Antes de darle mucha vuelta a la cosa, vamos a ser sinceros: los perros hacen pozos. Sin embargo, existen motivos o situaciones que pueden volverlos propensos a esta conducta, que puede tornarse algo habitual y hasta patológico. Ejemplos de esto último pueden ser los trastornos que derivan en hiperactividad, ansiedad o procesos compulsivos, que deben ser descartados por un veterinario antes de intentar extinguir ese comportamiento.

Candidatos

En este caso la raza no importa; puede ser incluso una cruza. Lo mismo sucede con el sexo y la edad. Sin embargo, ciertas características harán más probable que esta conducta se manifieste. Entre aquellos que, gracias a su gran desarrollo de rastreo y caza de animales subterráneos, son más proclives, figuran los terrier, dachshund y basset hound.

Los machos, por su afán de vagabundear (esto es, darse una vuelta y marcar su territorio), tendrán mayor interés en elaborar túneles que les permitan escaparse de sus límites, traducidos en cercas, muros y otro tipo de barreras. Un perro que puede salir cuando quiere en general no hace pozos. Los perros jóvenes que no tienen una actividad física y lúdica adecuada sí son más propensos. Sin importar los factores mencionados, los animales que pasan mucho tiempo solos en ambientes propicios para excavar suelen ser los mayores candidatos.

Otras causas

Podemos cooperar en la elaboración de un pozo dándoles huesos u objetos que el perro utiliza pero que, de manera innata, esconderá para su uso posterior.

Días de extremo calor pueden incentivar al perro a buscar superficies un tanto más refrescantes bajo tierra. Lo mismo ocurre en días de mucho frío, durante los que pueden buscar amparo excavando.

Si los policiales nos han enseñado algo es que la escena del crimen es vital para capturar al sospechoso. Cuando un perro hace pozos, saber leer el momento, el lugar y lo que logra es fundamental para resolver el caso. Juguemos entonces por un momento a CSI Pozos.

Momentos

Si los pozos aparecen cuando la temperatura es elevada o bien cuando baja, seguramente busque disipar el calor o resguardarse del frío.

Si lo hace luego de que usted se va de casa o cuando hay tormentas, fuegos artificiales o distracciones similares, es factible que esté ansioso. En estos casos el animal suele manifestar signos como jadeos, ladridos o deambular de un lado al otro.

Si aparece siempre que no tuvo su paseo diario, existe la posibilidad de que destine la energía que no logró dispersar en hacer pozos.

Lugares

Si no hay un patrón y es al azar, sin una frecuencia identificable, es más probable que las causas sean el juego, el enterramiento de objetos o la búsqueda de olores de animales que están o estuvieron por ahí. Si los pozos se encuentran en los límites de su territorio, los intentos de escape pueden ser el motivo.

Objetivo

Si luego de hacer un pozo el perro logra llamar nuestra atención, puede asociar que la conducta es la llave para obtener otras cosas: juego, entrar a la casa, paseo o acceso al alimento.

Si logra llegar a otros perros, una hembra en celo o una fuente de alimento, puede concluir que el mundo exterior es más interesante que su casa y, por ende, el escape se reforzará.

Quizás ahora, con una visión más detectivesca, usted pueda relacionar el comportamiento de su perro con alguno de los casos planteados. Aquellos que no lo lograron, no se sientan frustrados; esto es un borrador de las causas más frecuentes. Para todos los casos, recurrir al veterinario es aconsejable. De todos modos, y para terminar el juego de sabuesos, van algunas recomendaciones.

• El castigo en este tipo de problemas no sirve de nada.

• Hay que implementar ejercicio físico acorde a las necesidades del perro. Los de mediano y gran tamaño necesitan al menos 40 minutos diarios de paseo.

• Brindar entretenimiento que logre saciar sus necesidades lúdicas. Lo recomendable es dedicar a esto de diez a 20 minutos tres o cuatro veces al día.

• Un lugar con tierra levantada y objetos escondidos muchas veces hace que el comportamiento se haga donde queremos y que pierda interés por otras zonas.

• No darle huesos o alimentos que demoren en ser ingeridos, ya que estos pueden incentivar su afición por esconderlos para su uso posterior.

• En verano, darle acceso a lugares frescos, y en invierno, a sitios de reparo.

• Eliminar los beneficios que pueda obtener al escaparse (hablar con el vecino para que no lo alimente, por ejemplo).