“Poder en tu pelo” es la frase gancho de Motas, una marca uruguaya específica para el tratamiento del “cabello afro natural, crespo y cabellos en transición”. La lanzaron, como corresponde, en la Casa de la Cultura Afrouruguaya, y a partir de entonces vienen vendiendo a buen ritmo una crema en presentación de 200 ml y un aceite de 50 ml, a 350 pesos cada uno. La primera no requiere enjuague, pero no la quieren definir como crema de peinar ya que algunos usuarios se la aplican y se “amasan” el pelo. El aceite está indicado para ser usado desde el casco hasta la punta del cabello. Contiene un preparado compuesto por flores embebidas en aceite de coco –que en Polinesia llaman monoi–, argán, almendras y oliva; en tanto, la crema está hecha con aceite de castor, coco, argán, oliva y vitamina E. Ninguno incluye sulfatos ni parabenos, y ambos se pueden usar en niños.

No se enfocan sólo en el tratamiento sino en la prevención de patologías que afectan en particular a ese sector de la población. Esta línea “era una necesidad latente en la comunidad”, cuenta Doris Píriz, quien junto con su amiga Cecilia Cece Pintos impulsan el proyecto Motas. Aunque cosméticos para melenas enruladas hay montones, el punto es que “nos han creado esta cuestión de ‘controlá tus rizos’, y la idea de esto es totalmente lo contrario: quererlos como son. A eso apuntamos. Para el colectivo afro, tengas rulos, desde el más abierto hasta la mota-mota, no existe realmente un producto”. “Para mí es un tema de mercado”, opina Pintos. “Uruguay no es un país que tenga una población afro súper extendida. Para las grandes empresas por ahí no es redituable, porque muchas de las marcas que tenemos en las góndolas, en otros países sí tienen la línea específica. Entonces, nos convencen un poco con el ‘ondulado’, que no es lo mismo, porque las necesidades del cabello y del cuero cabelludo afro son bien distintos. Es súper frágil. Por más que la gente le diga cabello duro o grueso, tiene gran facilidad para deshidratarse”. Son propensos a la caspa, los eczemas, la psoriasis, a diferentes dermatitis a raíz de productos nocivos que encapsulan la fibra, y el frío tampoco ayuda.

La inquietud de Píriz, que porta largas trenzas, es directa. “Como mujer afro uruguaya”, recalca, milita desde los 14 años. Trabaja en la Dirección de Cultura de Canelones. Con Pintos, una arquitecta de pelo lacio, se hicieron amigas a través del carnaval, área que coordina. Pintos se involucró con el tema a partir del nacimiento de su hija, afrouruguaya, hace un año y medio. Tras muchas averiguaciones y viajes, definieron los ingredientes activos que pretendían utilizar y acudieron a un laboratorio para desarrollar los productos. Los próximos pasos serán sumar un champú, una crema de enjuague y otra de tratamiento. Pero aparte de meterse en un campo desconocido para ellas, financiaron todo solas.

La primera partida fue de 200 unidades, de las cuales llevan colocada gran parte, todo por venta directa o a través de redes sociales (motasuy en Facebook e Instagram).

Esta primera etapa consiste en cubrir un nicho de mercado que identifique al colectivo afro y que ayude a recuperarlo emocionalmente. Si bien los mandatos estéticos no son ajenos a ninguna mujer en ningún sitio, Píriz señala que “en Uruguay en general estamos ausentes de la problemática que hay” entre las afro. “Es algo que está excluido del supermercado, de la farmacia. Me he pasado la vida yendo por las góndolas buscando un champú. Eso es bastante fuerte a nivel social”. Agrega Pintos sobre este asunto: “Vemos muchas mujeres que están renegando de su cabello”. Con esto no critican a quien decide ponerse extensiones ni a quien se hace un laciado o prefiere casi raparse, pero señalan todo lo que eso indica sobre la autopercepción. “Es importante que empecemos a generar herramientas para vernos diferente. Hace diez años que los afro estamos más atrevidos en usar peinados, y todo eso tiene un porqué”, dice Píriz.

La población afro en Uruguay representa 8%, y en Montevideo, desde la periferia hasta el Centro, serían unas 400.000 personas, recuerda Píriz. “Dentro de la investigación que hicimos nos encontramos con que la necesidad primaria la tiene el colectivo afro”. Sin embargo, detectaron que “en pelos con ondas estos productos funcionan para fortalecer, para hidratar, igualmente que para alguien que es visiblemente afro”. Así que estudiaron las variantes en cabellos, que tienen asignados una catalogación alfanumérica (por ejemplo, 2A es el rulo más abierto, e identificando el tipo que se lleva, se sabe si presenta características como porosidad). Por eso, además de vender Motas, están implementando charlas informativas. Hasta ahora las clientas “están chochas”; les gusta la textura que aporta al cabello. Sin embargo, más allá de las modas, acá persiste el prejuicio sobre lucir un gran volumen capilar, señalan las socias. Incluso dentro de las propias familias afro, llevar el cabello natural prácticamente es observado como un descuido, y les han contado de casos en que les llegaron a decir a escolares que si llevaban el cabello suelto no dejaban ver el pizarrón. Los orgullosos de su frondosa cabellera son los menos, cuentan, y eso es parte de lo que quieren cambiar.