Llegó marzo y con él también las ganas de empezar cosas nuevas o de continuar aquellas que en enero y febrero quedaron pausadas. Una de esas actividades es el ejercicio. A cuatro años del inicio de la pandemia por la covid-19, las formas de hacer deporte y entrenar se reconfiguraron y aparecieron otras.
En diciembre de 2020, el gobierno promulgó un decreto que restringía las actividades deportivas en espacios cerrados. Como consecuencia, tanto personas que entrenaban como profesores de Educación Física se reinventaron y adoptaron una nueva modalidad al aire libre. Si bien algunos ya lo hacían antes de la pandemia, esta tendencia se popularizó durante y después.
En Montevideo es normal ver grupos de entrenamiento, por ejemplo, en la rambla al atardecer o en el parque Batlle de mañana. Lo cierto es que estos grupos están por toda la ciudad y aprovechan los espacios públicos para sus prácticas. Las áreas comunes se revitalizan y se nutren de estas actividades.
Un “despeje mental”
Sofía Chelle es licenciada en Educación Física, hace entrenamiento funcional y running en el parque Rodó y está detrás de la cuenta de Instagram @muv.mvd. Sofía le contó a la diaria que empezó a dar clases en una agencia de publicidad con un grupo de cinco mujeres y que cuando empezó la pandemia las sesiones pasaron a ser en línea. Cuando las medidas sanitarias aflojaron un poco con respecto a las actividades al aire libre, el grupo decidió ir al parque.
Ahí les propuso a sus alumnas abrir el grupo a otra gente como una forma de “abaratar costos para ellas, porque eran poquitas”. A su vez, ya que estaban en el parque, “aprovechamos a ver si se ponía más divertido con otras personas”.
Es así que el grupo se armó. “La agencia se convirtió en una anécdota”, dijo Sofía, y los grupos aumentaron cada vez más. “Hoy en día tenemos de lunes a viernes dos o tres clases por día”.
Para ella, el entrenamiento al aire libre es un “despeje total”. Señaló que “la gran mayoría de la gente trabaja en oficinas, encerrada”, y además de hacer ejercicio “también respirás aire y la naturaleza”. Sofía destacó el parque Rodó como un punto “muy privilegiado”, ya que pueden ver el atardecer en el agua. “El despeje mental hace muy bien”, destacó.
Valoró que las personas que nunca habían probado entrenar al aire libre disfrutan más del espacio, ya que “un gimnasio, por lo general, es ruidoso, chico, te sentís apretado”, y que en cambio ahora tienen “todo el parque para moverse tranquilos”, y es “cero ruidoso”.
Magdalena Berazategui es alumna de Sofía desde hace casi tres años. “Fue la primera vez que me enganché con una actividad física”, dijo a la diaria. “El hecho de que sea al aire libre es buenísimo porque trabajo muchas horas adentro, en una oficina”. Destacó que le gusta hacerlo “incluso en invierno”, ya que “estar a la intemperie es lindo”.
Señaló que prefiere esta modalidad al gimnasio porque este le parece “impersonal” y muchas veces puede ser un “ambiente masculino”. En cambio, consideró que en el grupo mixto que ella integra “hay una energía femenina linda”. Comentó: “Es un espacio cuidado, realmente sentís comodidad, y la gente se va sumando en esa misma línea”.
Magdalena comparte dos cosas con Marcos Turiele, otro alumno de Sofía con el que la diaria dialogó: ambos trabajan en una oficina y no les gusta entrenar en lugares cerrados. Marcos, a diferencia de Magdalena, empezó hace menos de dos meses, y nunca había entrenado al aire libre. Contó que fue a un gimnasio hace 25 años pero no se encontró, y tampoco le entusiasmaba la idea de volver a un sitio cerrado.
En esto coincidió Aníbal Lavandeira, ultramaratonista extremo, entrenador y conferencista. Aníbal afirmó que “estamos hechos para estar al aire libre”, para el entorno natural. “No sólo tenés todo lo que es el sol, el calor, la respiración es más liberada, no se generan toxinas como dentro de un gimnasio”. Consideró que entrenar al aire libre es “fundamental”. Aníbal se refirió al entrenamiento bajo la lluvia, y que “si estás entrenando y te mojaste, te mojás, no te va a pasar nada”.
Además de dar clases al aire libre, trabaja en un gimnasio. Señaló que les dice a las personas que van allí que cuando se sientan mal no vayan al gimnasio, sino a caminar por la rambla, por el parque o por Avenida Italia, ya que “te va a mejorar muchísimo más que venir a un gimnasio, ni que hablar a una piscina”. El ultramaratonista también sube videos a su cuenta de Instagram, @aniballavandeira, en los que motiva a moverse y salir de la zona de confort.
Aníbal diferenció el deporte profesional del que se aborda por cuestiones de salud y recreación, entre otras razones. Planteó que este último no tiene las mismas exigencias y que, por lo tanto, no hay que imponerle tantas reglas. “Para el atleta que hace un deporte específico y vive de eso es un mundo, pero el 99,9% de las personas no practican el deporte como forma de vida, sino como parte de su vida”, indicó. Por lo tanto, señaló que cuando más se le agreguen “cosas externas”, como el paisaje, “más lo disfruta”.
En ese sentido, Marcos, alumno de Sofía, resaltó que los que están en el grupo no son “atletas de élite”, sino que son “personas normales, diversas”, que “eligen darle cierta prioridad al deporte”. “Esto es más un cuidado de la salud, tener el cuerpo en movimiento, la postura, pero no es tanto por el lado de la imagen o de patrones de belleza; no entrenamos para estar en una tapa de revista”.
