En Buenos Aires aún quedan refugios que nos permiten viajar en el tiempo y Pizzería Ferreiro es uno de ellos. El local, ubicado a pocos metros del Monumento al Cid Campeador, en el barrio de Caballito, es comandado por las hermanas Cinthia y Jenifer Ferreiro; y fue inaugurado en 1970 por sus abuelos, Oscar Ferreiro e Hilda Riquelme, y su tío abuelo, José Ferreiro. Es un ambiente familiar que conserva la fachada y el mobiliario antiguo, y cuenta con la particularidad de estar decorado con afiches de jugadores de fútbol de las décadas del 30 y 40 que se incluían en la icónica revista El Gráfico.
La especialidad de la casa es la típica pizza porteña a la piedra en sus variedades clásicas. “Nada de sabores agridulces”, sentencia Cinthia.
Historia de generaciones
Ferreiro levantó sus persianas por primera vez el 28 de enero de 1970. En el local, ubicado en avenida Ángel Gallardo 1001, había funcionado anteriormente una despensa, mientras que Oscar e Hilda trabajaban enfrente, en un garaje donde lavaban autos.
“Ellos fueron juntando pesito por pesito porque querían abrir un negocio propio y terminaron comprando este”, relata Cinthia. Ferreiro siempre fue un lugar familiar. En un principio la pizza la hacía el propio Oscar con la ayuda de su hermano José. Con el tiempo, José se abrió y quedaron Oscar e Hilda junto a su único hijo, Aldo, que a los 15 comenzó a trabajar como mozo.
El local fue pasando de generación en generación. Oscar falleció en 1988 y en ese momento Hilda y Aldo tomaron el mando. Mientras tanto, Cinthia y Jennifer empezaron a dar sus primeros pasos en el negocio. “Yo entré a mediados de la década del 90 y arranqué atendiendo el teléfono de los deliveries”, relata Cinthia. “Después fui moza de mostrador y, desde que dejó de venir el histórico mozo en 2008, atiendo el salón los fines de semana”.
Luego de los fallecimientos de Hilda en 2014 y de Aldo en 2016, las chicas tomaron la posta junto con su madre Angélica. Hoy en día en la primera línea del salón son todas mujeres y los hombres están en la cocina, cerca del horno. “Fue pura coincidencia, no tiene que ver con las políticas de género”, dice Cinthia entre risas.
Ferreiro es conocida por su pizza a la piedra de gustos clásicos, por su buena materia prima y por lo artesanal que es todo el proceso: el tomate, por ejemplo, se licúa y no se fríe. “Acá vienen muchas familias con sus bebés y les dan los tronquitos de la pizza. Es una pizza muy cuidada”, enfatiza Cinthia.
Entre los gustos clásicos se encuentran las de muzzarella, fugazzetta y jamón y morrones, y las que son propias de la casa, como la llamada “Mundial 78”, que lleva salsa, cebolla, queso provolone y morrón, y la “Ferreiro”, que es de muzzarella, longaniza y provolone. También hay de palmitos y de champiñones. “Estamos pensando en crear la pizza ‘Mundial 86’ y ‘Mundial 2022’, vamos a pedirle a la gente que opine a través de las redes sociales”, adelanta Cinthia.
“No trabajamos nada de lo que es agridulce. Somos clásicos, y son gustos de bodegón, bien de pizzería a la antigua. Llegamos hasta la rúcula y la albahaca”, describe. La pizza que más se vende es la napolitana: “La recomiendo con los ojos cerrados porque sé que sale muy bien. La hacemos con rodajas de tomate y le ponemos una crosta de provolone arriba y entonces al morderla se escuchar el crunch”. Cinthia sostiene que hay pizzas que son más características del invierno, como la de verdura o la Ferreiro, y que, en cambio, en el verano las más pedidas suelen ser fugazzetta, muzzarella y napolitana.
