No se trata de la expansión de una empresa de enseñanza hacia un nicho específico, sino de una app especializada en niños. Lingokids fue lanzada en 2016 por un ingeniero de sistemas empeñado en que su sobrina de dos años hablara inglés. “Buscaba recursos online, precios de colegios y guarderías bilingües, y vio que la oferta no era muy buena o que eran cosas muy caras, que no se podía permitir, porque para niños muy pequeños no había oferta de calidad de contenido educativo, (y no sólo para aprender inglés)”, relata la jefa de comunicación de la startup, Natalia Sepúlveda. Si bien la base de operaciones es Madrid, el CEO buscó inversionistas en Estados Unidos, y cuando consiguió ese apoyo empezó a montar un equipo de 16 nacionalidades que pudiera competir con los techtalents de San Francisco. De manera que la empresa está entre Madrid y San Francisco, sumando a un consejo de educadores que ayuda con el “plan de estudios”.

Para la programación inicial, la sobrina del gerente hizo las veces de conejillo de indias, algo que ahora aplican en distintas pruebas junto con los padres para ver cómo reaccionan los niños. “No es tan fácil porque no aprenden como los adultos, con ejercicios, con gramática. Esta aplicación es muy contextual”, explica Sepúlveda, que supo trabajar como docente del idioma.

El plan pedagógico de Lingokids es apostar a lo lúdico mediante juegos, canciones, ejercicios de escritura. Hay niveles de dificultad que corresponden a tres franjas. Al apuntarse hay que marcar la edad del niño , si maneja un nivel básico, intermedio o avanzado del idioma. “Pero eso tampoco importa mucho, porque luego la app está configurada para que si el niño no acierta muchas cosas o no reacciona bien con las actividades, se vaya adaptando. La idea es personalizar el plan de estudios a las necesidades y a los gustos”. Tampoco tiene la estructura de Elige tu propia aventura: “El niño tiene que terminar de hacer un número determinado de actividades para pasar al próximo módulo. La interfaz está autodirigida para que no tenga que tener un adulto supervisándolo. Pero también hay una sección para los padres, de manera de que puedan hacer el seguimiento de sus progresos, las actividades que completó, las palabras que aprendió. Es muy importante el involucramiento del padre o de un profesor”.

La app, que el año pasado triplicó su facturación global, se posiciona “como complemento o como sustituto para familias que no se pueden permitir que el niño vaya a un colegio bilingüe o que tenga un profesor nativo. Queremos democratizar el contenido de calidad para esas edades”. Es notorio que cuanto más temprano se adquiera una segunda lengua, mejor se la hablará. Por eso la app comienza en los dos años y marca el tope en los ocho, cuando demandan otro tipo de estrategias.

La app plantea un universo de personajes, con contenido original, animados por un equipo propio, siguiendo un programa desarrollado en acuerdo con Oxford University Press. Un personaje puede pedir pelotas de colores, o la tarea puede ser, por ejemplo, completar dibujos, seguir una canción con karaoke, cepillarle los dientes a otro personaje o aprender sobre reciclaje, entre otras tareas “de adultos” que se les propone de modo inmersivo.

El modelo de negocios es por suscripción, aunque está a disposición una versión gratuita, que permite hacer hasta tres “actividades” diarias y tener únicamente una cuenta habilitada, desde la cual no se pueden descargar contenidos para probar sin conexión. La versión de pago, por su parte, cambia su tarifa por país –en Uruguay ronda los siete dólares mensuales– y con ella se obtienen unos 15 perfiles (el usuario registrado es siempre el padre). Actualmente intentan expandir Lingokids a las aulas, ofreciendo la app sin cargo a profesores, por medio del Plan de Educadores, de modo de obtener a la vez cierta devolución de parte de ellos.

Eso sí, en Lingokids no hay deberes ni pendientes. “No queremos ser muy pesados porque sabemos que el que usa el dispositivo es el padre, pero mandamos recordatorios para que siga estudiando con la app, ya que para nosotros es más importante la frecuencia que el tiempo de uso”, indica Sepúlveda. Así, recomiendan unos 45 minutos por día como máximo. “Hasta ahora invertimos en el producto, no en marketing”, aclara la encargada de comunicación. “Lo que funciona es la motivación que genera”. No hay certificados, es un juego, pero, actividad tras actividad, aseguran que un niño que lo use con asiduidad podría llegar a ser un hablante fluido, especialmente si sigue practicando el idioma fuera de la aplicación.

Lingokids está presente en más de 190 países con 8.000.000 de usuarios (los suscriptores llegan a 100.000). Como datos sintomáticos, donde más pagan por la app es en Estados Unidos, aunque Brasil, México, España y los mercados chinos e indios están ayudando a su fortalecimiento. “Sirve sobre todo en lugares remotos donde no hay profesores nativos. Y no es lo mismo ver una serie, unos programas en inglés, porque aquí ellos están interactuando. Es un arma educativa aunque el niño lo vea como un juego”, insiste Sepúlveda, quien cuenta que a veces los padres piden subtítulos en su idioma para saber qué está aprendiendo el niño, solicitud que los desarrolladores de la app están buscando implementar.