Como parte de la comitiva de Artesia, un proyecto que se presenta como espacio de arte y filantropía, ubicado en la calle Rostand, estuvo en Montevideo la consultora colombiana Catalina Guevara Portela, especialista en comercialización y promoción de artesanías tradicionales, quien contó acerca de su experiencia en el relacionamiento con comunidades indígenas. De hecho, vino como acompañante de dos líderes aborígenes de su país, y se refirió al valor de su cosmovisión plasmada en cada uno de los objetos que realizan.

La iniciativa lleva la curaduría de su compatriota Gina Vargas de Roemmers, y reúne piezas únicas seleccionadas en comunidades de Colombia, Perú, Chile, Bolivia y Argentina. En el mismo local conviven un espacio expositivo de arte, una boutique con cestos, accesorios, carteras, sombreros, tejidos y otros elementos decorativos, de manufactura artesanal, junto con una cafetería, que abre de 8.00 a 20.00, con un blend equilibrado, con notas cítricas y frutales, y una carta a cargo de Mariana Tucuna que despliega dulces y tapeos, desde hojaldres hasta arepas, desde huevos benedictinos hasta blinis.

Foto del artículo 'Artesanía ancestral se entreteje con diseño actual'

Foto: Álvaro Portillo, difusión

Conectora en territorio

Guevara Portela es licenciada en Administración de Empresas y se formó en Historia del Arte en La Sorbona. Tiene un MBA en Negocios Internacionales y un máster en Comercio Electrónico y Marketing Digital. Sobre el vínculo con Vargas y cómo llegaron a dar forma a la propuesta que estrenaron en Montevideo, y que, si todo va bien, continuará con locales en Punta del Este y Buenos Aires, contó: “Viví muchos años en París y cuando volví me vinculé con Artesanías de Colombia, que es una entidad del gobierno que trabaja por y para los artesanos, para preservar sus oficios y las tradiciones de las comunidades indígenas. Me desempeñé como directora de negocios internacionales durante cinco años y desde hace un año estoy como asesora de Fundación Promigas, que trabaja con comunidades indígenas wayuu en la Guajira, como consultora en comercialización, mercadeo y nuevas tecnologías”, relata. Con esos antecedentes, la gerenta de proyectos de Artesia la convocó para que oficiara de enlace con estas comunidades.

Explica que desde el inicio el objetivo era “permitir que este legado ancestral y estas tradiciones no se pierdan. Esa ha sido la premisa y se ha mantenido: vincular a artesanos, valorar su trabajo, darles un pago justo, pero además visibilizarlos y que puedan vivir de una manera digna de este oficio”. ¿Con qué panorama se encontró? “A diferencia de Uruguay, en Colombia todavía existen numerosas comunidades indígenas. Entonces, le hice una presentación de un portafolio de todo el territorio nacional, de alrededor de 150 oficios diferentes. Hicimos primero una curaduría muy extensa de qué oficios y qué productos íbamos a manejar con intervención de diseño, y una vez establecidos escogimos tres comunidades indígenas y las visitamos para que Gina tuviera ese relacionamiento directo con ellos, honrara su territorio, pudiera contarles de cerca qué iba a hacer y pedirles la autorización para poder incorporarlas en la marca Artesia”.

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Foto: Álvaro Portillo, difusión

Estuvieron en dos barrios en la periferia de Bogotá, adonde la guerrilla obligó a que dos comunidades –wounaan y eperara siapidara– se desplazaran. “En la Guajira colombiana, que es una zona desértica donde el 90% de la población es indígena, son numerosos; ellos tienen su propia ley, sus costumbres, su vestimenta, y han conservado muy bien sus tradiciones”, observa Guevara.

De acuerdo con las coordenadas territoriales, los insumos disponibles y los productos resultantes, “en la línea del ecuador es zona selvática, entonces hay muchas fibras vegetales que son extraídas del cogollo de algunas palmas. Se trabaja con tinturas vegetales también, y tienen un proceso arduo y bien importante para poder hacer la tejeduría de estas fibras. La palma de Itaca es muy reconocida porque se puede hacer cestería, individuales; la palma de wérregue también, y lo que es el esparto... Se me vienen numerosos oficios y cantidad de materias primas que tenemos para trabajar a mano. En el departamento de Boyacá hay una riqueza en cestería; en el norte del país se talla mucho la madera. Todas estas máscaras que se utilizan en el carnaval de Barranquilla son trabajadas en Galapa, en esa parte de Colombia, y está la Guajira, que es muy rica en las mochilas wayuu, que son tejidos espectaculares, muy coloridos. En el Amazonas hay indígenas que tejen los bancos sikuani [objeto ritual zoomorfo], que son tallas de madera y chaquira. En los llanos orientales se trabaja mucho el cuero. La verdad es que hicimos una curaduría bastante extensa, tenemos 12 comunidades indígenas”. Vale la aclaración: “Hay piezas de todas estas comunidades y también de artesanos que no necesariamente son indígenas, pero que también tienen en sus regiones esta tradición de tejer con las manos”.

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Foto: Álvaro Portillo, difusión

Por otro lado, el equipo de Artesia, con Gina Vargas a la cabeza, que es diseñadora de indumentaria, creó piezas que encargaron a los mismos artesanos con elementos autóctonos. “Algunos no aceptan ese trato. Pero la gran mayoría son abiertos a trabajar de la mano con un diseñador y poder sacar productos innovadores”, reconoció la curadora.

Algunos ejemplos de cestería impresionan por su brillo, que muchas veces se debe a las resinas naturales de las fibras. De todos modos, una forma básica de mantenimiento de este tipo de artesanías es no tenerlas expuestas al sol, que las va opacando. En cualquier caso, dice Guevara, son adaptables: “Por ejemplo, si se llegan a doblar, con un aspersor y agua pueden volver a coger su forma natural”. Guevara reconoce que este tipo de selección entra en diálogo con un boom global de la cestería en el diseño de interiores. “También lo he visto en el arte; se llama arte vivo, que son ahora los cuadros que siempre teníamos, que veíamos en las paredes; desde hace un par de años están siendo reemplazados, por ejemplo, por discos de fibras naturales. Y se nota cuando es de verdad fibra vegetal y no una simulación de plástico. Me parece súper gratificante que se estén incorporando estas antiguas tradiciones de trabajar con las manos y estas esterillas de fibras que se están volviendo tendencia actualmente”.

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Foto: Álvaro Portillo, difusión

En ese sentido, cada producto que viaja debe contar, además de con una licencia de exportación, otra de reforestación en el país. “En Colombia se hacen dos grandes ferias artesanales en el año, una en la ciudad de Medellín, que se llama Expoartesano, y una en Bogotá, Expoartesanías, donde están subsidiadas por el gobierno todas las comunidades indígenas del país representadas. Entonces, ellos ya tienen experiencia en la comercialización de estos productos”, indica sobre el trato directo con los artesanos. “Ya son microempresarios, y cumplen con los tiempos establecidos y la calidad del producto que se les está pidiendo y se les está pagando”.