En el Real de San Carlos, entre las calles Juan M Blanes, Rafael Barradas y Pedro Figari, funcionó durante la década de 1880 una fábrica de carnes congeladas de los hermanos Drabble, conocida popularmente como el “saladero”, que marcaría los inicios de la industria frigorífica en el Uruguay.

A partir de 1875, según el historiador Peter Winn, la presencia del imperio británico se consolida en el país, impactando sobre todo en su economía. Sin embargo, ya desde los años de 1860, numerosos inversores de ese origen habían comprado tierras y desarrollado empresas vinculadas a la ganadería. Este fenómeno será propio del Río de la Plata y sus agentes tendrán un pie en cada orilla.

Los hermanos Drabble, protagonistas de esta historia, fueron de los empresarios más activos. George W. Drabble—al parecer el cabecilla de la familia— había llegado en 1848 a Buenos Aires con veinticuatro años para vender artículos de algodón a cuenta del negocio paterno en Manchester. En la década de 1850 invirtió en tierras en el Uruguay, se dedicó a la cría del ovino y fue uno de los pioneros del «boom» del lanar (los productores introdujeron en sus estancias ejemplares ovinos de las razas Cotswal, Lincoln y Shropshire).

En los años siguientes sería partícipe de emprendimientos tales como el ferrocarril argentino y uruguayo y el tranvía en Buenos Aires. En 1867 fue uno de los directivos del Banco de Londres y Río de la Plata. Si bien en muchas de estas empresas era un modesto inversionista, sostiene Henry S. Ferns, su conocimiento de la región y su talento lo catapultaron a puestos dirigentes.

Los Drabble adquirieron tierras en Miguelete, San Pedro y La Estanzuela, a partir de 1850, a su nombre o de la empresa River Plate Estancia Company. La administración de sus propiedades en el departamento de Colonia estuvo a cargo de Guillermo J Wilson. La firma Drabble Hnos. obtuvo en 1866, de sus propiedades de Colonia y San José, 93.835 kilos de lana de sus 53.585 ovejas, representando un promedio per cápita de mil setecientos cincuenta kilogramos, superior al rendimiento medio estimado de mil ciento cincuenta kilogramos. Cabe aclarar que el departamento de Colonia pasó de tener apenas 56.126 lanares en 1852, a contar con 1.314.984 en 1882. Este factor, junto al surgimiento de colonias agrícolas de inmigrantes, lo convirtió en un puntero de la modernización rural que aconteció en el país.

En las exposiciones internacionales de 1862 en Londres y 1867 en París resultaron premiados por sus lanas. Los Drabble, al igual que otros terratenientes británicos radicados en Argentina y Uruguay, se dedicaron a la cría de ovejas de razas inglesas, que producían carne y lana (entre los demás estancieros extranjeros y criollos de Uruguay, predominaron las razas francesas de solo lana). Fueron empresarios innovadores que ramificaron sus intereses en el agro, la industria y la banca. No fue extraño, por lo tanto, su rol de pioneros en la fabricación de carnes congeladas.

El “saladero” de los ingleses

Refiere el investigador Juan A Varese que los Drabble formaron The River Plate Fresh Meat Company Limited, una sociedad por acciones, con el objetivo de exportar carne fresca enfriada por el sistema Haslam. El capital inicial fue de doscientas mil libras esterlinas, previéndose la instalación de dos plantas, una en el Real de San Carlos y otra en Campana, Provincia de Buenos Aires.

En julio de 1884 comenzó a operar el establecimiento uruguayo. La inauguración de este emprendimiento se celebró con un lunch, al que asistieron autoridades, el cuerpo consular y varias personas vinculadas al comercio y la actividad agropecuaria.

En un artículo aparecido en la Revista de la Asociación Rural en agosto de ese año, Manuel Criado Pérez, integrante de una familia de grandes propietarios de la zona, comenta que la fábrica del Real de San Carlos consta de tres grandes galpones: uno para taller de herrería y carpintería a vapor, y los otros dos para matadero y depósitos de enfriado y estiba. Próximo a los depósitos se encontraba la máquina que produce el hielo, sistema Haslam de Derby, con 120 a 130 caballos de fuerza. Estaba en construcción un muelle con aerocarril (los restos de piedra de su torre aún pueden verse en la playa). El administrador y gerente era Roberto Callender y se empleaban cerca de sesenta trabajadores, como operarios de maquinaria, talleres y matanza. En la nota se menciona: “Con excepción de maquinistas y empleados de gerencia son todos orientales”. La fábrica, como puede verse, se constituyó en una destacada fuente laboral.

La compañía faenaba quinientos animales ovinos diarios. En agosto había embarcado con destino a Inglaterra cinco mil capones, cinco mil lenguas y nueve mil riñones helados. La fábrica estaba avaluada en dieciocho mil trescientas nueve libras (unos noventa mil pesos de la época), suma equivalente a la que costaba la lancha La Nevera, que la empresa usaba para llevar la carne a los vapores.

El agente en Colonia era Manuel Caballero, también ligado a los intereses del empresario naviero Nicolás Mihanovich. Este último se encargaba de trasladar en sus vapores, ganado en pie hasta la planta frigorífica establecida en Campana, además de lana. De esta forma se entrelazaban los negocios de dos capitalistas (Drabble y Mihanovich) que tuvieron amplia actuación en el Real de San Carlos.

