El 4 de octubre, en medio de una serie de polémicas que rodean a la empresa, las cuatro principales aplicaciones de Facebook Inc., Instagram, WhatsApp, Facebook Messenger y Facebook, dejaron de funcionar por unas seis horas. La explicación de la empresa fue que un comando mal ejecutado durante una tarea de mantenimiento en sus centros de datos a nivel mundial provocó su desconexión y una reacción en cadena que terminó afectando también los mapas de ruta de sus redes (BGP) y la libreta de direcciones IP (DNS).

Incluso antes de conocer el motivo de la caída, Mark Zuckerberg se apuró a pedir disculpas a los usuarios de las redes sociales. Es que el impacto de estos servicios en la vida personal y profesional de las personas se vuelve clave no sólo desde una perspectiva de salud mental sino también económica.

Una muestra de esto fueron los cambios en el tráfico que se registraron en Uruguay. Según datos proporcionados por Antel, el tráfico de llamadas de teléfono aumentó 30% respecto del mismo período de tiempo del viernes 1° de octubre, el último día hábil antes de la caída. Asimismo, el uso de mensajes de texto se multiplicó por seis.

Estas cifras refieren al uso de vías alternativas para comunicarse, pero ¿qué pasa en un mundo en el que WhatsApp, Facebook e Instagram son prácticamente los únicos servicios de internet que utilizan muchas personas? La caída de las dos redes sociales y el servicio de mensajería significaron una reducción de 9% en el tráfico de internet fija y de 36% en el de internet móvil.

Trato preferencial

La dependencia que han generado estos servicios se volvió de vital importancia para muchas personas. Pensemos en comunidades locales, zonas rurales, barrios carenciados: WhatsApp es la principal vía de comunicación para quienes habitan estos lugares. Pero si se cae esta app de mensajería, ¿por qué no recurren a otras, como Telegram o Signal? Porque ninguna de ellas tiene acuerdos de “zero rating” con las empresas de telecomunicaciones proveedoras de servicios móviles. Dicho de otra forma: por WhatsApp no hay que gastar datos, por las otras apps de mensajería sí.

Esto repercute en los negocios. Según COST, una herramienta desarrollada por NetBlocks que estima las pérdidas ocasionadas según la cantidad de tiempo que un servicio se encuentre de baja, las caídas de Facebook, WhatsApp e Instagram ocasionaron pérdidas por casi 1.000 millones de dólares a nivel global. En América Latina el impacto alcanza los 71 millones de dólares, mientras que el cálculo correspondiente a Uruguay estima que se produjo una pérdida de 674.000 dólares totales para los negocios dentro del territorio.

La red mental

El impacto de la caída de los servicios de Facebook Inc. también puede ser psicológico. En declaraciones a la agencia argentina Télam, la psicóloga Laura Jurkowski, directora del centro Reconectarse, sostuvo que lo ocurrido “genera mucha inseguridad y ansiedad porque al depender de WhatsApp y otras redes sociales muchas veces se dejan de utilizar otros recursos alternativos, como el teléfono”.

Por su parte, Beatriz Busaniche, integrante de la Fundación Vía Libre y fundadora de Wikimedia Argentina, dijo a La Voz de Argentina que el apagón de las redes ocasionó una situación complicada para “una cantidad de personas que en este momento están incapacitadas de comunicarse con seres queridos, con su clientela o con las personas que necesitan para trabajar”. Busaniche también señaló que si el episodio se hubiera producido durante la peor etapa de la pandemia de la covid-19, la situación podría haber sido mucho más grave.

Grieta de empleados

El apagón de Facebook, WhatsApp e Instagram se produjo en medio de la polémica que rodea a Facebook Inc. a raíz de la publicación de los “Archivos de Facebook”, una investigación de The Wall Street Journal con base en los documentos internos a los que accedió por intermedio de la exjefa de producto de la compañía, Frances Haugen.

Una semana después de la caída, y luego de que Haugen declarara ante el Senado estadounidense, se produjo una nueva filtración. Un informante entregó a The Intercept la lista de “individuos y organizaciones peligrosas” que tiene la red social, en lo que parece ser una suerte de grieta entre la actitud de la empresa y lo que ven sus empleados en la interna.

El documento de 100 páginas incluye una serie de personas, organizaciones, medios alternativos y bandas musicales que son considerados peligrosos por sus vínculos con organizaciones extremistas religiosas o políticas (la lista incluye movimientos de ultraderecha así como partidos comunistas), y figuras del mundo del crimen organizado. El documento tiene un apartado de unas diez páginas dedicado exclusivamente a movimientos estadounidenses que son considerados milicias armadas. Se trata de una nueva filtración en menos de dos semanas y no parece que vaya a ser la última.