinto su origen, pero el problema es la introducción de datos falsos en el panorama de la biodiversidad”, aclara.

Según Ramiro Pereira, también especialista en mamíferos y colaborador del MNHN, muchos de estos videos falsos generan miedos infundados sobre especies silvestres o, por el contrario, una confianza excesiva. “Eso provoca reacciones que pueden afectar directamente a la fauna. Por ejemplo, que algunos tomen represalias con animales que en realidad no son agresivos con la gente, el ganado o los animales domésticos, o fomentar que las personas intenten domesticar fauna silvestre”, advierte.

Como en la caja de Pandora, una vez abierto ese “paquete” de desinformación se disemina toda clase de males para los que no hay marcha atrás, aunque se corrija la información inicial o se aclare que los videos son falsos. “Luego de que echan a rodar las imágenes, no hay forma de convencer a mucha gente de que no eran ciertas”, dice Enrique.

Por ejemplo, tal como repasa el artículo, pueden generarse “conceptos erróneos sobre los comportamientos auténticos de los animales”, dar la idea de que algunas “especies en peligro de extinción son más abundantes o menos vulnerables de lo que realmente son”, mostrar “interacciones entre especies que son implausibles” (incluyendo la humana) o fomentar la “incorrecta identificación de especies”, entre muchos otros desafíos para la conservación que iremos viendo con más detalle.

Soy leyenda

Hace algunos meses, Enrique recibió una imagen que mostraba el presunto ataque de un jaguar a un trabajador de Artigas, que exhibía sus heridas frente a la cámara. “Me reenviaron varios mensajes de paisanos que decían que el hecho había ocurrido en la estancia de Fulano, o que era en tal lado o tal otro, y que aseguraban que era así porque se los había contado alguien conocido. Fue un caso extremo en cuanto a la cantidad de mensajes que recibí contando que eso era cierto, y obviamente una noticia de ese tipo puede generar mucho revuelo y problemas”, recuerda Enrique.

Su primera reacción fue desconfiar, ya que la distribución actual del jaguar no incluye a Uruguay, y parecía muy poco probable que alguno de estos animales hubiera escapado de un zoológico o llegado aquí desde la población de jaguares más cercana, como los Esteros del Iberá.

Hizo bien. Una búsqueda de imágenes permitió concluir que el episodio era real, pero había ocurrido en julio de 2023 en Venezuela. La imagen también circuló falsamente como procedente de Tulum, México, lo que llevó a AFP Factual a verificar los hechos.

Captura de pantalla AFP.

Captura de pantalla AFP.

A veces la fake fauna puede resultar muy convincente en la forma en que se presenta, al punto de engañar a verdaderos especialistas. Otro caso ocurrido a finales de 2024 lo demuestra.

En noviembre de ese año, una persona publicó en Facebook la foto de dos individuos sujetando con un lazo a un aguará guazú (Chrysocyon brachyurus), un hecho registrado supuestamente en Durazno. “Una persona del medio rural me pasó estas fotos”, aclaraba la persona, que luego comentaba que los dos sujetos habían matado al animal.

Foto trucada de aguará guazú atado en Durazno tomada de redes sociales.

Foto trucada de aguará guazú atado en Durazno tomada de redes sociales.

Aunque este tipo de publicaciones son frecuentes y por lo general se descartan luego de una búsqueda breve, como ocurrió con el jaguar de Artigas, este caso fue más insidioso. Lo que lo hacía creíble era la cantidad de personas de la zona que confirmaban que los dos sujetos de la foto eran efectivamente trabajadores de una estancia de Durazno.

El episodio provocó que varios investigadores perdieran tiempo en hacer pesquisas en el lugar e incluso llevó a que se solicitara la intervención de la Policía local. La verdad, sin embargo, era más compleja. Una búsqueda detallada permitió corroborar que se trataba de un fotomontaje. Esa imagen del aguará guazú –animal que sí puede encontrarse en Uruguay, como mostró el reciente y lamentable caso de un ejemplar atropellado– figuraba ya en publicaciones realizadas en Entre Ríos (Argentina) desde al menos 2021, aunque había sido invertida para insertarla en la foto de los trabajadores de Durazno.

Foto de aguará guazú usada para el fotomontaje de Durazno.

Foto de aguará guazú usada para el fotomontaje de Durazno.

La persona que publicó la imagen en las redes no era parte del engaño. Lo hizo de buena fe, como corroboramos desde esta sección tras hablar con ella a fines del año pasado, pero probablemente cayó en alguna broma elaborada que circuló en la zona.

“Estas cosas provocan gasto de tiempo y de dinero, pero como se ve en los ejemplos el origen es variado: tenemos malintencionados, bromistas, bienintencionados equivocados, o sea, una amplia gama de cosas que provocan que haya que destinar trabajo a analizar todo para limpiar el panorama e identificar qué es confiable y qué no”, acota Enrique. Hay tantos casos de este estilo que no hay espacio aquí para mencionarlos todos.

