Humanos y mascotas manifestamos una sintomatología similar tras la muerte de un ser querido. Sin embargo, el hecho de que se parezcan no necesariamente significa que los motivos sean los mismos. Es lógico que, después de la pérdida inmediata de un miembro de la familia, tanto humanos como mascotas modifiquen su estado de ánimo. Pero las personas tenemos la capacidad de trasladar esa tristeza aguda a verdaderos estados depresivos, ya que somos capaces de elaborar pensamientos que profundizan aun más el trance emocional de inicio.

“Jamás lo volveré a ver”, “voy a extrañar sus charlas/consejos”, “nunca conocerá a mis hijos” son razonamientos que las mascotas obviamente no tienen. No obstante, es posible que un perro o gato, a corto plazo, curse una depresión. Claro que no será a causa de conclusiones tan elaboradas como las que mencionaba, sino que estarán basadas en las consecuencias inmediatas de la pérdida de un compañero, sea este de su propia especie o de otra.

Dentro de la etología clínica veterinaria tal comportamiento también se denomina duelo y se relaciona a variaciones evidentes en la conducta del animal producto de la desaparición de un miembro del grupo. Estos cambios dependerán de la fortaleza del vínculo que estos tenían, el tiempo que compartían y las acciones que realizaban mientras estaban juntos, la relación que tenía la persona o congénere con el acceso al alimento o la seguridad, entre otros aspectos.

Si el vínculo era muy cercano y desaparecen de forma repentina los juegos, las salidas, los mimos, los saludos y los rituales, naturalmente la mascota lo notará y por lo tanto puede verse afectado su ánimo. Sin embargo, esa situación puede modificarse hasta lograr que el duelo sea lo más pasajero posible.

Manifestaciones de este comportamiento

Tanto gatos como perros pueden mostrar diversos signos que evidencian un cambio en su conducta. Se reconocen en distinta medida:

»» Mayor tiempo de sueño.

»» Falta de apetito.

»» Miedo o ansiedad.

»» Pérdida de los hábitos higiénicos (orina y defeca donde no debe).

»» Agresión o irritabilidad.

Si se nota alguno de estos signos tras la desaparición física de alguien, consultar al veterinario no está de más. Aunque lo que vemos se puede relacionar directamente con la pérdida de un integrante del grupo, muchas veces estas señales coinciden aunque puede que de todos modos no obedezcan al duelo.

Qué hacer

Si bien la mayoría de los síntomas desaparecen con el tiempo, es bueno tomar ciertas iniciativas para estimular a la mascota y que así supere rápidamente el mal momento. Es común acudir al reemplazo de la mascota perdida por otra. Debemos evaluar esa posibilidad en profundidad. Es factible que el nuevo animal no cumpla el rol social anterior, o que termine generando más estrés y dé más problemas que soluciones. Lo que podemos hacer, sí, es cambiar radicalmente la rutina del perro o gato con el fin de distraerlo un poco mientras el tiempo acomoda las cosas.

»» Proveerle mayor cantidad de juegos o incentivarlo a jugar. Una vez que los acepte, realizarlos de manera más duradera que lo habitual.

»» Paseos más prolongados y frecuentes.

»» Incorporarlo a más actividades familiares dentro de casa.

»» Otorgarle ambientes amigables, predecibles y, sobre todo, rutinarios.

En la mayoría de los casos el tiempo y la modificación de su rutina serán aliados para que el mal trago pase pronto. Sin embargo, muchas veces ese ánimo disminuido puede llevar a estados depresivos que, a diferencia de la tristeza, son patológicos y deben ser tratados por un médico veterinario.