Si dentro de los pedidos navideños su hijo –en caso de que todavía se encuentre dentro de la categoría niño– considera recibir un perro, sepa que ese regalo nació hace aproximadamente 15 días y, por ende, llegará a casa con la edad adecuada, más de 45 días de vida.

Más adelante explicaremos la importancia de la edad de adopción, pero volvamos al regalo: próximo a las fiestas comenzamos –junto con la tutela del veterano del norte, lógicamente– a buscar casi por catálogo perros con determinadas características. La pregunta es: ¿existen razas para niños? Aunque la mayoría de las fichas técnicas (entiéndase, atributos) de una raza digan lo contrario, no hay un gen o grupo de genes que asegure la amabilidad con los más chicos.

La descripción de la supuesta personalidad (carácter más temperamento) de una raza para la aceptación de un niño es subjetiva. Si quiero vender determinado perro difícilmente publique “le encanta morder y lastimar por las mañanas”, por ejemplo. Esto se puede comprobar si visitamos sitios web de distintas razas y vemos que todos son buenos, todos aman correr.

Tampoco hay que ser obtuso. El sentido común indica que un perro de más de 20 k es más peligroso que uno de 5 k, pero lo de la peligrosidad hay que tomarlo con pinzas, ya que un perro de gran porte puede morderle el talón a un nene con repercusiones menores a la mordida de un salchicha en el cuello. La clave está en cómo eduquemos al nuevo integrante, y por eso resulta imperiosa una consulta previa con un veterinario para que nos oriente. En ella es posible evacuar dudas sobre la correcta educación, el sexo, el tamaño, la edad de adopción y algunos otros atributos que se adecuen a los gustos de la familia.

Adaptación

Líneas arriba hablamos de los 45 días como momento ideal para separarlo de su madre e incorporarlo al nuevo hogar. Ese número se basa en el período de sociabilización del cachorro. Abarca desde las tres semanas hasta los tres meses, lapso en el cual el cerebro funciona como una especie de esponja que absorbe lo que el ambiente le ofrece, procesando, clasificando y fijando su significado. En esta etapa el cachorro puede tomar dos caminos: habituarse o sensibilizarse.

Parece que las nuevas experiencias que enfrente serán más efectivas cuando se priorice la calidad y no la cantidad de los encuentros. Simplificando un poco la cosa, es preferible que un cachorro conozca gradualmente a niños con unos minutos de caricias y juegos controlados que soltarlo en la mitad de un partido de baby fútbol, donde seguramente se asustará. En el primero de los casos se habituará y por lo tanto lo aceptará; en el segundo, lo fijará como una experiencia negativa que intentará evitar.

Es así que a los 45 días nos aseguramos de que –en condiciones ideales– los pequeños proyectos de perros obtengan una normal sociabilización con su especie, que le brindará los comandos básicos para relacionarse en el futuro, y sobre tiempo para que se vincule con su nuevo hogar antes de que se cumplan los tres meses de edad.

A eso debemos sumarle que parte de la personalidad del cachorro viene de fábrica, la hereda. Por lo tanto, madres y padres dóciles y bien sociabilizados aumentan la probabilidad de que sus hijos estén predispuestos a serlo. Tomando en cuenta esta información, es buen ejercicio considerar la procedencia de la futura mascota. Criaderos, mercado libre, casas de familia o simplemente la calle son lugares de origen posibles. No obstante, hay enormes diferencias a la hora de optar por un pet’s shop o por una casa de familia. Lo ideal siempre es obtener datos sobre la madre y, si es posible, el padre, conocer el lugar de nacimiento, el ambiente donde pasó las primeras semanas, la calidad y cantidad de contacto con el entorno (ruidos, personas, niños, otros animales).

Además nosotros podemos potenciar esos lazos. La idea es que el animal relacione a los niños con un aspecto positivo en su vida y los incorpore como parte del grupo. La forma de hacerlo es simplemente que los asocie a un beneficio. Tendemos a destinar largas charlas con el cachorrito con la ilusión de que no sea bruto, de que no muerda, y cuando no hace caso, lo castigamos en presencia de algún niño, así el animal comienza a entender que cuando hay niños y sucede algo que modifique un momento grato, es castigado. Sin embargo, si los niños no están eso no ocurre, lo que lo llevará a pensar que los que causan el castigo son precisamente los niños y tenderá a rechazarlos o, en el peor de los casos, a manifestar agresividad.

Para que no suceda se debe hacer lo contrario. Todas las caricias, premios y atenciones para el cachorro se harán cuando el niño esté en el mismo ambiente y se lo ignorará cuando no esté; de esta manera rápidamente el animal entiende que la llave para la felicidad aparece con el niño, entonces lo aceptará.

Para finalizar, debemos tener presente que la adquisición de una mascota supone unos diez o 15 años de convivencia, por eso debemos asesorarnos, con la premisa de que no existen razas buenas con los niños: eso depende de nosotros.