En el transcurso de la vida, nuestros hijos enfrentan una serie de nuevos comienzos: desde sus primeros días en el jardín o en la escuela hasta la transición de un período escolar a otro. Estos momentos de cambio e incertidumbre que se dan al inicio de un ciclo pueden ser emocionantes y estar llenos de oportunidades, pero también pueden generar diferentes emociones, como ansiedad, nervios y miedo de enfrentar nuevos retos y desafíos.

Acompañar a los hijos es ir más allá de sólo estar presente físicamente. Se trata de entender sus necesidades emocionales, ofrecerles orientación y aliento y, sobre todo, ayudarlos a desarrollar herramientas y habilidades.

En este artículo exploraremos la importancia de acompañarlos desde la Disciplina Positiva. Se trata de un programa de crianza respetuosa creado por Jane Nelsen y Lynn Lott que sirve para construir relaciones sanas, amorosas y respetuosas entre padres e hijos, maestros y alumnos, y también en la pareja. Este modelo, basado en la filosofía adleriana, pertenece a la asociación norteamericana Positive Discipline Association. Sus principios y herramientas son usados por familias, instituciones educativas y empresas en más de 90 países y son aplicados tanto en niños y jóvenes como en adultos.

Personalmente lo practico y enseño desde hace 12 años y puedo compartir que como madre, profesional y compañera he sido testigo de los maravillosos beneficios que este modelo ha aportado a mi vida familiar, profesional y de pareja.

Decíamos que cuando las personas nos enfrentamos a nuevos comienzos experimentamos una mezcla de emociones que pueden ser tan intensas como variadas. Yo lo comparo a lo que ocurre cuando vamos a subirnos por primera vez a una montaña rusa o a un juego mecánico. Miedo, emoción, nervios, expectativa, ¡todo a la vez!

Ingresar al jardín, cambiar de grado o hacer la transición de la escuela al liceo puede generar en nuestros hijos e hijas sensaciones parecidas a las que experimentamos ante la montaña rusa. Considero que una de las tareas más importante que los padres, madres y cuidadores tenemos es la de acompañarlos en estos momentos, brindándoles apoyo emocional, contención y herramientas prácticas para que puedan transitar sus nuevos comienzos con mayor confianza y éxito.

Es importante destacar que cada niño, niña o adolescente tiene una forma única de sentir, expresar sus emociones y reaccionar ante las situaciones, aunque estas sean las mismas. La manifestación de esas emociones están relacionadas de manera directa a la personalidad, edad, madurez cerebral, etapa de desarrollo, educación recibida, entorno social, la propia situación y, de manera indirecta, a otras variables, tal vez menos influyentes pero que igualmente afectan sus sentimientos y pensamientos, como la influencia de sus amigos cercanos en la etapa adolescente. Apatía, desgano, silencios o euforia son sólo algunas formas de manifestar lo que sienten al comenzar algo nuevo.

Por su parte, los preescolares pueden mostrar su miedo o angustia aferrándose a sus padres o haciendo berrinches. Recordemos que, en la medida en que desarrollan habilidades cognitivas más sofisticadas, como el lenguaje o el razonamiento, por ejemplo, los pequeños echan mano a lo que tienen para dejarnos saber cómo se sienten. Los llantos y berrinches intensos, entre otros comportamientos, son conductas usuales que pueden llegar a experimentar a esa edad cuando se enfrentan a algo por primera vez. Por el contrario, otros niños pueden mostrarse alegres y contentos al ir al jardín o la escuela por primera vez.

Lo cierto y universal es que “cada persona es un mundo” y es válido sentir, aunque esas emociones a los padres, en ocasiones, nos parezcan desmesuradas o ilógicas. En el campo emocional no hay fórmulas infalibles. Sin embargo, existen herramientas y procesos efectivos para acompañarlos.

Empatía

Hablamos de validar lo que nuestros hijos e hijas sienten. Para practicar la empatía podemos empezar por compartir nuestras experiencias al enfrentar nuevas situaciones y comentar qué estrategias o cosas nos ayudaron a sobrellevar esos momentos. Con el propósito de animar a nuestros hijos, los padres caemos en el uso de frases del estilo “no pasa nada”, “no te sientas así” o “no exageres”. Aunque nuestra intención sea buena, lo que en realidad enseñamos es a solapar, invalidar lo que sienten o reemplazarlo inmediatamente, sin permitirles aprender a sentir. Entonces, para ser congruentes entre lo que queremos, hacemos y decimos, podemos decir frases como “te entiendo”, “yo también me he sentido así”, “es normal lo que estás sintiendo, pero no es para siempre”, “¿hay algo en lo que te pueda apoyar?”. Por un lado, eso les enseña a conectar con lo que sienten y a gestionarlo saludablemente; por otro, los padres aprenden a acompañar con amor y respeto.

Seguridad

Damos seguridad cuando conectamos con la necesidad. Si tus hijos son pequeños y están ingresando al jardín, no te vayas enseguida. Tomate un breve momento para consolarlo y mencionarle que está en un lugar seguro y que, cuando termine el turno, volverás por él o ella para irse juntos a casa. Es importante que, para evitar contagiarle emociones de angustia o preocupación, te despidas con calma y mostrando tranquilidad.

Rutinas

Crear rutinas es clave para afrontar cada día con mayor eficiencia. Implica contemplar horarios, tiempos de ejecución, materiales y todo lo necesario para alistarse para ir al jardín, la escuela o el liceo. Construir calendarios y cuadros de tareas adaptados a la edad y ciclo escolar de los hijos es necesario para lograrlo. Para que las rutinas adquieran mayor eficacia y cooperación es crucial involucrar a los niños o adolescentes en su construcción. Para esto, empezamos preguntándoles: “¿Qué necesitás para aprontarte para ir a la escuela?”. Y se hace una lista que luego se acomoda en orden sucesivo de acciones y horarios. Con los pequeños funciona muy bien tomarles fotos haciendo la rutina y luego pegarlas en un cuadro en un lugar visible de la casa.