Unas 70.000 personas visitan el museo histórico Cabildo de Montevideo (Juan Carlos Gómez 1362) anualmente y apenas una rampa móvil permite el acceso a distintas salas expositivas de la planta baja a quienes presentan movilidad reducida. Por ese motivo, instalar un ascensor es un reclamo habitual de los usuarios y una preocupación de larga data para la directora de la institución, Rosana Carrete, quien venía trabajando en un proyecto junto con la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo desde 2014.

En el marco de la conmemoración por los 300 años de Montevideo, y sorteados los temas presupuestales y de un edificio patrimonial grado 4, en el cual no se pueden hacer mayores intervenciones, finalmente en junio pasado se iba a ejecutar la obra a fin de poner al alcance de todos los visitantes las colecciones pictóricas y los salones más importantes de la planta alta. Sin embargo, un hallazgo arqueológico al final del segundo patio, que linda con los fondos de una casa sobre la calle Bartolomé Mitre, hizo posponer los planes. “El lugar elegido no fue caprichoso”, explicó Carrete, “allí, hace pocos años, habíamos reparado un caño de saneamiento y no habían aparecido, con la arqueóloga que trabajamos, elementos que hicieran descartar la zona, pero cuando un metro más allá empezamos a excavar ahora, aparecieron piezas y huesos de animales que hablan de distintos hábitos y costumbres del siglo XIX”.

“Todavía se está investigando, ya tenemos muy avanzada la prospección en el piso”, señaló ayer María Inés Obaldía, directora de Cultura de la Intendencia de Montevideo, en el curso de una recorrida por las excavaciones de los restos coloniales descubiertos en el Cabildo. El equipo a cargo de los trabajos arqueológicos presume que lo más significativo es una estructura circular que puede tratarse de una fuente o algún tipo de lugar de acopio de agua, lo que junto con pavimentos y canalizaciones se considera un valioso descubrimiento. Una fuente mayor, con otra conformación, excavada en roca, fue hallada anteriormente en el anexo a Torre Ejecutiva.

La presidenta de la Comisión de Patrimonio Cultural del Ministerio de Educación y Cultura, Ana Ribeiro, fue convocada para que brindara contexto histórico: “El agua fue siempre un problema para Montevideo, desde sus orígenes, porque como era una ciudad amurallada, en cualquier situación bélica, de sitio, quedaba encerrada en sí misma, el agua tenía que ser abundante y no lo era”, apuntó. La investigadora invitó a escuchar los reclamos por el precio del agua, que conmocionaron a la ciudad ya a fines del siglo XVIII, “cuando subieron de medio real a un real los 40 litros, que iban en toneles de barro cocido; eso desarrolló una cantidad de respuestas, entre otras, que todo el mundo tenía derecho a buscar el agua en las fuentes públicas, porque se desconfiaba de los aguateros”. 

¿De qué calidad era el suministro en aquel momento? Ribeiro indicó que había de diversa índole. “Las aguas del oeste tenían prestigio de ser las mejores, las que la gente más apetecía; algunas, como la de Mascareñas, tenían una especie de leyenda urbana de que eran buenas para la salud, mágicas. Había fuentes importantes que se abrían al uso público, pese a que estaban en casas de particulares, por ejemplo, en la casa de Tomás Toribio (Porcuna, Jaén, España, 1756-Montevideo, 1810), el primer arquitecto de la ciudad, que vivía en la planta alta, porque la parte baja tenía una servidumbre de paso para la utilización del agua por parte de todos”. 

Sobre el hallazgo en el museo, hizo algunas precisiones: “No hay que olvidar que arriba funcionaba el Cabildo propiamente dicho, los alcaldes, todos los funcionarios que conformaban la administración de la ciudad, pero abajo era la cárcel. Entonces, entrando por el camino, a la izquierda estaba la cárcel de varones y a la derecha, los patios traseros, y también la de mujeres. Esos patios son muy significativos; este edificio tiene por lo menos dos edades, dos etapas importantes, una primera muy antigua, de 1730, lo que hoy conocemos como la parte de adelante y una prolongación que a partir de 1750 se fue desarrollando hacia atrás. La cisterna que acaba de aparecer está en la parte de la ampliación, pero por lo que estamos viendo es tan antigua que presumiblemente fuera algo al servicio de la parte delantera desde sus orígenes”, resumió. 

Antes de Aguas Corrientes

Nicol de León, al frente del equipo arqueológico, señaló que, como todo casco histórico, la Ciudad Vieja es un barrio construido como “una ciudad en capas, que va modificándose en función de las necesidades que tiene” y que este tipo de hallazgos es frecuente. Como parte del descarte y del relleno del terreno, además de lo que se supone fue una fuente, se encontraron diversos objetos, como huesos de animales, vestigios de vestimenta, botones, por ejemplo, y de alimentación, pipas de caolín, balas, monedas y botellas. Son elementos de la vida cotidiana de ese entonces. La primera hipótesis acerca de la estructura observada es que habría sido una fuente de agua: “A diferencia de las cisternas o los aljibes, las fuentes no están revocadas en el interior, porque el agua tenía que entrar; las cisternas o los aljibes son grandes tanques de almacenamiento de agua de lluvia. Recordemos que hasta 1871 no había Aguas Corrientes; no estaba OSE, por lo cual la forma de tomar agua de los montevideanos era tanto por la captación de agua de lluvia como de agua de napa, manantial. Y eso duró unos 150 años. Los portugueses dicen que no fundan por la escasez de agua y de leña”, detalló la arqueóloga. 

“Por eso”, agregó Ribeiro, “en la zona de Agraciada están los famosos Pozos del Rey, y los afluentes estaban afuera de la ciudad encerrada en los muros”. Por tanto, en épocas de sequía, contar con cisternas dentro del perímetro amurallado era una previsión fundamental. Las fuentes eran públicas, en tanto que las cisternas y aljibes estaban integrados a las propiedades.

Protocolo de trabajo

Un plan de actuación, elaborado por la Comisión Nacional de Patrimonio, manejó en primer término un análisis de antecedentes: mapas, crónicas y documentos, antes de plantear una metodología de trabajo por sectores, en función de las estructuras que se podrían encontrar en el terreno. El 9 de julio retomaron las excavaciones. De León indicó que se constatan “por lo menos ocho momentos constructivos” en el Cabildo, “ocho etapas distintas de la época colonial en adelante”. En cuanto al área del hallazgo, en concreto, fue inicialmente patio, sin losa, ya que el edifico actual se empieza a construir en 1804. “Nosotros trabajamos excavando por unidades estratigráficas, que tienen que ver tanto con los niveles constructivos como de rellenos”, dijo. “Eso nos va brindando una lectura del suelo”. Entre otras herramientas, se genera una escombrera y, para no perder materiales, utilizan una zaranda, una suerte de gran tamiz para los pequeños objetos hallados. 

Actualmente la arqueóloga y su equipo están trabajando en otros dos hallazgos en Ciudad Vieja, también fuentes de agua antiguas: dos cisternas, sistemas de canalizaciones y albañales ubicados en el cruce de las calles Treinta y Tres y Buenos Aires (dentro de una licitación del Ministerio de Vivienda), y en Juan Carlos Gómez, esquina Piedras (en un proyecto que incorpora casas de 1850).