Entre el fomento de actividades saludables y recreativas y el ordenamiento de los momentos de ocio, entre el funcionalismo del espacio urbano y la perspectiva higienista, el estímulo oficial de la cultura física y del hecho deportivo (que no puede estudiarse sin considerar sus implicancias sociales) va delineando un vínculo con la historia y el uso de una ciudad. Originalmente, los primeros espacios gestados por el programa Plazas de Deportes, a inicios del siglo XX, eran administrados en conjunto por la Comisión Nacional de Educación Física y la población local del barrio. Más tarde, cuando estas plazas se implementaron también en el interior del país, se instaló la premisa de que dependerían de los gobiernos departamentales mediante comisiones locales de educación física.
“El surgimiento de las plazas de deportes está enmarcado en el contexto de un Montevideo próspero, con fuerte Estado de bienestar, y se construyeron con la intención de mejorar la sociedad y los ciudadanos desde la educación física vista como un derecho y una solución al problema del tiempo libre en la ciudad”, puede leerse en Plazas de Deportes. Revisita e implementación del programa en el Montevideo del siglo XXI, una investigación publicada por la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, con el apoyo de la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Universidad de la República, que desglosa la huella territorial y hace énfasis en los posibles modelos de gestión. “Si bien no estaba implantada la idea del deporte comunitario, o por lo menos no era llamado así, se creía que la práctica deportiva, además de generar buenos hábitos, ofrecía un importante ámbito educativo para generar valores”, recalca.
En cuanto a los aspectos formales, el libro sostiene que “la arquitectura de estas plazas, que en su mayoría se mantienen hasta hoy, partía de la ambiciosa concepción de los Centros de Barrio desarrollados por [Juan Antonio] Scasso (1942), que pretendían atender las necesidades recreativas para la madre y el niño, el adolescente y el adulto [...] En su realización, se limitaron en un principio a un pabellón administrativo y de servicios, como vestuarios y lugares de almacenamiento de equipamiento, y canchas en el exterior para la práctica libre. En algunos casos se incluían gimnasios cerrados e incluso piscinas al aire libre, pero casi nunca desde su construcción inicial, sino que se presentaba como una construcción evolutiva de los espacios en tanto hubiera interés y recursos”.
Estilos de vida
Como recuerdan sus autoras, las arquitectas Maite Echaider y Camila García, ya habían repasado la relación entre los procesos urbanos y el “deporte para todos”, especialmente en el período de gestación de las plazas, que se extendió hasta principios de los años 60 (antes de entrar en una etapa de involución urbana), en su tesina de grado La genética de las plazas de deportes montevideanas (2016). Para el presente trabajo relevaron 16 plazas de deportes montevideanas entre agosto y setiembre de 2018 aplicando como metodología el registro fotográfico así como apuntando la infraestructura que contaban en ese momento. A esto se sumó la información obtenida mediante cuestionarios solicitados a instituciones y en particular los datos sobre propiedad del suelo de esas plazas y la responsabilidad de su mantenimiento en una etapa de transición y de diversificación de los espacios públicos.
En ese sentido, la Plaza de Deportes n.º 1 “es pionera en el pasaje de su gestión desde la Secretaría Nacional del Deporte [SND] a la Intendencia de Montevideo, a partir de un pedido que surgió y encontró su concreción gracias a la comisión de vecinos de Ciudad Vieja que tenía como objetivo recuperar ese espacio para el disfrute de la comunidad. Es un espacio con una particular historia deportiva arraigada en el barrio que genera un fuerte sentimiento de identidad y pertenencia entre los vecinos”, señalan en el volumen. En cambio, en el segundo caso que analizan, la Plaza de Deportes n.º 3, de Parque Rodó, destacan lo singular de que sea la única enfocada en una sola disciplina, el tenis, “y es principalmente por ese motivo que está en proceso de pasaje de gestión de la SND a la Asociación Uruguaya de Tenis”, y así quedar en la órbita privada. El tercer ejemplo, la Plaza de Deportes n.º 7, es presentado como “emblema de las inversiones hechas por el Programa Plazas Siglo XXI. Las obras realizadas comprenden el cerramiento de la piscina y un gimnasio de alta calidad, además de vestuarios y una inyección de programación y docentes, lo que multiplicó su concurrencia”. Algo similar ocurre con la Plaza de Deportes n.º 11, del Cerro, “que implicó una gran inversión en infraestructura y mutiplicación de escala y usuarios”, aunque se apunta a una mayor participación e integración social.
“Echaider y García observan que este tipo de plazas –germinalmente dinamizadores barriales, luego decadentes, y en el siglo XXI intentando recomponer infraestructura y vínculos–, “se generaron en un momento de creación de la nación y del ser uruguayo y evolucionaron a lo largo de la historia hasta la actualidad, apoyadas en programas como Montevideo de la Convivencia, para retomar ideas socializadoras y de desarrollo como valores originarios adecuados ahora al contexto contemporáneo”.