El aislamiento social voluntario pero sostenido en adultos mayores ha tenido un efecto que no es menor. Según sus propias experiencias y los conocimientos que comparten algunos expertos, el impacto es tan homogéneo como significativo. Una forma de intentar ayudarlos para que puedan volver a la circulación comunitaria es dialogar con ellos y hacerlos partícipes de las decisiones que los involucran.

“Estar encerrados nos ha hecho perder gran parte de nuestra vida cotidiana, nuestros contactos y casi todas las actividades que compartimos en grupo”, contó a la diaria Águeda Restaino, integrante de la Red de Adultos Mayores de Uruguay (Redam). Agregó que el tiempo transcurrido desde el inicio de la pandemia para las personas mayores “significa un retroceso como de diez años, sumado a que ahora la gente tiene miedo de salir a la calle, de tomarse un ómnibus y hasta de hacer sus compras”. Restaino da cuenta de dos extremos: “El encierro genera que el hogar se convierta en un lugar que asfixia, del que queremos escapar, o, por el contrario, en el que nos dejemos morir”, entendiendo que esto es lo que les ocurrió a muchos de los compañeros con los que tiene contacto.

De lo individual a lo colectivo

La consultada cree que una de las cosas más injustas fue, por una parte, “escuchar que el aislamiento no era ni es obligatorio cuando en realidad se clausuró casi todo, es decir, que aislarse no era una de las opciones sino casi la única”. Por otra parte, no se tuvo en cuenta “el descuido general de la salud integral de las personas; las enfermedades se agravaron o muchas situaciones se pasaron por alto porque no se podía asistir de manera presencial para poder tratarlas como se debe”.

En cuanto a las recomendaciones de aislamiento a las que se exhortó a la población desde el 13 de marzo de 2020, Restaino expresa que para ella fue “un falso proteccionismo” y explica que esta interpretación de las recomendaciones se debe a que hay “un sinfín de consecuencias de adoptar conductas extremadamente solitarias que no se tomaron en cuenta; por ejemplo, el miedo como factor determinante a la hora de hacer cualquier tipo de cosa”.

Lo ejemplifica al contar que se está preparando para el 20 de octubre la cuarta jornada de adultos mayores, a la que siempre asisten cuatro personas por red de cada departamento, y que para este año muchas están dudando en venir o confirmando que no asistirán: “Eso es parte de haber adoptado la conducta de lo individual como seguro. Esto es grave, para nosotros perder un año es mucho; como siempre digo, envejecer es obligatorio, crecer es opcional: si un joven de 20 años se queda haciendo sólo lo básico durante un año, cuando decide cambiar tiene 21 años y toda una vida por delante; en cambio, si una persona mayor, de 80 años, se queda un año en esa posición, cuando va a cambiar se acostumbró a ese estilo de vida para siempre, para lo que le resta de vida”.

Por otra parte, considera que hacen falta políticas públicas que amparen la vejez y que garanticen esa etapa de la vida como un proceso digno y no “estigmatizado, discriminado y desvalorizado como sucede en la actualidad”. Concluye que “los mensajes que se dieron durante todo este tiempo han sido muy negativos y que además falta indagar en el hoy, porque lo que se sabe es ante la experiencia que se comparte, pero no mucho más que eso; además, sin problemas claros es difícil poder buscar soluciones. La forma en que cada persona padeció la pandemia es muy personal, depende de muchos factores, por ejemplo, económicos y familiares; eso es importante de pensar”.

“El miedo y el sentimiento de soledad se repiten y se están comenzando a ver en quienes se acercan a la clínica”. Ángeles Couselo, presidenta de la Asociación de Psicogerontología de Uruguay.

La especialista en psicogerontología y presidenta de la Asociación de Psicogerontología de Uruguay (APGU), Ángeles Couselo, apoyó ese último punto e hizo la distinción de que no todos los adultos mayores se ven afectados de la misma manera. “No deberíamos homogeneizar los impactos, porque dependen de los vínculos que tuvo o no la persona, las actividades que continuó o no, su situación económica y el lugar de residencia en el que se instaló”. Por otra parte, considera que hay algunos aspectos más generales que se pueden leer como consecuencias colectivas: “El miedo y el sentimiento de soledad son cosas que se repiten y que se están comenzando a ver en quienes se acercan a la clínica”.

En cuanto al trato específico que los uruguayos hemos dado a los adultos mayores durante la pandemia, entiende que “se ha puesto el foco y la importancia en los cuidados biológicos, que no son menores, pero se han olvidado otras áreas igual de importantes, como la salud mental”. Señala la especialista: “‘Quedate en casa’, como recomendación continua y excesiva, no tiene fundamentos, menos si no se repara en los posibles riesgos que a la larga conlleva el encierro y la situación en sí misma. Si no pensamos en qué lugar los estamos colocando, lo que hacemos es vulnerar sus derechos y no incluirlos en las decisiones que los afectan a ellos mismos”.

“Posiblemente ha sido uno de los sectores más afectados”, agregó en diálogo con la diaria el psicólogo especializado en vejez Robert Pérez. “La pandemia y los mensajes dirigidos a la tercera edad que se dieron en el último tiempo cristalizaron los prejuicios que tenemos como sociedad en cuanto a envejecer”, agregó. Por otra parte, entiende que no es tan fácil para ellos decir “ahora voy a volver a salir”, porque tienen incorporado el miedo a lo más básico, que tal vez hace un año hacían sin cuestionarse, como salir a la calle”. Otro de los aspectos preocupantes para Pérez es la acentuación de algunas cuestiones como “deterioros en general, situaciones de violencia y abusos de diferentes tipos”.

Restaino, Couselo y Pérez coinciden en que muchos de los escenarios mencionados se dieron con mayor facilidad debido a que, a pesar de que la población uruguaya posee un alto nivel de envejecimiento, tiene muchos prejuicios respecto de esta etapa de la vida. “En Uruguay cualquier actitud de tutelaje o infantilización de la vejez se incorpora y se naturaliza muy fácilmente; existe un paternalismo social que coloca a las personas mayores en un lugar de incapaces, aunque no se sepa bien por qué”, comentó Pérez.

Incorporar y dialogar

“Que se integren a los grupos de pares que tengan cerca para poder hacer en conjunto cosas que eleven la autoestima, que bastante baja está debido al contexto”, recomendó Restaino a los adultos mayores. “Si tienen familia, no dejen de abrazarla y de estar con ellos, pero si no, hagan amigos y no opten por quedarse solos”, agregó. Por último, incitó a “exigir dignidad, derechos y respeto” por una etapa de la vida que ella considera la más linda, ya que es un momento “para poder hacer cosas que antes no se pudo, dar materias pendientes y ser viejos activos haciendo cosas por nosotros mismos”.

Para Couselo, lo que podemos hacer como familiar, amigo o persona cercana a un adulto mayor es incluirlos en todo lo que sea posible. “No podemos olvidar que son personas, debemos generar instancias de diálogo y participación en las que ellos se sientan útiles, porque lo son, y hacerles creer lo contrario es discriminar”, finalizó. Pérez también cree que ese es el camino y que puedan “elegir ser ayudados pero también ayudar; todos necesitamos sentirnos útiles en cada momento de la vida, y la vejez no es la excepción. Entonces deslindarse de los prejuicios, dialogar con ellos y darles el lugar que merecen es lo más importante”.