Además de la pizza, en Ferreiro ofrecen empanadas y el típico fainá. “Como moza escuchamos a los clientes y tratamos de incorporar algunas cosas sin salirnos de lo clásico. De todas maneras, nuestro punto fuerte es la pizza, las empanadas las tenemos de relleno”, admite.
En materia de postres, el flan casero también se volvió un clásico del local. En un fin de semana se llegan a vender dos o tres docenas.
El salón es austero. Las mesas son de fórmica y las pizzas las sirven en los típicos platos color nácar de la legendaria marca argentina Durax. No cuenta con aire acondicionado. Se las arreglan con un par de ventiladores industriales que están desde los inicios.
Aún conserva el cartel original –aunque la luz de neón no está funcionando actualmente–, la máquina de hacer hielo y la antigua “adicioteca”, que tiene solapas con diferentes números y que sirve para anotar los pedidos de cada mesa.
“Mis papás le hicieron algunas reformas al local y nosotras tratamos de agiornarnos pero sin perder la esencia de Ferreiro: el bodegón, el fútbol, la familia. Eso somos”.
La pizza del delivery viene con el famoso “coso de la pizza” en el medio, que a veces es de forma redonda y otras veces es triangular.
La gran estrella de la pizzería, sin dudas, es su horno a gas recubierto de ladrillos. Es el mismo desde que abrió el negocio y actualmente es manejado por el maestro pizzero Alejandro Herbel y un ayudante.
La hinchada
Otra de las particularidades del local es que sus paredes se encuentran decoradas con fotos enmarcadas de jugadores de fútbol de la década del 30 y del 40 que salían en la antigua revista deportiva El Gráfico. “Son fotos que coleccionaba mi abuelo”, cuenta Cinthia. “Él era fanático de Independiente, pero hay fotos de jugadores de todos los cuadros. También hay banderines y cuadros de Esteban Druero, que era cliente y le dejó a mi abuela el cuadrito, y de Estela Raval”.
Es habitual que Ferreiro se llene de clientes los días en que hay recitales y partidos porque el local tiene dos televisores y tienen contratado el pack de fútbol. “Vienen muchos hinchas después de ir a la cancha de Boca, de River, de Argentinos Juniors, de San Lorenzo y de Huracán. Acá adentro se han festejado campeonatos. Durante el último Mundial sacamos pizzas después de los partidos hasta las dos o tres de la mañana”, asegura.
La pizzería es frecuentada también por exjugadores de fútbol como Néstor Tota Fabbri y Andrés D'Alessandro. Cinthia aún recuerda que una noche de invierno de 2018, cerca de las 23.00, entró al local una persona alta, flaca, con gorro y tapado que se sentó atrás de todo. Cuando lo miró bien reconoció que era Marcelo Tinelli. “Se armó un lío tremendo acá adentro. Se sacó fotos, nos nombró y todo el mundo viene a preguntar en qué mesa estuvo sentado Tinelli”.
En Buenos Aires es tradición comer pizza los domingos a la noche, con o sin delivery. Sin embargo, Cinthia dice que hay fechas fuertes como el día del amigo, las fiestas de fin de año y las graduaciones. “En verano, con calor, la pizza se pide con moscato o una gaseosa bien fría. En invierno se complica un poco porque se enfría más rápido. Pero no la dejan de lado”, sostiene la experta.
El local funciona de lunes a lunes siempre en horario nocturno. Abre a las 19.30 y pueden estar hasta las 0.30, una o dos de la mañana. Mientras haya una mesa ocupada, la familia Ferreiro mantiene el boliche abierto. “Acá vienen mujeres con panzas y después vienen esos hijos que ahora tienen 15 o 20 años, gente que primero viene de novia y que después llegan con sus maridos y esposas. La clientela va pasando de generación en generación. Hay gente que me dice que venía con su abuelo, o son sus papás”, resalta Cinthia.
“La gastronomía es muy apasionante pero también muy esclava. Nuestras vidas están supeditadas a esto, más allá de que es lo que nos da de comer. Esto para mí es mi vida, es mi sustento, mi historia familiar, es lo que me representa”, concluye Cinthia emocionada.