La flor de lis es uno de los motivos clásicos que se adivinan en las paredes, sostenidas por fuertes columnas que rodean el patio y la fuente con pisos de inspiración mozárabe. En medio del campo sanducero, en tierras que vieron pasar héroes y misioneros, desde 1904 el castillo Morató encierra los secretos de una construcción ecléctica y discreta al mismo tiempo. Provista de agua corriente y electricidad desde la primera época, la propiedad esconde un túnel que, se cree, conduce hasta la costa del río Queguay Grande, antiguo lugar de pesca de los indígenas. La misteriosa edificación ocupa actualmente el foco de una serie de investigaciones en ese rincón del país –la arqueóloga Nelsys Fusco y el docente Daniel Cortazzo, quienes trabajan sobre el acervo cultural del predio, recalcan su autenticidad y su unidad– mientras sus herederos acceden por primera vez a mostrarlo al público. Las visitas guiadas serán los sábados y domingos, desde el fin de semana próximo, para grupos reducidos y únicamente con reserva.

Una “galería de honor”, diseñada por un arquitecto florentino, compuesta por los primeros eucaliptus plantados en Uruguay, conduce a la estancia Buen Retiro, al este del departamento de Paysandú, estación Tres Árboles, a 25 kilómetros de Pueblo Morató. Alfredo y Antonio Morató, los propietarios de la estancia, que hoy comprende 12% del padrón original, aseguran que “es una oportunidad para mostrarle a la gente el patrimonio familiar. El castillo forma parte de la historia de Uruguay”.

La fastuosa construcción rural fue un encargo del comerciante Francisco León Barreto. El químico farmacéutico Ovidio Morató, yerno del fundador, quedó a cargo y fue quien culminó la obra en 1916, añadiendo el jardín.

Distintos episodios ocurridos en ese paisaje lo tornan de interés histórico y turístico. El establecimiento Morató estuvo a la vanguardia por su sistema de producción integrado y por la alta calidad de la crianza: fue así uno de los grandes proveedores del frigorífico Anglo y uno de los primeros tambos industriales del país, que exportaba quesos tipo Chubut en la naviera británica conocida como Mala Real Inglesa.

Sus orígenes se remontan al siglo XVII, como lindero del extremo sur de la estancia jesuítica misionera guaraní de Yapeyú, donde se emplazaba el puesto posta San Juan Bautista, sitio de vigilancia de tierras y ganados. Legado de esos tiempos son los muros, cercos y corrales de piedra, que se conservan en muy buen estado.

Ya en el siglo XIX, entre sus propietarios se destaca el primer presidente de la república, Fructuoso Rivera, quien tuvo allí su casco de estancia. El sitio fue una de las tantas paradas del naturalista angloargentino William Henry Hudson, y se supone que es una de las fuentes de La tierra purpúrea, ya que en 1868 visitó el lugar, según se desprende de su diario de viaje. En la novela Hudson se queja de la poca sombra de esa geografía.

Aparicio Saravia y el presidente Máximo Tajes, entre otros, también registraron su pasaje por el predio.

Alternativas

A partir de este sábado esta atracción pasará a complementar la oferta turística más típica de Paysandú, como las termas de Guaviyú, San Nicanor y Almirón, así como el área protegida de Montes de Queguay. A su vez, la intendencia tiene una licitación adjudicada para la explotación de actividades náuticas. Se desarrollan también circuitos que narran la defensa de Paysandú, pasan por la Meseta de Artigas y Villa Purificación, aparte de otros paseos de interés religioso, y se trabaja en la recuperación de balnearios alternativos, como Paso de las Piedras, en tanto está en los planes la construcción de una “ventana” a un tramo del túnel utilizado en épocas del sitio a la ciudad de Paysandú y la creación de un centro de interpretación 3D que relate las instancias más críticas de la defensa, que estuvo al mando de Leandro Gómez. El objetivo es posicionar los atractivos del departamento con el fin de generar estadías más largas, puesto que el promedio en los destinos de la región es de dos noches.

Visitas. Se realizarán, según agenda previa, los sábados y domingos con un costo de $ 1.800 por persona, que incluye el traslado de dos horas desde y hacia el hotel Termas de Almirón (ubicado en las únicas termas de agua salada del país), el guía turístico y la entrada al predio. Se ofrece opcionalmente una canasta para picnic a $ 750. Por más información: 4724 1636 y 4742 3620.