Ayer, muchos se sorprendieron con el anuncio de la llegada de la gran cineasta argentina Lucrecia Martel, una de las fundadoras del llamado Nuevo Cine Argentino, y considerada una directora de culto. De la mano de la Escuela de Cine del Uruguay y Cinemateca Uruguaya, la realizadora ofrecerá una charla abierta el sábado a las 16.00 en la sede de Pocitos (Chucarro 1036), donde hablará sobre su sistema de abordaje narrativo que tiene al sonido como centro, y responderá las preguntas del público.

En 2001, Martel debutó con una joya de la cinematografía latinoamericana, La ciénaga (con Graciela Borges y Mercedes Morán), y luego siguió con La niña santa (2004), La mujer sin cabeza (2008), y el año pasado estrenó su esperada versión de Zama, la novela homónima que su compatriota mendocino Antonio Di Benedetto publicó en 1956. Poco después del estreno, la directora dio algunas pistas de este viaje narrativo y visual, en el que trabajan Daniel Giménez Cacho, Lola Dueñas, Matheus Nachtergaele y Juan Minujín: “El tema de Zama no es la espera, sino la ineficacia de la muerte. Cuando leí el libro tuve un estado de euforia inexplicable, que al principio me costaba entender. Lo entendí a medida que hice la película. Es difícil decir ahora qué es para mí la película; se termina de entender en resonancia con los espectadores”, dijo, y agregó: “En Zama, es la identidad como cárcel lo que me interesó. El personaje está obligado a ser alguien. Es una condición a la que todo ser humano se ve obligado en una sociedad. Esa clave me la dieron algunas líneas sobre el matrimonio que están en la novela. Ese aspecto me cautivó y en torno a eso construí la película: el proceso del personaje de tener que ser alguien”.