En pocos días será inaugurada la Plaza de toros del Real de San Carlos. Una de las calles que desemboca en la misma lleva, desde el año 2020, el nombre del investigador y memorialista Heroídes Artigas Mariño. Coincidiendo asimismo con el día del historiador coloniense (10 de diciembre), queremos recordar su trayectoria.

Heroídes Artigas Mariño nació en Montevideo el 30 de agosto de 1939. Sobre sus años de infancia, en una entrevista realizada por Ana C. Grosso para La Colonia en octubre de 2002: “Yo nací en Montevideo, en el barrio La Unión, a los cinco años vinimos con mis padres y mi hermano a Colonia. Vivíamos en unos conventillos en la calle Manuel Lobo casi Alberto Mëndez./ Ahí nos criamos”.

Artigas Mariño cursó estudios en la Escuela 1 y Liceo 1 de Colonia del Sacramento. Realizó estudios incompletos en la Facultad de Derecho de la Universidad de la República. Comenzó a trabajar en la prensa escrita en 1957 en el bisemanario La Colonia. Acerca de sus inicios comentó, en la entrevista ya citada: “en La Colonia en una época hubo páginas enteras que hemos hecho sobre todos los temas de investigación. Eso fue en el año 1957, que fue cuando yo terminé el Liceo y me llamaron para trabajar en el periódico”.

Después se desempeñó en otros medios de prensa locales como el periódico El Sol, editado por Ricardo Montenegro durante los años de 1980 y 1990. Allí trabajó durante unos diez años. En la década de 1980 fue colaborador de la revista Hoy es historia, dirigida por el profesor e historiador Alfonso Fernández Cabrelli. En la década de 1970, asimismo, se desempeñó como profesor de historia en el liceo departamental J. L. Perrou.

En 1969 publicó Colonia Gráfica, donde empezó a realizar pequeños textos de historia. Esta labor se incrementó con la aparición, entre 1975 y 1985, de la revista Estampas Coloniales, editada en la imprenta de El Ideal, a cargo en ese entonces de Pío Santiago, donde incursionó en la investigación histórica de manera más seria.

Acerca de este cambio en su tarea, comentó: “la parte más seria con mayor estudio de investigación fue cuando arrancó Estampas Colonienses [sic] con Pío Santiago […]. Yo entonces me acredité como investigador en el Archivo General de la Nación y comencé a vincularme con bibliotecas antiguas. Recibía material de todo tipo y también compraba para informe sólidamente. Todo fue más serio”.

Y agrega: “Se desarrolló un estudio escueto de personajes, historias, cuentos, etc. La gente por suerte apoyó y a pesar de algunas dificultades pudimos seguir trabajando”.
Durante la dictadura, un contratiempo frecuente fue la censura. “En el municipio había una oficina que controlaba las publicaciones […] y por esa razón hubo que escribir todos los artículos y mostrarlos en esa repartición, que oficiaba de filtro o centro de censura previa”, escribió Luis A. Carro en una nota publicada en la Revista U en mayo de 2000).

Esto no fue un obstáculo para que la revista siguiera a lo largo de diez años, llegando a unos cincuenta números. Allí los colonienses, a través de abundante documentación y recreaciones sobre todo sociales y culturales, pudieron acceder a un pasado prácticamente oculto de la ciudad trisecular.

En su segunda etapa (1996-2013) la revista cambió el nombre por Estampas Colonienses, siendo co-dirigida junto a su esposa la maestra Estela Ibarra y sumando nuevos colaboradores como Alejandro Germán, Luis A. Carro y Sebastián Rivero, entre otros. En esta etapa alcanzó los cien números, siendo un punto de referencia para los estudiosos y curiosos del pasado local y departamental.

En 2005 fue miembro fundador del Centro Histórico y Geográfico de Colonia. Desde el mismo se organizaron varias charlas y encuentros de historia local, nacional y regional. Publicó unos seis libros, entre los que se destacan: Colonia del Sacramento. Memorias de una ciudad (1986), Colonia para todos (1991) y La aventura del Real de San Carlos (2001).

