El departamento de Colonia, en opinión del historiador Omar Moreira, representa un caso particular de “unidad en la diversidad”, característica que conserva hasta la actualidad. Pero esta unidad durante el siglo XIX, y en menor medida en el XX, se ha visto comprometida por las rivalidades entre sus ciudades y los intentos de crear nuevos departamentos escindiendo sus regiones.

Antes que naciera el departamento de Colonia en 1816, los avatares de la historia colonial pautaron una integración débil entre los diversos núcleos poblados. La puja entre Colonia del Sacramento, en manos portuguesas, y las guardias y pueblos españoles establecidos para detener su avance, jalonan estas relaciones conflictivas.

Desde 1777, cuando los españoles conquistan a Colonia, se fija un único poder en la región. Pero esta hegemonía de Colonia del Sacramento, que se extendía hasta Soriano, no tuvo la consistencia suficiente para someter a los otros pueblos bajo su dependencia, ni para crear un poder homogéneo.

Nace el departamento y arrancan las luchas políticas

En febrero de 1816, desde Purificación, José Artigas dividió la Provincia Oriental en 6 cantones o departamentos. Uno de ellos, con los límites que tiene hasta la actualidad, fue Colonia. El mismo comprendía: Colonia del Sacramento, Las Vacas, Colla, Las Víboras y el Real de San Carlos. En su capital desde 1809 ya existía un cabildo, y era sede de la autoridad militar.

En 1818, durante la invasión portuguesa, Colonia del Sacramento es ocupada por sus tropas. Se produce entonces un primer divorcio entre la capital del departamento y las poblaciones de campaña. Este choque llevó a los combates de Pichinango (1818) y del Colla (1819) entre las fuerzas portuguesas y las orientales.

Afirmada la dominación lusobrasileña, el portugués Manuel Jorge Rodríguez, desde la comandancia de la Colonia, ejerció un férreo control sobre el departamento. Esto motivó cierto malestar en la población de Carmelo, alentando conspiraciones de algunos patriotas contra los invasores.

Después de la revolución de 1825, los pueblos se desligan de la tutela de Colonia del Sacramento, que sigue en manos brasileñas. En 1826 es declarada Rosario como capital provisional del departamento. Al nacer el estado uruguayo, y con la Constitución de 1830, vuelve Colonia del Sacramento a ser cabeza departamental, funcionando allí la Jefatura Política y la Junta Económico Administrativa.

Las luchas políticas, en el marco de las guerras de independencia, fragmentaron la unidad del departamento. Pasada la Guerra Grande, las rencillas entre las ciudades se deberán a motivos económicos, y especialmente impositivos.

Los intentos “secesionistas”

Con el despegue económico que comienzan a vivir desde la década de 1860, Carmelo y Rosario, y especialmente sus sectores dominantes, intentarán segregarse y crear nuevos departamentos. Propondrán como límites de los mismos, los comprendidos por los antiguos partidos jurisdiccionales (de las Víboras y del Rosario) que venían desde el siglo XVIII.

En marzo de 1867 se constituyó en Carmelo una Junta de Vecinos para reclamar mejoras en beneficio de la localidad. Sus integrantes eran importantes propietarios y comerciantes como Adolfo Sáenz, Pascual Nieto, Epifanio Díaz, Leandro Amargós, Luis Loforte, Santiago Carassale, Pedro Cado, Juan A. Rodríguez, Pedro A. Mac-Vicar, Juan Petit de Murat, Adolfo Pons y Norberto Estrada.

En una de las sesiones de la junta, Luis Loforte realiza una moción para que se pida al Superior Gobierno forme un nuevo departamento compuesto por las secciones 3ª (Carmelo) y 4ª (Nueva Palmira), ya que éstos contaban con los “elementos necesarios” y porque sería “el único camino por el cual ambos pueblos saliendo de la tutela en que se hallan obtendrían ver realizados sus esfuerzos hasta hoy infructuosos”.

Dichos esfuerzos, según se alega, han sido “ineficaces por estrellarse siempre contra el egoísmo y espíritu de localidad que desgraciadamente ha influido entre los hombres que tanto en el pasado como en el presente, fueron encargados de la dirección general del Departamento”. Proponían además realizar gestiones ante el general Venancio Flores para lograr ese objetivo.

