A diferencia de lo que sucedió en períodos anteriores, los apicultores uruguayos celebran los “muy buenos” precios que la miel tiene en los mercados internacionales. El productor coloniense Gustavo Fripp dijo a la diaria que “el ánimo en los apícolas ha cambiado mucho”.

“Ha sido un año muy atípico: el año pasado el kilo de miel costaba 1,10 dólares y este año ronda los tres dólares, y los costos son los mismos que antes, de modo que los márgenes son otros”, explicó.

El aumento de precios “responde” a variaciones que ha habido “en el mercado internacional. Uruguay no talla en la fijación de precios, es tomador de precios, y los volúmenes que produce no mueven la aguja a nivel internacional”, indicó. Una de las razones que explican la suba de los precios es el “retiro” de los mercados “de la miel sintética que producían en Asia”. “Hasta el año pasado en el mercado hubo una seudomiel de origen asiático que se vendía como miel. Pero los mercados con gran poder adquisitivo empezaron a exigir análisis a ese producto, y eso llevó a que esa falsa miel fuera retirada del mercado”.

Además, según estimó, el consumo de miel ha ido en aumento -“cerca de 8% anual”-, mientras que “la cantidad de colmenas y el rendimiento de cada una de ellas viene menguando, lo que provoca que la miel genuina no alcance para satisfacer el consumo”.

Según Fripp, esa conjunción de factores ha provocado el aumento significativo de los valores. No obstante, advirtió que “se ha llegado a un techo en el precio, porque los consumidores finales en un momento dicen: 'Basta, hasta aquí puedo pagar'.”

Otro punto a favor de 2021: este año los mercados europeos no trancaron el ingreso de la miel uruguaya debido a la presencia de glifosato en su composición. “Esos problemas siguen estando en nuestra miel, es un problema real, pero Europa utilizaba esa restricción como una barrera paraarancelaria para bajar los precios nuestros y proteger a sus productores”. Fripp valoró que “se han bajado considerablemente los niveles de glifosato en la miel, porque se está haciendo un uso más racional y los productores estamos aprendiendo a manejar la colmena de modo tal que se puedan minimizar esos impactos”. “Todos los agroquímicos que se aplican en el ambiente terminan en la colmena”, añadió.

Los problemas que persisten

Algunas cosas no han cambiado para los productores apícolas. En la lista de problemas hay que incluir la muerte de las colmenas “por el mal uso de agroquímicos, en particular los insecticidas que matan los insectos y también a las abejas, especialmente cuando los cultivos están en floración”.

La mayor cantidad de muertes de abejas se han registrado en las floraciones de colza, “que termina siendo una trampa mortal para las abejas; es la única floración que hay en invierno, todas las abejas están en ese cultivo, y cuando se hace una aplicación de insecticidas mueren todas las abejas que están en el entorno”, lamentó. Agregó que actualmente “se está aplicando insecticida en la soja y tenemos un problema similar”.

Para Fripp, los productores agrícolas “hacen un mal uso de los insecticidas, porque está prohibido utilizarlos en cultivos en floración e igualmente se usa; además existen alternativas menos nocivas que esas aplicaciones y por diferentes razones no se utilizan”.

El productor coloniense cree “que desde el Estado deben tomarse medidas y hacer cumplir con las normativas que ya existen al respecto. Y también el Estado debe controlar, y no esperar a que un productor denuncie al vecino que mató sus colmenas; debe actuar, sin necesidad de que se genere un enfrentamiento entre los vecinos”.

Fripp explicó que “los apicultores estamos de prestado en esos campos, más allá de que cumplimos un servicio con la polinización, y enfrentarnos a los productores implica que nos alejen de esos campos”. “Estamos en una situación muy complicada, porque el mal uso de los agroquímicos nos mata las colmenas y si denunciamos nos sacan esos lugares, pero si no denunciamos el Estado es omiso, hace la vista gorda y no pasa nada. Reclamamos un papel más protagónico del Estado, especialmente de la Dirección Nacional de Servicios Agrícolas, para que tome cartas en el asunto”, agregó.

La gestión de la apicultura

Fripp forma parte de la Mesa Apícola Departamental de Colonia, que integran “150 apicultores del departamento, proveedores de insumos, compradores de productos y representantes de organismos departamentales y nacionales que trabajan en el territorio”, indicó. “A nivel nacional estamos asociados a cooperativas que están en la Comisión Nacional de Fomento Rural, donde hay una mesa apícola [...] También somos socios de la Sociedad Apícola Uruguaya, que está afiliada a la Asociación Rural del Uruguay”, aclaró.

La Mesa Apícola Departamental de Colonia realizó un “balance de la gestión relacionada a la apicultura”, al cumplirse el primer año del gobierno nacional. “Hicimos un análisis de los impactos de las medidas tomadas”, que son “vistas como señales no positivas en algunos casos”, dijo Fripp.

“A modo de ejemplo, la conformación de la Comisión Honoraria de Desarrollo Apícola, que es el órgano rector nacional en el sector, que está integrado por organismos del Estado -MGAP, MIEM, exportadores y productores”, señaló. Y agregó: “en el caso de los productores la ley decía que debían estar representadas las dos instituciones más representativas y este gobierno optó por darle los dos lugares a la Asociación Rural del Uruguay, dejando como suplente a la Comisión Nacional de Fomento Rural”.

Para el gremialista de Colonia, “cuando se apunta a una visión única creemos que se pierde el gran capital que tiene la diversidad de opiniones. “Se está dando prioridad a instituciones muy afines a la ideología de este gobierno, por lo cual nos preocupa aún más en relación a la concentración”.

Vida transhumante

El desarrollo de la actividad apícola en Uruguay implica que un productor coloniense debe realizar cientos de kilómetros a lo largo del año persiguiendo las diversas floraciones. Fripp explicó a la diaria cuáles son los derroteros que debe seguir para obtener la miel: “Nosotros estamos en Conchillas, en una punta de Uruguay. En otoño y durante 40 días está la floración de eucaliptos. En julio, en el sur, producimos con la floración de la colza. Después, en primavera, vamos con las colmenas a trabajar con la floración de los montes naturales ribereños de ríos y arroyos”.

“Posteriormente se traslada a las praderas de leguminosas en las zonas ganadera y de tambos. Finalmente, trabajamos con la floración de la soja en verano”, contó.

Entonces, “las colmenas se cargan en el camión tres o cuatro veces por año para hacer 50, 200 ó 500 kilómetros siguiendo a las flores que nos ofrecen el polen y el néctar para las colmenas”. Fripp considera que “es un trabajo muy sacrificado, que la mayor parte de las veces se realiza en familia o con mano de obra contratada muy escasa”.