Tal como aclara el artículo de los investigadores españoles, “la publicación de videos e imágenes de animales que mencionan que fueron grabados en lugares donde no habita la especie constituye otra faceta no deseada de la desinformación sobre biodiversidad, que puede generar confusión acerca de qué especies animales están presentes naturalmente en un determinado lugar”. “Si gran parte de la sociedad ya tiene serias dificultades para discernir qué animales son especies nativas y cuáles no, estas imágenes pueden agravar dicha confusión”, advierte.

Ramiro coincide en que “esta clase de videos falsos es un problema serio porque generan información errónea en cuanto a distribución, presencia, ausencia y densidad de especies en peligro de extinción; si hay videos que las muestran en todos lados, mucha gente no percibe que sufren problemas de conservación y que es necesario que sean priorizadas”.

Los reportes falsos de animales raros en Uruguay, como el aguará guazú, son tan frecuentes que “embarran” la cancha cuando se produce uno auténtico, al generar desconfianza y obligar a un chequeo constante que hace perder tiempo e incluso puede dificultar los intentos por obtener información científica esencial para la conservación, como crear mapas con puntos de registro de la especie en el país.

Otro reporte de un aguará guazú que se viralizó en Twitter e Instagram, por ejemplo, supuestamente ocurrido en el norte del país, había sido compartido años atrás en la región y fue adjudicado a distintos sitios de Argentina y Brasil.

Aguará supuestamente visto en Artigas. Foto tomada de redes sociales.

Aguará supuestamente visto en Artigas. Foto tomada de redes sociales.

¿Qué hacés, bot?

Las bromas y engaños no son nuevos en la historia de la zoología, como aclara Ramiro. Incluso figuras legendarias han incurrido en esta práctica. El ornitólogo e ilustrador John James Audubon, una eminencia de comienzos del siglo XIX, no tenía por entonces redes sociales ni herramientas tecnológicas para trucar o crear imágenes, pero sí contaba con su pincel y su talento.

Ilustró en sus apuntes una docena de especies inventadas para despistar a su rival, el naturalista francés Constantine Rafinesque, que no sólo perdió tiempo en salir a buscarlas por Estados Unidos, sino que las dio como especies nuevas en sus propios trabajos. Y Audubon no sólo ilustraba especies inventadas para embromar a rivales. También abusó de la buena fe de miles de personas con su ilustración de la llamada Ave de Washington, un águila que no existía en realidad y que viene provocando discusiones desde hace al menos 160 años.

Muchos bestiarios, ilustraciones medievales y especímenes montados de forma fraudulenta también crearon concepciones erróneas sobre los animales o hicieron creer a muchas personas en especies que no existían, pero la diferencia de aquella proto fake fauna con la del tiempo presente es su alcance, la rapidez con la que se disemina y la posibilidad de producirla masivamente. Como señala el artículo de los investigadores españoles, “en las redes sociales la desinformación puede propagarse más lejos y más rápido que la información veraz”.

Según el artículo, hay tres características distintivas de la sociedad contemporánea que pueden exacerbar este problema: el uso generalizado de las redes sociales, la antropomorfización del comportamiento animal y la desconexión de la naturaleza.

Sobre lo primero, estiman que la capacidad de las redes sociales para ejercer influencia, combinada con información inexacta y fotografías o videos generados por IA, será “explosiva” para la diseminación de desinformación, “especialmente porque el contenido de vida silvestre generado por IA es cada vez más indistinguible de las grabaciones reales”. “Incluso para especialistas será cada vez más difícil discernir esto”, acota Ramiro.

Como anticipaban los mundos imaginados por escritores de ciencia ficción como Philip K Dick o Stanislaw Lem hace ya más de medio siglo, la tecnología nos está provocando hoy serias dificultades para distinguir lo real de lo que no lo es. Eso también lleva a muchas personas a cuestionar o desacreditar videos de fauna que sí son auténticos, lo que puede resultar tan perjudicial como dar por ciertas imágenes inventadas.

Fake ñus

La tendencia a la antropomorfización de los animales, el segundo punto mencionado en el artículo, es una característica clásica de los videos hechos con IA. Es muy común que se vea a animales interactuando con humanos en forma en que jamás lo harían en la realidad o teniendo actitudes atípicas de la especie y asociadas con emociones humanas (como, por ejemplo, agradecer a sus rescatistas), lo que provoca concepciones erróneas sobre el comportamiento y características de la fauna silvestre. Este tipo de representaciones pueden fomentar el tráfico de animales, el mascotismo de especies silvestres y provocar accidentes en la manipulación de la fauna.

En estos videos también es posible ver leones que juegan amigablemente con sus presas, o ñus que son capaces de actitudes heroicas, como rescatar sus crías de las fauces de un león (literalmente fake ñus).