En un extenso petitorio se envió al Poder Ejecutivo se expresaba: “[H]aciendo uso del derecho de petición que les acuerda el artículo 142 de la Constitución del Estado [los miembros de la junta vecinal de Carmelo proponen] que se erija en un nuevo departamento a las actuales secciones del Carmelo y Nueva Palmira, concediéndoles por límites los que la superioridad estime conveniente”.

Y se agregaba que Carmelo “hasta en épocas anormales ha producido, mucho más de lo que necesita para cubrir su presupuesto”. Sin embargo, la zona se ha visto perjudicada por la “irregular inversión que hasta el presente se hace de sus rentas, aplicándolas a mejoras de otras localidades, o poniéndolas a premio en las casas de moneda”.

“La distancia que nos separa de la cabeza del departamento, y muchas veces la poca justicia con que fueron atendidos nuestros pedidos por la autoridad superior en él, han sido y hasta la fecha son los motivos que han dificultado la reparación de nuestras necesidades”, se quejaban.

Flores, sin embargo, no tuvo en cuenta el pedido, ya que su resolución dependía del poder legislativo.

En 1873, una Comisión Popular retoma los planteos de 1867 para intentar formar un nuevo departamento y descentralizar las rentas; en esta instancia se convocó a personalidades de la clase alta de Nueva Palmira, como Jacinto Laguna. En mayo de ese año se eleva un documento a la Cámara de Representantes y otra vez el petitorio fue rechazado.

Iglesia de Rosario (Colonia) en 1932. Biblioteca Nacional

Iglesia de Rosario (Colonia) en 1932. Biblioteca Nacional

Los impulsos rosarinos

En Rosario, en tanto, los vecinos le pidieron en 1866 al gobierno central separarse y crear un nuevo departamento. A finales de siglo se plantearan reiteradas quejas por el tema impositivo, en cuanto las rentas recaudadas allí eran empleadas en beneficio de la capital departamental.

En noviembre de 1897, el periódico “La Época” protesta porque la Junta Económico Administrativa se queda con un 40% de la Patente de Rodados que cobra la Comisión Auxiliar rosarina. Este era el único rubro con el que contaba la Comisión Auxiliar para atender a las obras de vialidad pública. Es injusto que “al Rosario se le quite parte de sus rentas para gastarlas en provecho único de la Colonia”– se menciona.

En una nota aparecida en marzo del año siguiente, titulada “Necesidad de progreso. Nuestro atraso y sus causas”, se insiste sobre las deficiencias que reporta la centralización de las rentas, atacando esta vez no sólo a Colonia del Sacramento, sino también a Montevideo.

El desinterés de los representantes del departamento en las cámaras por el adelanto local y el mal funcionamiento del aparato municipal ha llevado “a la ruina de Rosario”, según afirman. “Es cierto que en general, han afectado mucho á los departamentos las representaciones pasadas, que de todo se ocupaban menos de los intereses que iban á defender; que tenemos un sistema municipal muy defectuoso; y sobre todo que está considerado el Rosario muy inferior a lo que es y en la capital de la República se han ocupado muy poco del progreso de esta parte del Departamento”, señala la nota

Rosario, según afirman, ha sido un “elemento productor únicamente para la centralización de sus rentas en la Colonia o Montevideo”, mientras que no ha recibido de parte del Estado “ni el más mínimo impulso para adelantar la localidad y regularizar su edilidad defectuosa y sus medios de vida anulados por la absorción citada.”

El desarrollo comercial de Rosario al empezar el nuevo siglo hizo que los representantes por Rocha y Flores, José Espalter y Benito Cuñarro, propusieran en 1901 la idea de erigir el departamento de Rosario. La línea divisoria se fijaría en el arroyo del Sauce y el arroyo San Juan.

