Una de las condiciones que más enamoran del comportamiento del perro es, sin duda, esa sensación de incondicionalidad y cariño que brinda, algo que no siempre se encuentra entre los pares humanos. Si a eso le sumamos historias que confirman o incrementan tales atributos, el cóctel no falla.

Eso en Oregón, Estados Unidos, lo tienen más que claro. En agosto de 1923 Fran y Elizabeth, junto con sus hijas y Bobbie, un perro cruza pastor inglés y collie escocés de dos años, viajaron desde Silverton, Oregón, hacia Wolcott, en el estado de Indiana. Todo iba bien hasta que, al parar en una estación de servicio muy próxima al destino, el perro fue atacado por un grupo de canes de la zona, lo que provocó que escapara.

Tras varios días de búsqueda minuciosa por los alrededores, y sin haber logrado dar con el paradero de su mascota, la familia decidió volver a su casa con un integrante menos en el auto.

En febrero de 1924, seis meses después de aquel doloroso incidente, una de las hijas del matrimonio salió del Reo Lunch Restaurant, negocio que pertenecía a la familia, y se encontró nada más y nada menos que con Bobbie, que, solito y con dificultad para moverse, se aproximaba hacia ella.

Tenía sarna, estaba extremadamente flaco y casi no tenía uñas en las patas, producto del desgaste producido de tanto caminar, pero el perro increíblemente había regresado a su hogar. Nadie podía entender cómo ese animal había recorrido los 4.105 kilómetros de distancia que separan a Oregón de Indiana, tramo que, por si fuera poco, incluye llanuras, montañas y desiertos, con el agregado del crudo invierno del lugar.

Tras el reencuentro y luego de alimentarse con carne, el viajante se dispuso a descansar y no se movió, según cuentan, por tres largos días. Al conocer la distancia y el tiempo transcurrido hasta su regreso, se calculó que el perro recorrió en promedio unos 23 kilómetros por día y se pudo saber casi con exactitud de bitácora los pormenores del viaje.

Gracias a que la noticia fue objeto de artículos en periódicos locales e interestatales, comenzaron a llegar a la casa numerosas cartas dirigidas simplemente a “Bobbie, el perro maravilloso” o “Bobbie de Silverton”, de personas que aseguraban que habían visto al animal en determinada localidad; incluso algunas hasta le habían abierto las puertas de su casa para alimentarlo y curar las heridas de la travesía.

La Sociedad Protectora de Animales consiguió quedarse con estas cartas y pudo elaborar una especie de ruta detallada del camino recorrido por el perro. Durante el viaje original, la familia se detuvo cada noche en una estación de servicio para descansar y todas y cada una de ellas fueron visitadas por Bobbie en sentido inverso. Incluso pasó por casas y campamentos destinados a personas sin hogar.

Semanas después de haber vuelto, Bobbie era enormemente famoso. Recibió medallas, llaves de la ciudad, un collar con joyas incrustadas y hasta fue el invitado de honor en el Portland Home Show (especie de evento anual durante el que se muestran viviendas y se reúnen expertos de la construcción), al que fueron unas 40.000 personas especialmente para verlo y asistir a la presentación de una casa para perros que le dedicaron.

Gracias a la prensa, la historia de Bobbie, rebautizado como “Bobbie the Wonder Dog”, llegó a todos los rincones del planeta. Su historia apareció en Ripley’s Believe It or Not y hasta protagonizó The Call of the West, una película muda estrenada ese mismo año que contaba sus andanzas de regreso a casa.

Pero quizás el reconocimiento más interesante que obtuvo fue en el ámbito legal. Bobbie era el único perro de la ciudad autorizado a andar por la vía pública sin correa; dicho de otro modo, podía vagar por la ciudad sin restricciones.

El perro maravilla murió en 1927 y fue enterrado con honores en el cementerio de mascotas de la Oregon Humane Society, en Portland. Pocos días después, la estrella de cine canina de la época, Rin Tin Tin, viajó hasta su tumba y depositó una ofrenda floral.

El lugar de su descanso final se encuentra protegido por la misma casa para perros que había recibido años antes y es visitado diariamente por turistas y personas locales. En su ciudad natal se celebra un desfile anual de mascotas y se pueden encontrar varios murales pintados en casas y negocios que recuerdan al perro maravilla, así como también una estatua que lo homenajea.