Llueva o truene
Diego Theodosopoulos es instructor de fitness y musculación, y tiene grupos de entrenamiento funcional en el parque Batlle. El entrenador recalcó que “la naturaleza es cuando el sol está divino, y cuando está frío y llueve”, y que en esos casos entrenan igual. Dijo que, al principio, cuando llovía eran pocos los que iban, pero que después “la gente empezó a conocer esa experiencia de entrenar también un día de lluvia”. A veces llegan a ser unas diez personas que hacen ejercicio bajo lluvia.
Diego comenzó a finales de 2017, cuando la pandemia todavía no se veía venir. Arrancó con compañeros de generación del Instituto Superior de Educación Física (ISEF) que “estaban con ganas de entrenar, de moverse”, y empezaron a hacer fútbol. Luego, las opciones se fueron abriendo, gracias al boca a boca, y aparecieron las clases grupales de entrenamiento funcional. En 2018 le dio nombre a lo que hacía y abrió una cuenta de Instagram: @efitentrenamiento.
Aníbal dijo que estamos hechos para la naturaleza. A esto agregó que “todo está hecho para que uno disfrute muchísimo más y para que el entrenamiento realmente dé más resultados”. Para sus entrenamientos grupales utiliza la playa, Avenida Italia o va a Shangrilá, en Canelones. De todas formas, cree que cualquier espacio público puede servir para el ejercicio. “Tenemos en todo el país lugares maravillosos para que la gente entrene; creo que todavía hay muchísimos lugares desaprovechados”. Y nombró como uno de ellos el parque Roosevelt, en Canelones.
Destacó que durante la pandemia las personas empezaron a valorar más los espacios que tenían cerca, y que antes de esta “nunca se le pasó por la cabeza ir”.
Sofía, que da clases en el parque Rodó, señaló que en invierno el lugar “queda totalmente abandonado”, por lo tanto las personas que lo usan para entrenar le aportan vida. “Creo que es lindo sentir que estás aprovechando la ciudad; ves a otro grupo entrenando del otro lado, gente que corre por el parque, se arma un ambiente sano”.
Para ella es “un placer” tener el parque como oficina y poder contar con elementos que brinda el lugar para determinados ejercicios. Igualmente, indicó que como profesora hay cosas que tiene que tener en cuenta. “No sabés con qué te vas a encontrar, es un parque público y vos no sos el dueño”, comentó, y dijo que siempre tiene “un as bajo la manga” en caso de que el lugar que habitualmente usa esté ocupado.
Tanto Aníbal y Sofía como Diego coinciden en que se da una buena convivencia con las demás personas que usan el parque y también con otros entrenadores. Diego va al parque Batlle todos los días y ya le ha pasado que mientras baja los implementos de la clase hay gente sentada en el pasto que le pregunta qué va a hacer. “Capaz que se corren un poquito para el costado porque ven que somos un grupo grande y, si no, quedan en el medio ahí donde estamos; el espacio público es de todos”. Donde él está hay tres grupos más, y dijo que coexisten “bárbaro”.
Aníbal observó que “hay tremenda convivencia entre los profes”. Cree que los clientes no se terminan para los entrenadores que proponen actividades de este tipo: “Siempre digo que no voy a pelear por un alumno”. En ese sentido, considera que “hay que abrir las puertas para que la gente entrene, se mueva y disfrutemos todos”.
Crear vínculos
Todos los entrevistados recalcan que uno de los puntos fuertes del entrenamiento al aire libre es que genera vínculos, y también acerca al espacio, que resulta en una convivencia sana tanto con otros grupos de entrenamiento como con el entorno.
Magdalena, alumna de Sofía, es trabajadora social y, si bien trata con mucha gente, dijo que por la ocupación que tiene ahora ya no tiene tanto contacto como antes, y que muchas veces no tiene idea ni de cómo está afuera. “A mí me hace bien ver gente, interactuar aunque sea un ratito”, expresó, y agregó que “hay un aporte de los vínculos que está bueno, le agrega un valor”.
“Hay algo que te cambia”, dijo. “De repente venís en un día medio abajo y hay algo de ir y hacer ejercicio, de ver gente un ratito, que son buena onda, y te vas de otra manera. Es una interrupción a la vida cotidiana que te levanta”, agregó.
En relación con eso, Aníbal valoró que la convivencia en el deporte es fundamental y “es lo que hay que desarrollar”. Diego concuerda con esto y destacó que en el entrenamiento grupal “se genera un dinámica que está muy buena, a diferencia del gimnasio, en el que estás solo”, si bien aclaró que hay lugares cerrados donde se entrena en grupo. “Vas viendo a la misma gente, se van formando amistades y hasta relaciones que han durado”.
Marcos apreció que es “una convivencia sana” en el espacio tanto para el que “está pasando, que está caminando, que está haciendo ejercicio, como para los que están mirando la fotogalería”, y que hay respeto. “Te alimentás del otro; hay veces que las personas se quedan a mirar, quedan interesados, y a mí a la vez me da curiosidad ir a ver las fotos”.
Sofía señaló que en el parque están el “guardaparque, el cuidacoches, el carrito que vende panchos”, y que se produce una dinámica agradable. “El otro día me olvidé de algo y un cuidacoches me lo guardó en la caseta del guardaparque”, dijo. “Se va formando cierta comunidad que se conoce, que cuando pasás te saludan. Te volvés parte del ambiente”.
Marcos no sabe por qué no empezó antes. “Capaz que este era mi momento”, apuntó, y dijo que se siente “mejor físicamente, más animado, con más energía”, que descansa mejor y empieza de otra manera la mañana.