En 1944, en Buenos Aires, el equipo constituido por Carmelo Arden Quin, Rhod Rothfuss, Gyula Kosice y Edgar Bayley publica la revista de vanguardia Arturo, siendo este el origen del movimiento de Arte Madí. El nombre, según la versión de sus varios fundadores, se debe a la alteración del nombre Madrid o la contracción de Materialismo Dialéctico. Se pretendía superar a la figuración mediante la construcción de formas válidas por sí mismas, sin justificación exterior. Así Rothfuss postulará en uno de los artículos la desaparición del marco ortogonal clásico, reemplazado por un marco que se pliega a las formas internas de la obra.

En agosto de 1946, el grupo fue bautizado como tal, y se llevó a cabo la primera exposición, congregando a Rothfuss, Kosice, Arden Quin y otros. En el Manifiesto que se presentó se plantea que Madí inventa y crea, en cuanto el hombre tiene el deseo fijo de inventar y construir objetos “dentro de los valores absolutos de lo eterno”. En las diversas artes se explican los postulados teóricos y técnicos que se adoptaran: “En pintura: Marco recortado. Color bidimensional. Superficies planas y curvas. Planos articulados, con movimiento lineal, rotativo y de traslación. En escultura: Tridimensionalidad. No color. Forma total y sólidos con ámbito, con movimiento de articulación, rotación, traslación”.

En 1947 el grupo se escinde, separándose Arden Quin de la corriente que seguirá liderando Kosice en la Argentina (al año Arden Quin crea un movimiento independiente en París). La consagración internacional de Madí se produce en el salón des Réalites Nouvelles, en París, en 1948. A partir de 1951-1952 se integran figuras de Cuba y Estados Unidos. En 1960 la revista Madí deja de publicarse y el grupo parece disolverse. Sin embargo, siguen actuando Kosice y Arden Quin –Rothfuss se retira a Montevideo–, sumando exponentes de Japón y diversos países de Europa y América Latina.

La muestra en el museo Reina Sofía de España en 1997 demuestra la pervivencia de Madí y a la vez su agotamiento. Se han agregado numerosos artistas, siendo una de sus principales novedades la incorporación de la informática a sus realizaciones.

Colonia del Sacramento, además de Buenos Aires y Montevideo, tuvo un papel destacado a nivel de difusión y aprendizaje. Aquí se desempeñaron como docentes Rothfuss y María Freire, quien tuvo un pasaje fugaz por Madí, influenciando con sus enseñanzas al entonces adolescente Horacio Faedo.

Una vida entre canteras y fierros

Horacio Faedo nació el 22 de mayo de 1928 en Riachuelo. En ese entorno de naturaleza, canteras, máquinas, vida proletaria, creció el futuro artista. Su padre había nacido en el pueblo de Chiampo, zona del Veneto, Italia. Su madre, uruguaya, de apellido Sallé, descendía de franceses. Fue el menor de seis hermanos, criados en una familia de trabajadores, informados de los acontecimientos del mundo, con un pensamiento político contestatario y gusto por las manifestaciones estéticas.

Como estudiante liceal, en Colonia del Sacramento participa en el Centro de Estudiantes, interviniendo en ocupaciones y manifestaciones gremiales. Por esos años es alumno de la artista plástica María Freire.

El crítico Nelson Di Maggio señalará influencias de Freire en la obra de Faedo, durante esos años de aprendizaje. Sin embargo, el artista riachuelense, en diálogos personales y entrevistas, cuestionaba esta relación.

En 1953 conoce a Rhod Rothfuss, uno de los fundadores del movimiento Madí. Faedo solía concurrir al hotel donde Rothfuss se quedaba. En ese momento Rothfuss daba clases de dibujo en la Escuela Técnica de Colonia. Mientras Rothfuss tomaba café con Leguísamo en el Centro Unión Cosmopolita, lo veía al joven Faedo jugando a la carambola. De ahí surgieron varias charlas sobre Arte Madí. En 1955 Faedo publica poemas en la “Antología Madí”, junto a otros representantes de la corriente.