El círculo es además vicioso. Mientras más de estos contenidos veas, más te lo mostrarán los algoritmos, y más posibilidades tendrás de acceder a otros videos falsos o engañosos, cada vez mejor hechos.

Los desafíos para la conservación son muchos. Los materiales suplementarios del trabajo incluyen una larga lista de videos creados con IA, cada uno con el detalle de por qué el contexto es irreal y problemático, entre los que se encuentran perezosos encariñados con ositos Teddy, especies híbridas inexistentes, perros que se hacen amigos de águilas silvestres o leones que pelean con lagartos de tamaño descomunal.

En las conclusiones del artículo, los investigadores españoles añaden otra amenaza derivada de la difusión de este tipo de videos. Hoy en día los investigadores de fauna usan datos recolectados en plataformas digitales y redes sociales “para responder preguntas ecológicas clave” de las especies, pero el volumen de contenidos online creados mediante IA podría hacer que el uso de esta información para trabajos científicos “resulte sumamente desafiante”, especialmente a la hora de chequear y filtrar la información.

“Aparte de todo lo que tienen que hacer los científicos y del desconocimiento general que hay sobre nuestra fauna, se suma ahora el fardo extra de desentrañar estos casos, para los que a veces tampoco tenemos las herramientas técnicas. Pero hoy en día cada persona tiene en su bolsillo una cámara fotográfica conectada a una red, y no podemos tampoco dar vuelta la cara e ignorar que allí hay información cierta y muy valiosa”, razona Enrique.

Nada podemos esperar si no es de nosotros mismos

Si los videos falsos de fauna eran ya un problema antes del perfeccionamiento de herramientas de IA, y si es altamente probable que este fenómeno se intensifique a medida que se fabriquen videos cada vez más realistas, ¿qué solución hay? Tal como admiten los autores del trabajo, “parece poco probable que se puedan implementar regulaciones comunes a nivel mundial en un futuro cercano”. La solución difícilmente venga de las empresas que obtienen tráfico –y, por lo tanto, ganan dinero– con este tipo de contenidos, aunque Ramiro asegura que es básico exigir que indiquen en forma clara cuando un video fue hecho mediante herramientas de IA.

En sus conclusiones, el trabajo señala que “es urgente implementar iniciativas que eduquen a niños y adultos sobre cómo interactuar críticamente con el contenido digital” y “cuestionar la autenticidad de las imágenes y videos publicados en las redes sociales”.

En otras palabras, hay que fomentar una mirada crítica y un escepticismo sano ante las imágenes de fauna difundidas a través de redes sociales, y pensar varias veces en el contexto antes de compartirlas o darlas por ciertas.

“Indudablemente pasa todo por la educación, que es un pilar en todo esto, tanto la de la persona común como la del periodista”, sostiene Enrique. Si los medios o incluso publicaciones especializadas en fauna no son rigurosos en su revisión de los contenidos, las consecuencias negativas se multiplicarán. Incluso los científicos, como Ramiro y Enrique reconocen, tendrán que prepararse específicamente para estos desafíos nuevos.

Según los autores del artículo, la educación es la manera de “reducir la propagación de desinformación y ayudar a que las personas estén mejor preparadas para distinguir entre la realidad y la ficción en un mundo cada vez más digital”, lo que a su vez ayudará a ver “la conservación de la naturaleza y la vida silvestre con mayor objetividad, apoyando decisiones de conservación mejor fundamentadas”.

Lo primero y más básico para lograr esto es aprender más sobre la fauna nativa y las amenazas que enfrenta, un área en la que todavía hay baches muy grandes en nuestro país. “El conocimiento popular de la fauna es bajo y específicamente de la fauna nativa es muy bajo, lo que expone a mucha gente a creer cosas que no son ciertas”, dice Ramiro. Además, como señala Enrique, “las ciencias naturales en Uruguay están muy lejos de recibir el interés social que merecen por su importancia para el futuro del planeta”.

Los desafíos que presentan la diseminación de información falsa a través de medios digitales y el mal uso de la IA afectan a casi todas las facetas de nuestra vida, no sólo la conservación, como ha quedado claro en el fenómeno global de las fake news y sus usos políticos. En un mundo en el que la biodiversidad está cada vez más acorralada, la peor noticia posible no es que réplicas hiperrealistas de especies amenazadas superen en difusión a las reales, sino que estén contribuyendo a que en el mediano o largo plazo sean las únicas disponibles. Igual que en una novela de Philip K Dick.

Artículo: Threats to conservation from artificial-intelligence-generated wildlife images and videos
Publicación: Conservation Biology (setiembre de 2025)
Autores: José Guerrero, Tamara Murillo, Antonio Carpio, Francisco Tortosa y Rocío Serrano.