Lo primero que llama la atención en este libro atípico escrito por Gerardo Garay es su escritura amena y atrapante. Concebido como una biografía, recrea toda una circunstancia de época, la de ese siglo XIX, uruguayo y europeo, signado por las migraciones. El libro es un aporte a la historia del libro y la lectura, la historia de la educación y la historia de la religión. Contribuye, además, a la historia de la comunidad valdense, campo de estudio ampliado y renovado hace décadas por Roger Geymonat.

A través de un diario, se ofrece una “biografía posible” de Jean Daniel Revel (1840-1905), un inmigrante valdense que arribó al país en 1863. El diario es, a la vez, diario personal y diario espiritual, ya que, como destaca el autor, la “crónica y la oración convivieron” en las “escrituras del yo”. A través de esta lente, de esta clase de escritura, aparecerán los roles de esposo, padre de familia, agricultor y miembro de la comunidad.

Dado los apremios económicos sufridos en los valles del Piamonte, algunos miembros de la iglesia valdense comienzan a emigrar hacia América, decidiendo instalarse en Uruguay. En 1858, en tierras de la Sociedad Agrícola del Rosario Oriental, en el departamento de Colonia, los colonos fundan la población agrícola de La Paz. En poco tiempo la producción resultará exportable. “Los colonos rara vez iban a Montevideo a vender sus productos; existían dos o tres intermediarios que se encargaban tanto de las exportaciones como de las importaciones, e iban a la capital cuando tenían que llevar una carga completa o hacer alguna compra considerable. El principal intermediario, en este tiempo, era Bartolomé Griot de St. German, arribado en la segunda expedición”. El papel de los comerciantes resultaría fundamental para incentivar la agricultura en el departamento de Colonia.

La religiosidad y la laboriosidad serían, según Modesto Cenoz en un artículo de 1941, la base de la prosperidad de los valdenses, elemento que los distinguiría del entorno criollo y católico. Este repudio al entorno circundante, para así resaltar la “excepcionalidad” del grupo, sería habitual en diversos historiadores, apareciendo sobre todo en Tron y Ganz. Esta historia idílica, como bien resalta Garay, estaría lejos de ser verdadera, dado los diversos conflictos y fragilidades que surgieron.

Pronto se conformaron diversas facciones. Una división se planteó entre los de “arriba”, partidarios de La Paz como centro, y los de “abajo”, que apoyaban a la actual Colonia Valdense. Entre los primeros se encontraban artesanos (sastres, zapateros, albañiles y carpinteros), interesados en mantenerse en el antiguo núcleo poblado por sus mayores potencialidades laborales. Otra división, más específicamente religiosa, se produjo entre los seguidores del pastor Morel, sus adversarios, otro grupo que formaba una “iglesia libre” y, finalmente, otro integrado por “darbistas”, supuestos seguidores de las enseñanzas del teólogo británico John Nelson Darby. La colonia valdense, pese a su pequeñez, ambientaba todas estas tensiones, con móviles tanto espirituales como mundanos.

Revel, que pertenecía a esa iglesia libre, fue presentado como un “disidente” y “enemigo de la paz pública” por el pastor Morel. Esa agrupación de “hermanos libres” era mucho más igualitaria y opuesta a las jerarquías. Allí la meditación y la lectura, bases importantes del protestantismo, tenían un rol fundamental. Y Revel sería el encargado de brindar los libros. “Los libros tal vez constituyeron la mayor parte de su equipaje: 200 títulos fueron la base de una biblioteca que organizó en su vivienda. A escasas semanas de haberse instalado en Uruguay, había comenzado una intensa actividad de préstamo”. La escuela y el libro son parte integral de la identidad valdense.

En la década de 1870, asimismo, se fundarán bibliotecas populares a lo largo del país, apareciendo una en Nueva Palmira en 1873 y otra en Colonia del Sacramento al año siguiente. La labor de Revel, desde esta perspectiva, es pionera. En esa pequeña comunidad agraria, en las soledades del campo, crecía un intenso universo letrado, donde los saberes religiosos convivían con los saberes prácticos. La meditación y el autodidactismo serán elementos definitorios de la trayectoria de Revel y de otros valdenses. Esfuerzos como este, aunque pudieran resultar raros y aislados, irían cimentando la cultura letrada entre los valdenses. Como bien señala Garay: “La historia de este valdense nos muestra que los empeños en favor de la cultura son esfuerzos históricos, precarios. Detrás se encuentran nombres y rostros concretos; momentos de ímpetu entrelazados con retrocesos”. Bien valía rescatar esa experiencia “singular” en este libro.

Singular. Jean Daniel Revel y el mundo cultural de la inmigración valdense, Gerardo Garay Montaner, Colonia Valdense, 2024, 125 páginas.