En 1888, por la guerra de tarifas con la Argentina, los Drabble clausuraron el frigorífico de Colonia y mantuvieron solamente el que ya explotaban en Campana. Cabe señalar que los frigoríficos en Argentina contaban con ventajas que no se daban en el Uruguay: además de ovinos mejor mestizados, tenían en Buenos Aires un importante mercado intento, en caso que no pudieran colocar el total de la carne en Europa.

Para Campana, desaparecida la sucursal coloniense, comenzaron a exportar animales en pie. En setiembre de 1895 embarcaron para aquel destino, desde el puerto de Colonia, cuarenta mil setecientos lanares. Efectuaban estas exportaciones desde Uruguay, ya que los animales que podían comprar en la Argentina no les resultaban suficientes. La encargada de estos envíos fue la empresa naviera argentina de Mihanovich, a través de los vapores Austria, Buenos Aires y Lucifer. En noviembre de 1895, por ejemplo, embarcó 5.272 capones.

Los terrenos donde estaba el frigorífico en el Real de San Carlos fueron liquidados por un apoderado inglés, apellidado Crocker, y de ahí nace la denominación de fraccionamiento Crocker con que se conoció a ese lugar en la época.

El establecimiento, a nivel popular, fue bautizado como el “saladero”. En los comunicados de la Jefatura Política y de Policía así se lo nombra. Es lógico sospechar que para el común de la población local, aquella industria solo se podía comprender bajo el rótulo de “saladero”, dado que era la industria cárnica que había existido hasta ese momento. Y los propietarios y gerentes británicos, puede suponerse, quizás no se esforzaron demasiado en aclarar las cosas.

En la prensa, sin embargo, siempre se lo mencionó como fábrica de carnes congeladas. Las diferencias entre población letrada y no letrada marcaron, de esta manera, la aparición de dos denominaciones para la empresa y el lugar. Esta dicotomía se mantuvo hasta la actualidad, generando variadas confusiones respecto al tipo de industria que era.

Peleas y una muerte

En los archivos policiales, que se encuentran en el Archivo Regional de Colonia, figuran diversos altercados ocurridos en el establecimiento durante sus años de funcionamiento. Estas tensiones entre obreros, y entre obreros y la administración, fueron frecuentes en la realidad del momento, afectando a varias empresas. En el departamento de Colonia los conflictos se hicieron constantes en las empresas de arena y piedra, llevando ya en el siglo XX a múltiples huelgas. Dado el numeroso personal de la fábrica de carne congelada, los problemas no estuvieron ausentes de la misma.

El 17 de junio de 1884 el gerente Roberto Callender denuncia al vigilante 1° de la policía del Real de San Carlos, que un peón lo agredió. En agosto del año siguiente un obrero de 19 años hirió en una mano a otro de 15 años. Ambos fueron remitidos a jefatura. En diciembre dos sujetos se pusieron a “jugar de manos” y uno lo atacó al otro en la cabeza con una sierra.

En 1886 ocurrieron más episodios. El 9 de agosto se comunica que dos peones se pelearon. Otro peón intervino para separarlos y alguien disparó un tiro que hirió al cocinero de la fábrica. Los autores de la pelea fueron enviados a la cárcel central, mientras que al cocinero lo asistieron en el mismo establecimiento. Este elemento revela, sin duda, cierta conducta paternalista de la empresa hacia sus obreros, práctica común entre las patronales del período.

El mismo mes resultó herido otro trabajador, que era menor de edad. Un individuo, luego de insultarlo, le tiró varias puñaladas, alcanzándolo en una pierna.

Mayor trascendido revistió la muerte del gerente. El 21 de noviembre de 1884 se da cuenta que Callender, gerente del Establecimiento “Saladero” de los señores Drabble Hnos y Compañía –según se informa en el parte policial–, falleció a causa de un accidente ocurrido mientras embarcaba unos animales lanares. El cadáver, conducido a la jefatura para el reconocimiento del médico de policía, luego fue entregado al agente de la compañía, Manuel Caballero, para conducirlo ante la familia.

Como la muerte resultaba un tanto dudosa (¿tal vez el gerente tenía enemigos internos?) se inició una investigación para aclarar la circunstancia del accidente. Desde el juzgado letrado departamental no solo se convocó a varios peones a declarar, sino que se mandó detener al segundo maquinista Guillermo Carmichael. Este último, incluso, fue remitido a Montevideo y puesto a disposición del juzgado letrado del crimen de turno. Desconocemos cual fue la suerte posterior del maquinista y si la muerte del gerente se trató de un accidente o de un asesinato encubierto. Mientras que no surja nueva documentación, el tema seguirá envuelto en el misterio.

Tanto esta muerte como las peleas, muestra que había en juego intereses contrapuestos, los cuales podían asomar ante la menor desavenencia. Las diferencias jerárquicas y funcionales, con su correlato salarial, pudieron pesar en estos conflictos. Un cuerpo obrero masculinizado y con los patrones de violencia que asumían las tareas ganaderas en el Uruguay decimonónico, pudo ser otro acicate. El ataque de adultos hacia menores, reforzaba asimismo, esta visión patriarcal.

La fábrica de carnes congeladas de los Drabble, pese a su corta duración, incidió en la vida económica, social e incluso policial del Real de San Carlos y Colonia del Sacramento. Fue uno de los tantos emprendimientos, de gran capital y existencia fugaz, que se registran en la historia del departamento de Colonia. Debemos señalar, finalmente, que la industria frigorífica uruguaya, luego de esta aislada experiencia con ovinos, se volcó en un todo al procesamiento de la carne vacuna. Por eso lo atípico de este “saladero” del Real de San Carlos y de su historia, en gran parte, desconocida.