En el proyecto se argumentaba: “Un territorio de 2.500 a 3.000 kilómetros, como lo tendría el departamento de Rosario, con una población de 25.000 habitantes, con una multitud de centros poblados, con una constelación de colonias florecientes, como la Colonia Piamontesa, como la Colonia Cosmopolita, como las Colonias del Cufré y del Colla, con un pueblo de 8.000 habitantes como lo es el pueblo de Rosario; - una zona del territorio nacional tan rica, tan privilegiada como esta, debe necesariamente ser hoy un Departamento, y no es aventurado afirmar que mañana podría ser uno de los primeros de la Nación.” El proyecto, como en el caso de Carmelo, no tuvo andamiento. Falta de capacidad de presión en las elites regionales, o desinterés del gobierno nacional para sustentar estas propuestas, son las causas que pueden identificarse.

Por otra parte, la situación edilicia en Carmelo y Rosario era bastante mala, algo que los locales atribuían a la dependencia sufrida.

La composición escolar del niño Juan L. Dotto, alumno del colegio de varones, publicada en “El Progresista” en diciembre de 1888, revela el estado urbano de Carmelo. “Del Carmelo pienso que es una población muy comercial; por su gran comercio en cereales y piedra, como también en arena y manufactura. De sus plazas me hago el siguiente juicio: Están muy mal arregladas y cubiertas de yuyos, sus árboles colocados sin simetría. En una de ellas falta faroles y bancos y en fin diré que su vista es como la de un sitio baldío.[...] De sus edificios diré que son pocos lo que se pueden decir que son buenos”.

Esta paradoja de un alto potencial económico junto a un escaso desarrollo urbanístico se repite en Rosario. “La Epoca”, en un artículo de 1898 titulado “El Comercio en Rosario”, ponía sobre la mesa “dos datos contradictorios”: “este año se ha vendido para exportación por valor de UN MILLON DE PESOS ORO, cifra más o menos aproximada y todavía se reservan muchos para la suba, en TRIGO UNICAMENTE, sin contar con el tráfico desconocido hasta ahora, de cargas y mercaderías del Sauce al Rosario y viceversa”. Además, según el artículos, en los últimos dos años las casas de comercio “se han surtido como nunca y hay muchas a la altura de las mayoristas de Montevideo”.

“El que lea esto creerá que un pueblo en tales condiciones debía ser capital del Departamento y estar casi en la de una ciudad en miniatura. Y sin embargo[…] el Rosario no tiene una calle transitable, no tiene alumbrado, no tiene iglesia (¡la tienen La Paz y la Colonia Suiza!), los principios de ella están en pie graciasa los inauditos esfuerzos de Mr. de Angie nuestro cura párroco; no tiene plaza, porque solo hay dos en proyecto, no tiene teatro, y fuera del Club Cosmopolita y el Centro de Artesanos, ningún centro artístico ni musical ni literario donde pueda localizarse su cultura y difundirse la sociabilidad de su población”, lamentaba el articulista.

La absorción de las rentas de ambas poblaciones por la capital departamental puede explicar parte de su retroceso, aunque no del todo. Si bien el periódico rosarino “La Epoca” destaca en 1885 que el desarrollo edilicio de Colonia del Sacramento y su situación urbanística no era mejor que la de Carmelo o Rosario.

Las Comisiones Auxiliares, por otra parte, muchas veces se veían carentes de fondos, no porque los remitieran todos a Colonia del Sacramento, sino por otras irregularidades. En 1888 se descubrió un desfalco en la Comisión Auxiliar de Rosario, por integrantes de la administración anterior. El mismo año, al asumir los nuevos miembros de la Comisión Auxiliar de Carmelo se encontraron con un déficit de 800 a 1.000 pesos - por deudas u obligaciones contraídas- dejado por la administración pasada.

La “lucha de puertos” en Colonia

Estos conflictos entre las poblaciones del departamento se transformaban a veces en rivalidades entre sus grupos comerciantes, derivando incluso en una “lucha de puertos”. Un departamento que vivía especialmente del comercio y el tráfico portuario era evidente que podía generar estas disputas.

El periódico rosarino “El Republicano” desmiente en 1886 que Rosario sea tributario económicamente de Colonia del Sacramento. “El comercio del Rosario no tiene ninguna relación con el comercio de la Colonia y menos porque prestarle ningún tributo.”– afirma. “Al contrario, hasta hace poco era el Rosario que surtía de harinas, de cerveza y de otros productos a Colonia. Varios negociantes de campaña que pertenecen a la sección de la Colonia vienen a hacer sus compras en las casas mayoristas de esta villa”, se agrega.

