La más bella es una feel good movie, es decir, una película que tiene el cometido de mostrar a los espectadores que pueden tener una vida más realizada; aunque un pesimista cínico podría definir al género como “películas que propician herramientas para que el espectador se autoengañe de que puede estar bien en este mundo de mierda”. Está abordada, como la mayoría de las feel good movies, desde el punto de vista de una mujer madura burguesa. En todo caso, es bastante más fina y convincente que la mayoría de los especímenes de este tipo de cine.

Lucie, el personaje central, es una viuda cuarentona que no encuadra totalmente en los estándares de una mujer bonita, y además la afean la falta de confianza y su carácter amargo. Desde niña carga con los complejos inculcados por su madre con respecto a cómo debía adecuarse a los patrones de feminidad, y ahora, además, enfrenta un tratamiento de cáncer de mama. La actriz Florence Foresti –a cargo del personaje– es de una fealdad bastante salvable, y en cuanto se cuida un poco más y empieza a sonreír y a exhibir mayor vitalidad, no es que se convierta en Marilyn Monroe, pero es bastante encantadora.

Para su suerte, conoce a Clovis, un seductor que descubre los atractivos de Lucie antes que ella misma. Y aunque a Lucie le cuesta encarar una relación, la interpelación de Clovis desata el proceso que dará origen a una transformación interna. Ella tiene la suerte adicional de que Clovis insiste ante sus respuestas nada estimulantes. Casi al mismo tiempo, Lucie también conoce a Dalila, especializada en trabajo terapéutico con mujeres que se sienten feas, a las que pretende mostrar que la belleza está en la actitud y que toda mujer puede ser atractiva. Dalila va a ser como un hada madrina perfecta y dará voz a las moralejas de la película. Lucie se integra a las actividades de Dalila en un grupo heterogéneo que incluye a gordas y flacuchas, jóvenes y viejas, blancas y negras, y que serán otra fuente de apoyo para ella. Finalmente, también están el hermano y la hermana de Lucie: esa fraternidad no carece de conflictos, pero el vínculo es mayormente de contención, sinceridad, apoyo mutuo. Esa línea le da a la película ese tono dulzón, tierno, simpático y constructivo de la serie This Is Us (2016).

Lucie tiene una hija adolescente que, como ella, tampoco corresponde a los estándares de belleza. Y por eso, uno de los caminos que transita Lucie es el desarrollo de la conciencia, como para no reproducir con su hija las presiones que sufrió de su madre. La película es optimista con respecto a la posibilidad de mejoría de cada persona, y del progreso de la liberación femenina de una generación a otra.

La más bella es la ópera prima de Anne-Gaëlle Daval. Su trayectoria previa como vestuarista se nota, porque la película concede una importancia enorme a lo visual y a la dirección de arte, en el espíritu cinéma du look. Cada vestido que se pone Lucie armoniza con algún objeto de la escenografía que tiene un tono parecido, y contrasta con otro color fuerte. Hay un gusto por los colores chillones, y la cámara se pasea en forma voluptuosa por plumas, collares, cajitas de maquillaje, espejos. De una manera que podría verse como paradójica, Dalila impulsa a sus clientas a “aceptarse como son” y a hacer stripteases con sus cuerpos desparejos y nada modélicos, pero al mismo tiempo dice cosas como “Regla: una mujer tiene que maquillarse”.

En forma connotativa, la película muestra algún aspecto deplorable de la cultura francesa (y europea, en general) de la actualidad: la idea que se vende de una actitud moderna y libre está exclusivamente asociada a referentes estadounidenses. Ser actual, aceptarse como uno es, rejuvenecer, son cosas que se igualan al American way of life. Se retrata en forma simpática el consumismo desenfrenado de Clovis, y Lucie, siguiendo su ejemplo, “libera” el consumismo que ella no se atrevía a asumir y, de esa manera, se vuelve una persona más divertida. Las clases de Dalila están llenas de palabras estimulantes dichas en inglés: “Be soft, be calm, be a woman”, “Repitan conmigo: I am beautiful”, como si esos mensajes ganaran una respiración más ligera y dinámica en ese idioma. La canción emblema, que va a sonar en una escena inspirada en Los puentes de Madison (1995), es la versión de Joe Cocker de “You Are So Beautiful”. Creo recordar que todas las canciones que se escuchan son en inglés, y la música toda, aun la instrumental, suena a pop anglófono.

Como suele pasar con ese tipo de películas, lo social está excluido: no se contempla a las mujeres que no tienen la posibilidad de cuidar el cuerpo, ir a terapia o comprar vestidos nuevos, que están obligadas a algún trabajo malsano, o que no disponen de facilidades para cuidar a sus dependientes.

Más allá de esos aspectos, está muy bien la idea de contornear los estándares de belleza y las imposiciones sobre cómo debería ser lo femenino (que también las hay en la película, en contradicción con la campaña pro maquillaje, pro vestidos y pro gestos de stripper). Florence Foresti es excelente, el resto del reparto está muy bien también, los diálogos son buenos. La visual, además de ser vistosa, es significativa: hay varios momentos en que la protagonista aparece junto a carteles que son casi como globitos en una historieta, con algún comentario (Very important person; Anti-cellulitis y, en la escena del cementerio, la lápida de lo que parece haber sido una pareja, en la que la mujer murió unos pocos años después del marido, y que contiene una miniatura de una casita bucólica, como la encarnación de la pareja duradera y la compañía que Lucie extraña). La oposición azul (vestido) y verde (elementos varios en el fondo) que aparece en la bonita escena de Lucie caminando por las calles de Lyon tiene su eco en los vasos verdes y azules de la importante escena del almuerzo familiar. Hay un apunte muy bueno en la manera en que la madre cubre a sus hijas de exigencias y críticas, pero con el hijo varón es incapaz de decir nada y además se deshace por cumplir con todos sus deseos. Todo eso es suficiente para una película entretenida y provista de algunas buenas ideas. El final es interesante y puede llegar a emocionar.

La más bella. Dirigida por Anne-Gaëlle Daval. Con Florence Foresti, Mathieu Kassovitz, Nicole Garcia. Francia, 2017. Cinemateca 18 hasta el miércoles.