En el ingreso al edificio de atención al público de la OSE en la ciudad de Canelones hay una rampa que no cumple su función. Por ley, los edificios públicos deben ser accesibles para personas discapacitadas, estén o no en situación de dependencia, pero para alguien en silla de ruedas resulta muy difícil desplazarse por esa rampa sin la ayuda de un acompañante: la inclinación es demasiado abrupta, tanto para subirla como para bajarla, y el piso está un tanto inclinado hacia la izquierda. Ruben Machín, promotor de derechos para las personas con discapacidad y políticas de seguridad vial, explica que la inclinación de la rampa hace que sea casi imposible movilizarse con el impulso de las manos de la persona, como debería ocurrir. Agrega que, en el caso poco probable de que alguien tenga la fuerza necesaria para hacerlo, al subir se va a encontrar con un escalón de varios centímetros de alto. Machín asegura que la rampa es de buen material y que el mal funcionamiento no tiene que ver con un tema de costos. Se pregunta qué estaba pasando por la cabeza del arquitecto cuando la diseñó. 

Los problemas de accesibilidad en la capital canaria no ocurren sólo en el edificio de la OSE. A pocos metros del lugar funciona una unidad comercial de la UTE a la que únicamente se accede después de subir cuatro escalones. En la esquina de la misma calle donde están las oficinas públicas hay varios intentos fallidos de rampas, sin los niveles correspondientes. Además, no hay transporte público accesible que pase por la ciudad. Resulta todavía más difícil transitar por las zonas rurales cercanas a la capital canaria. 

Machín reconoce que se han hecho esfuerzos institucionales para mejorar la accesibilidad, pero acota que los problemas persisten. Sabe que las dificultades no se dan sólo en Canelones. Sabe de lo que habla porque junto a la Red de Víctimas de Siniestros de Tránsito ha recorrido varios departamentos brindando charlas y recogiendo insumos para elaborar propuestas; entre otras iniciativas, la red fue impulsora de la tolerancia cero de alcohol en sangre al conducir un vehículo.

Varios motivos llevan a Machín a conocer y vivenciar el tema. Cuando tenía 15 años, perdió a su primo en un siniestro automovilístico. A los 29, también a causa de un siniestro de tránsito, su hermano se fracturó el fémur y la rótula. “Ahí empezamos a vivir la discapacidad: el estar en casa, salir de paseo, andar por las calles. Empezamos a buscar dónde conseguir una silla de ruedas. Era difícil. No tenías una guía para buscar toda esa información”, comenta.

Tres meses después de la fractura de su hermano, el 27 de abril de 2007, la vivencia fue todavía más cercana: Machín tuvo un accidente laboral que lo dejó parapléjico. Luego de pasar por cuidados intensivos, el hoy promotor de derechos por las personas con discapacidad estuvo internado seis meses y medio en el viejo hospital del Banco de Seguros del Estado (BSE) y se encontró con una realidad impactante. “Con los demás compañeros no teníamos cómo salir afuera. Te daban permiso para ir a la plaza, pero no había manera de salir. Las ambulancias tenían que poner primera para subir el repecho, imaginate a alguien como uno, en silla de ruedas”, señala.

Machín tomó conciencia de todo lo que había guardado en su memoria desde la pérdida de su primo y empezó a buscar un cambio. Elaboró un proyecto para el ingreso al hospital del BSE y poco tiempo después comenzó a participar en la Asociación de Discapacitados Motrices de Canelones, grupo que logró que la ciudad de Santa Lucía cuente con sillas anfibias para usar en el río, y se encarga de conseguir y prestar artículos ortopédicos a personas que los necesiten, entre otras tareas.

Acceso a todo

La palabra “integral” se repite en definiciones, libros y legislación referida a la accesibilidad. Poder circular sin problemas por la vía pública es parte de esa integralidad, así como que las personas con discapacidad tengan salud y educación de calidad, disfruten de momentos de ocio y de recreación, de su sexualidad y puedan formar una familia.

El protagonista de esta nota intenta promover todas las acepciones del concepto de integralidad. Orienta a quienes comienzan a vivir una experiencia relacionada con las ayudas técnicas; les comenta que tiene una hija de tres años, que está casado y que trabaja en la Intendencia de Canelones. Con su trayectoria, ayuda a la desestigmatización de las personas con discapacidad. 

Junto con la arquitecta Virginia Vidal, Machín da charlas en escuelas de la ciudad de Canelones. Allí muestra las dificultades para ingresar a cada centro educativo que concurre, recorre las calles con los niños y les muestra para qué sirven la losa táctil, los juegos accesibles, las rampas. “A veces el niño no tiene una discapacidad permanente sino transitoria, como un simple esguince, que trae una dificultad, y empieza a tener que andar con muletas y a tener que subir escaleras para llegar al salón que queda en la planta alta”, explica. 

Las recorridas con escolares son vivenciales. Los niños se suben a una silla de ruedas, se vendan los ojos y utilizan un bastón durante algunos trechos. “Si trabajamos la buena convivencia desde niños, la empatía en adultos se va a desarrollar mejor, porque no sucederá aquello de tomar distancia de la persona y acercarse para preguntarle si necesita algo; saldrá de forma natural”, comenta.

Transitar la convivencia

En la plaza de deportes de la ciudad existe una escuela de educación inclusiva que refleja los significados de enseñanza y recreación desde el concepto de accesibilidad. Se trata de una pista similar a una rotonda, con cartelería y bicicletas adaptadas. Machín insiste en la idea de que si se educa desde la infancia, el resultado a futuro va a ser exitoso. “Vas a la plaza de deportes a jugar con tu hijo, das vueltas con la bici o el buggy y los niños van conociendo las flechas”, señala. La escuela es la primera del país con estas características; fue ideada por la Comisión de Apoyo de la Plaza de Deportes con la idea de “contagiar” otros espacios públicos.  

La palabra “inclusión” se repite en las bibliografías referidas a temas de accesibilidad. A Machín no le gusta mucho ese término, prefiere hablar de convivencia. “No somos una cuota en la sociedad, tenemos que hablar de convivencia. Todos juntos tenemos que vivir y transitar el día a día en este mundo, entonces no podemos hablar de inclusión. Esa palabra la podemos dejar para el empleo, por las cuotas de la ley de promoción del trabajo para personas con discapacidad, porque hoy querer tomar a esas personas pasa por una cuota. Pero lindo sería que te tomen por tu tarea y condiciones”, dice Machín, y deja abierto el tema de empleo y discapacidad, una problemática que merece otra nota periodística.

Mención del concurso Julio Castro.