En la década del 60 Faedo conoce a Raúl Sendic y se suma al grupo Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Desde 1972 hasta 1981 el artista coloniense estuvo encerrado en el cuartel de Colonia y en el Penal de Libertad. Junto a otros presos políticos lee, escribe y realiza algunas artesanías. Según plantea en una entrevista hecha por Luis Carro, descubre los ritmos ocultos en la espiral de un caracol: “se abrieron líneas sorprendentes... esto fue determinante en cuanto a lo lineal...”. Luego aplicará estos descubrimientos a diseños lineales en hierro y joyas.

En 1983 junto a escritores y artistas locales funda el grupo literario 15 de Febrero de 1811, que publicará dos libros colectivos de poesía y narrativa. A partir de 1985 inicia su labor escultórica de modo sostenido. Desde ese entonces realizó numerosas exposiciones en Colonia y Montevideo. En 1997 es invitado a participar de una exposición internacional de Arte Madí, realizada en el museo Reina Sofía de España. Horacio, el Viejo, falleció en Colonia del Sacramento el 19 de marzo de 2016.

La furia de la geometría

En un estudio inédito, la docente Mabel Fasini destacó tres etapas en la obra de Faedo. Dos de gestación de su escultura, y la última de su desarrollo pleno (a esta fase la divide en dos: una de creación libre y figurativa, y otra que se desenvuelve en busca de la “forma en sí”).

Luego de haber conocido a Rothfuss, Faedo tienta su primer ensayo en escultura. La resultante fue una pequeña pieza, influida por la corriente Madí y la pintura de Rothfuss. Es un dibujo geométrico en el espacio, con entrantes y salientes en torno a una vertical. El juego de la vertical y la horizontal es muy propio de las vanguardias abstractas de la época (rusa, holandesa), y se manifiesta en Faedo a través de sus vínculos madistas.

Una segunda fase se abre con los años de la dictadura, cuando el escultor es detenido. En la cárcel se dedica al diseño de joyas y artesanías. Estudia la estructura espiralada del caracol. Estos experimentos dispersos sin duda no prefiguraban lo que sería su obra a partir de 1985. Los intentos anteriores no son procesos de maduración, ni siquiera bosquejos experimentales. Son, a lo más, muestras de intereses del escultor, luego renovadas. La obra de Horacio Faedo nace en 1985. Consigue una soldadora eléctrica y empieza a llenar su casa de la calle Río Negro de esculturas –en la terraza, en la vereda–, realizando obras de diversos formatos; aunque la mayoría remite a la estructura del cuerpo humano, son con dimensiones humanas.

Las esculturas se mueven en la línea de cierto figurativismo, desde un bandoneonista hasta una serie de máscaras. Desde estas obras ya se percibe un elemento que marcará toda su producción: la síntesis, la depuración formal, el empleo de los necesarios e insustituibles elementos expresivos. Fasini señala la preponderancia de las líneas curvas en esta etapa. Aparecen esculturas que se estiran en el espacio como si fueran un arco, o la figura de un arquero. También otras que imitan formas orgánicas; una que podría ser un “cactus” de hierro.

En 1996 presenta la muestra Manipulación genética: esculturas ridículas, ahondando elementos figurativos y expresionistas de su estética. Incorpora materiales como la madera y la piedra. Apela a nombrar las piezas, en una veta irónica, de sutil crítica social. Esta tal vez sea una de las etapas en que Faedo se vuelve más “literario”, más “contenidista” en su arte. Algunas piezas como su “libro” son un ejemplo de síntesis, de valoración de los materiales –en este caso la madera–, de concreción ruda y brutal de una forma.

La inclusión de materiales inusuales junto al hierro lo vincula “con la ecología [...], por el despojo de recursos naturales del planeta, como la destrucción de árboles”. Al “reciclarlos” en la obra, lo hace como crítica a ese proceder nihilista contemporáneo, que sólo atiende lo económico.

Hecha desde el rigor, la escultura de Faedo escapa al formalismo, para terminar hablando desde la furia y la dulzura, de toda la miseria humana. Así plantea desde el propio rigor de la invención, a la par que dudas, certezas y esperanzas.