Sabido es que las estatuas no respetan un patrón que justifique su existencia. Por eso pueden graficar la imagen de un prócer, un héroe, un líder político, un referente deportivo o cultural y, también, la de un gato que mató más ratones que ninguno en la historia moderna. En las puertas de la destilería Glenturret, en Escocia, hay una estatua de bronce que rinde tributo a un gato carey de pelo largo que, digamos, trabajó desde 1963 hasta 1987, con una placa al pie que reza: “Towser, la famosa gata que vivió en la destilería durante casi 24 años. Atrapó a 28.899 ratones. Campeona ratonera. Libro Guinness de los Récords”.

El éxito de los gatos se debe, en gran parte, al hábito que tiene el ser humano de almacenar cereales y demás alimentos y, por suerte, también, de fabricar distintas bebidas espirituosas. Este acopio de materia prima es un gran llamador para roedores y otros invitados indeseados, cuya némesis no es otra que el gato doméstico. Es perfecto, porque además de ser el mejor depredador para esos bichos, los gatos no consumen cereales y, por lo tanto, su presencia no es motivo de preocupación para los dueños de los almacenes.

Desde sus inicios las destilerías recurrieron a los servicios de felinos para cuidar sus insumos. Varios gatos pasaron por distintas casas de licor cumpliendo su labor de manera adecuada, pero un día apareció Towser que, gracias a su talento inigualable, devino una celebridad, al punto de concurrir a programas televisivos, recibir cartas de admiradores y ser la principal atracción para aquellos que visitaban el lugar.

No tardaron en aparecer distintas hipótesis para explicar el exacerbado número de víctimas de esta máquina de matar roedores. Una de las más populares decía que esas cifras se debían a que, antes de salir a merodear por la fábrica, la gata recibía en su plato con leche unos chorritos del whisky Famous Grouse y, cual Popeye tras ingerir espinaca, salía a darse de bomba con todo bicho con el que se topara. Obviamente, la destilería niega rotundamente que eso sucediera.

Pero el elevado número de víctimas de esta cazadora profesional debía ser corroborado por los inspectores del libro Guinness para poder colocarle la cucarda. Para eso, un par de integrantes del jurado se instalaron unos días en la fábrica, observaron el comportamiento de la gata, contabilizaron las bajas y extrapolaron el total. Si seguimos esa lógica, para llegar a los 28.000 y pico de caídos en las garras de Towser esta debe haber matado entre tres y cuatro ratones por día a lo largo de sus 24 años.

En marzo de 1987 la popular exterminadora murió, y luego de los homenajes correspondientes (por ejemplo, las huellas de sus patas decoran la etiqueta del licor Highland Light de Fairlie) la destilería debió contratar nuevo personal. Tarea nada fácil, ya que la vara había quedado demasiada elevada. Fue entonces el turno de Amber.

Las crónicas aseguran que no atrapó muchos ratones, es más, se dijo por lo bajo que fue incapaz de atrapar al menos uno, pero tenía otro encanto: era muy sociable con las visitas. Igualmente, como consecuencia de la ineficacia de Amber para su principal tarea, la fábrica decidió buscar sustitutos en una de las más grandes protectoras animales de Reino Unido. Cual reallity show, fueron seleccionados nueve gatos finalistas mientras que, dentro de la fábrica, los ratones disfrutaban de una especie de Disneylandia provisoria

Luego de ir filtrando candidato a candidato, los empleados no lograban decidirse entre dos de los finalistas, llamados Dylan y Brooke. Así que, en vez de buscar un ganador, ambos fueron contratados por la destilería. Brooke murió en 2011 y poco después Dylan corrió con la misma suerte. En 2013 llego Barley, pero desapareció rápidamente.

Como política casi de Estado, la fábrica no dejó de buscar empleados para el control de plagas y en 2014 llegó Peat, de dos meses, cuya fama no se debió a sus capacidades predatorias sino más bien al trampolín un tanto tramposo que generan las redes sociales. De hecho, un día salió del lugar, escaló un árbol y tuvieron que acudir a los bomberos para que volviera a trabajar.

Tal es el vínculo de los gatos con las destilerías que, en cualquier lugar del mundo y sin importar su nivel económico, siempre cuentan con felinos entre el personal permanente. De hecho, una de las frases más repetidas por los dueños de este tipo de negocios dice así: “Si un cervecero dice que no tiene roedores, miente”.