Es bastante frecuente caminar por distintas ciudades y toparse con estatuas, monumentos o placas que intentan contar la historia de un perro. Lo que no es tan habitual es que se les coloque un pañuelo rojo a esos homenajes escultóricos con la intención de recordar el coraje de otro perro. Es que, para muchos, un perro con pañuelo rojo no es otra cosa que un homenaje al Negro Matapacos, un peculiar militante de las causas estudiantiles chilenas. Sin embargo, estatuas como la de Hachikō, en Japón, pueden amanecer con un pañuelo rojo en su cuello, no sólo en apoyo a aquellas manifestaciones. Fue también el caso del monumento a Balto, el perro de trineo, en Estados Unidos, cuando la Policía detuvo y agredió violentamente a un joven afroamericano que supuestamente evitó pagar el pasaje de metro en una estación de Brooklyn.

Pero vamos al origen de esta costumbre. En 2011, tras una serie de recortes en el presupuesto educativo chileno, miles de jóvenes salieron a las calles a manifestar su descontento. Pero en Santiago, la capital, la marcha ocurrió con una particularidad. Era encabezada por un perro negro, cruza, sin un responsable aparente que, a su paso, desafiaba y gruñía a los policías (pacos) que impedían la legítima protesta.

En Chile es complejo encasillar a perros que transitan la ciudad como callejeros o vagabundos, ya que no necesariamente son lo mismo. Un perro callejero es aquel que no tiene restricciones para deambular pero que depende de uno o varios responsables para alimentarse, mientras que el vagabundo tampoco tiene restricciones y no le debe nada a nadie. En el caso del Negro Matapacos se podría decir que era un perro decididamente callejero, ya que tenía casa y comida en la casa de María, cerca del barrio universitario. De hecho, su tenedora cuenta que el animal parecía saber cuándo y dónde se iban a realizar las protestas estudiantiles y, sin oponerse a ello, simplemente lo bendecía y rezaba para que volviera sano y salvo.

Para algunos era un estudiante reencarnado, y con ese halo fue adoptado por estos como símbolo de lucha, adornándolo con distintos pañuelos en su cuello. Pero no sólo por enfrentarse a carabineros que reprimen con gases lacrimógenos o chorros de agua es que ganó admiración, pues existe una simbología popular arraigada: salir a protestar por la precarización en la educación junto con perros de la calle (un símbolo de precariedad si los hay) de alguna manera los une. Los estudiantes, últimos en ser escuchados por parte del Estado, ven en la figura del perro callejero a un par. Incluso muchos utilizan esa figura para posicionarse frente al sistema que los ignora. Se pudo escuchar a estudiantes concluir: “Ya no somos perros de la calle, la generación nueva se limpió de los relatos anteriores, los relatos dicotómicos. Ahora hemos logrado que los políticos hablen sobre la educación pública... tenemos que ladrar mucho”.

Desde 2011 a 2017 fueron muchos los homenajes en vida que tuvo este “activista social canino”. Además de documentales y agrupaciones que llevan su imagen, los asistentes a clases de periodismo de la Universidad de Santiago de Chile pintaron un mural en el que se ve a los estudiantes y los trabajadores por un lado y a empresarios, la iglesia y la Policía por otro. Enfrentando a estos últimos, el Negro Matapacos en primera línea.

Ante todo pronóstico, Matapacos murió acompañado de su familia y con cuidados veterinarios en agosto de 2017 por causas naturales. Entonces nació su legado: un grupo de estudiantes decidió fabricar una escultura de hierro cubierta por material reciclado de las mismas protestas. Además, el pañuelo rojo atado a su cuello fue confeccionado y bordado a mano por los manifestantes, y el combo estatua-pañuelo fue ubicado en la Plaza de la Aviación, en la comuna de Providencia. Tras sucesivos actos de vandalismo (por ejemplo, pintarla de verde, color que distingue a los carabineros), la estatua del Negro Matapacos descansa con su estructura original junto a plantas y flores que le dan la forma de perro original.

Después de las protestas de 2019 la imagen del perro comprometido volvió a escena, no sólo en pancartas y expresiones urbanas, sino también en remeras, folletos, carteles e incluso filtros de Instagram. La banda Ases Falsos cantó sobre este enfrentamiento con los carabineros: “Los animales no se equivocan”. Además, este símbolo estudiantil propició la aparición de otros referentes caninos de lucha en las sucesivas marchas tanto en la capital como en otras ciudades chilenas. El Rucio Capucha de Santiago, el Pepe Matapacos de Concepción, el Vaquita de Antofagasta y otros son perros callejeros que conforman la llamada “familia Matapacos”, cuya piedra fundamental fue colocada por el Negro.