La clase comerciante urbana, de este modo, competía por sus áreas de influencia en el ámbito rural. Sin embargo, el mejor funcionamiento de los servicios, o la mayor disponibilidad de bienes, incidían más que las distancias, para que los consumidores, productores y comerciantes de campaña optaran por un núcleo poblado o por otro, para efectuar sus compras o realizar sus despachos de mercaderías.

En 1888 se insiste sobre la canalización del río Rosario. Su navegación, debido a los bancos y escollos en la barra del río, se ve dificultada, teniendo que estacionarse los buques durante varios días para poder entrar o salir. Por eso el flete sale el doble del que se paga de Colonia a Montevideo, pese a hallarse a una distancia menor de la capital. Esto redunda en perjuicio de los “industriales del Rosario”, según comenta “El Independiente”, citando un artículo aparecido en “La Razón”.

La clase comerciante rosarina reclamará durante mucho tiempo por la canalización del río, para así competir con otros puertos. Una lucha similar llevarán adelante los comerciantes de Carmelo. Reiteradas veces intentarán que el gobierno canalice el arroyo de las Vacas. El periódico “El Carmelitano” propondrá en 1884, que cierto tráfico de ultramar que se dirige hacia Nueva Palmira, podría desviarse y concentrarse en la Isla Sola, frente a Carmelo.

Pero los barcos de gran calado, para desgracia de los comerciantes de Rosario y Carmelo, seguirán recalando en los puertos de Nueva Palmira y Puerto Sauce (Juan Lacaze).

Estas rencillas entre centros poblados, también se reflejaron en el ámbito cultural. En 1888 se pensaba erigir un monumento a Solís y otros navegantes. Los vecinos de Nueva Palmira promovían ubicarlo en Punta Gorda –lugar donde finalmente se emplazó– y los de Carmelo en el arroyo de las Vacas (sitio donde habría desembarcado Solís, y por lo tanto, más fiel a la verdad histórica).

Una larga polémica se ventiló en la prensa, mostrando los “celos locales”, según apreciaciones aparecidas en “El Progresista” de Carmelo. Este medio de prensa llamó a la concordia entre los “elementos ilustrados” de ambos pueblos, tratando de arbitrar una decisión conjunta, por medio de una comisión integrada por dos o tres individuos de cada localidad, para la elección del sitio donde se ubicaría el monumento. Al respecto expresó: “¿Por qué no ponerse de acuerdo ambos pueblos, dejándose de antagonismos y apasionamientos que no están bien tratándose de conmemorar el grandioso hecho del descubrimiento del Río de la Plata? Es de sentir verdaderamente que una cuestión de historia sirva de germen pernicioso de discordia entre dos pueblos hermanos y vecinos; y esto debía evitarse á todo trance, colocándonos todos en el terreno de la verdad, de la justicia, del sentir elevado y del meditar profundo”.

Finalmente, los vecinos de Nueva Palmira descartaron una decisión conjunta y levantaron por su cuenta el monumento en Punta Gorda, que se inauguró el 12 de octubre de 1888.

En los siglos XX y XXI estas rivalidades entre las localidades del departamento se han atemperado, aunque muchas prosiguen latentes. Según recordaba el maestro Omar Esteban Pita en su libro “La Región del Rosario” (1975), a fines de la década de 1920 el periodista y exjefe de policía, Guillermo Ingold, desde el periódico “Helvecia” proponía la separación de la parte este del departamento para conformar un nuevo departamento de Rosario.

En 2017, en Carmelo, desde las redes sociales y la prensa se retomó la idea de querer separarse de Colonia y tener una jurisdicción propia.

El tema de la injusta utilización y distribución de las rentas sigue estando sobre el tapete. La ausencia de un proyecto de alcances departamentales por parte de la clase dirigente ha impedido consolidar la unidad de la región, pero también, y percibido desde el tiempo largo, esto se ha visto imposibilitado por una integración frágil entre las distintas poblaciones desde el nacimiento del departamento.