En la revista Estampas, en sus dos épocas, y en sus libros, Artigas Mariño investigó principalmente acerca de la historia de Colonia del Sacramento en los siglos XIX y XX. Mucha información desconocida fue relevada y difundida por el investigador.

Realizó su labor de investigación en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Uruguay, donde la prensa de Colonia del Sacramento relativa al siglo XIX no había sido compulsada, el Archivo General de la Nación y el Archivo Regional de Colonia. Empleó, asimismo, el testimonio oral. “Eran verdaderas enciclopedias andantes”, afirmó el historiador de antiguos vecinos colonienses. (Testimonio recogido por Arturo Bentancur, Historia regional en Uruguay, 1993, p. 27).

A lo largo de los años conformó un amplio archivo fotográfico, que resultó fuente de consulta para numerosos estudiosos nacionales y extranjeros.

Falleció el 26 de julio de 2012 a los 72 años. El periodista y poeta Luis A. Carro en una emotiva nota necrológica, evocó las enseñanzas que le dejó su amigo y colega Heroídes: “Por esa senda fui descubriendo que la historia de mi solar no sólo estaba reservada a los grandes nombres, sino que a la vuelta de la esquina también estaban los vecinos, sus memorias, sus ejemplos./ Con él aprendí a recomponer navidades de antaño a partir de una foto desteñida, a detectar el primer automóvil a tumbos por calles de tierra, o el ferrocarril que llegaba a destino, en relatos o recortes de diarios.” (Estampas Colonienses, setiembre 2012, p. 3).

Desde enero de 2020, a iniciativa del edil departamental Santiago Pittamiglio, una calle en el Real de San Carlos, que desemboca en la Plaza de Toros, lleva su nombre.

Uno de sus temas predilectos fue el estudio del Real de San Carlos y sobre todo del complejo Mihanovich. Tanto en la revista Estampas como en sus primeros libros, aparecían referencias al respecto. Todo este material integraría, finalmente, un libro específico acerca del lugar. Esta es, sin duda, una obra pionera, por la síntesis que efectúa.

Con anterioridad se contaba con los textos del presbítero Gerónimo P. Bianchetti y de Emilio Fourcade, el primero de tipo religioso y centrado en la capilla de San Benito y el segundo perfilado como un panegírico del arte tauromáquico y las corridas de toros en el Real de San Carlos. Hacía falta una obra que reseñara todo el transcurrir histórico de la antigua villa y luego barrio del Real de San Carlos. Artigas Mariño cumplió con esa tarea, necesaria y oportuna.

En el libro La aventura del Real de San Carlos, haciendo honor a su título, plantea el poblamiento y urbanización azarosa de la zona, primero como campamento militar, un real en homenaje al rey Carlos III de Borbón y luego como punto turístico privilegiado en el Río de la Plata, durante la etapa del Complejo del Real de San Carlos, capitaneado por Nicolás Mihanovich (hijo), vástago de una gran familia naviera fundada por su padre.

Entre medio destaca la aparición de pulperías, saladeros, una fábrica de carnes conservadas y de empresas areneras. Queda también referida la importancia del estadounidense Benjamín D. Manton para la zona, de cuya trayectoria fue gran conocedor.

El material sobre el Complejo del Real de San Carlos es amplio y abundante, prueba de una labor y pasión de toda una vida. Su gusto por la anécdota y los pequeños relatos muestra su interés por la construcción histórica en tono menor, como forma de acercarse al día a día de los sujetos históricos. A los veinte años de publicado el texto, sigue siendo un material disfrutable y de referencia.

Hoy que la Plaza de Toros y el Real de San Carlos vuelve a estar en la agenda departamental y nacional –y por qué no, mundial- es bueno rescatar la labor constante de uno de nuestros principales investigadores y enamorados del pasado local y zonal. Creo que le hubiera gustado ver esta vuelta, muy merecida, de la Plaza de Toros y del Real de San Carlos, a un sitio que estuvo por mucho tiempo negado.