En lugar del lento marasmo propio del verano, el festival Santiago a mil propone una contundente agenda de espectáculos: además de charlas y laboratorios, esta edición XXVI ofrece 60 espectáculos de artes escénicas, y entre los invitados extranjeros se encuentran el actor y director estadounidense Tim Robbins (Río místico, 2003; Vidas cruzadas, 1993; El gran salto, 1994), figuras más vinculadas a la escena independiente rioplatense, como el director y dramaturgo argentino Lisandro Rodríguez, y los uruguayos Gabriel Calderón y Roberto Suárez.

Antes de viajar al festival –que se extenderá hasta el domingo–, José Miguel Onaindia, director del Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAE), dijo a la diaria que esta será la primera ocasión en que un uruguayo (Suárez) participe de la sección Showcases, en la que seis directores comparten sus experiencias, sus proyectos de creación, y las preguntas y reflexiones que los fundamentan. Y, por un convenio que el año pasado firmaron el INAE, el Instituto Goethe, la Fundación Santiago a Mil y Sala de Parto, de Perú, los uruguayos Florencia Caballero y Federico Puig participarán en un proyecto de creación escénica: en la primera etapa deben presentar una idea, luego hacer un curso de alemán y, a mediados de año, se instalarán durante un mes en un teatro de Alemania para desarrollar su trabajo, para luego presentarlo en la próxima edición de Santiago a mil.

Este año, el Festival Internacional de Artes Escénicas uruguayo tendrá lugar entre el 14 y 25 de agosto y, además de las obras que se puedan incorporar luego de este evento (Onaindia participará en Platea 19, un encuentro en el que se reúnen creadores junto con 120 productores y gestores culturales de todo el mundo para promover y expandir las artes escénicas), el director anunció que la inauguración estará a cargo de la compañía brasileña de Deborah Colker; de Chile vendrá la reconocida directora y dramaturga Manuela Infante; de Argentina, la obra Entonces la noche, de Matías Flores Cárdenas, con Cecilia Roth, Dolores Fonzi, Ezequiel Díaz y Guillermo Arengo, y de Alemania una importante compañía que realizará una dramaturgia urbana en conjunto con la Intendencia de Montevideo. Además, contará con la primera participación de Portugal.

Calderón

A lo largo de su obra, Gabriel Calderón se propuso abordar temáticas como el parricidio, la memoria y el exterminio, pero también variantes de la violencia, el abuso y la perversión. Este universo de tensiones vuelve a resignificarse en If, festejan la mentira (interpretada por Gloria Demassi, Dahiana Méndez, Carla Moscatelli, Giselle Motta y Gustavo Saffores), una obra que presenta a una familia que pierde a su abuelo y que se enfrenta a inagotables dificultades para ofrecerle un entierro digno.

Hoy será la última de las tres funciones que If... presentará en el festival, y desde Santiago, Calderón contó que se presentaron a sala llena. Esta es la cuarta vez que el director participa en Santiago a mil –luego de Chaika (2010), de Mariana Percovich; su obra Ex, que revienten los actores (2012), y La ira de Narciso (2015), de Sergio Blanco–, y reconoce que se trata de un encuentro que llama la atención desde todos los ámbitos. En esta oportunidad, se encontró con el dramaturgo chileno Guillermo Calderón, con el que planean hacer una obra juntos, apadrinados por el INAE y Santiago a mil.

Suárez

Después de presentar Bienvenido a casa (2012) en la edición de 2015 de Santiago a mil, Roberto Suárez y su compañía Pequeño Teatro de Morondanga vuelven a Santiago, esta vez para presentar su proyecto de reconstruir el teatro Odeón, que se convirtió en un terreno baldío después del incendio de 1996. La obra que este año esperan estrenar allí se llama Mi entierro, y se anuncia como un teatro “moribundo por la desidia”, “enfermo mucho antes del incendio”, que los lleva a preguntarse si, en algún momento, todos los teatros deberían incendiarse para volver a empezar. Suárez adelantó que el viernes se presentará junto con los actores Soledad Pelayo y Gustavo Suárez (al elenco lo integran, además, Chiara Hourcade, Leonor Courtoisie, Pablo García, Yamandú Cruz, Mariano Prince, Rocita Martínez, Pablo Tate, Inés Cruces y Bruno Pereira) para hablar de la concepción teatral y de esta puesta: “Seguimos influenciados por todo lo que le pasó al teatro, el tema del fuego y las cenizas”, dijo, pero prefirió no adelantar nada de la puesta para no empañar la recepción del público. Dentro de los lineamientos generales, el consagrado dramaturgo asegura que continúan trabajando el concepto del adentro y el afuera, y los límites que existen entre el juego y lo real, pero esta vez con énfasis en la subjetividad: “Estamos trabajando con las formas de ver el tiempo, ya que, de acuerdo a las circunstancias que vive cada persona, varía su percepción del tiempo; desde ahí surge toda la teoría que estamos armando para la obra, que se presentará en dos días”.

Suárez en libro

En varias ocasiones, la obra de Suárez alucina la realidad para despertar sus fantasmas, y esa mirada extrañada retiene los secretos, los desvaríos y las tensiones de un inquietante y ominoso universo familiar. Ayer llegó a Uruguay el libro Teatro: no pasar. Rendimiento crítico del teatro de Roberto Suárez en su contexto de producción, a cargo del investigador Ignacio Gutiérrez. Este trabajo –en el que desarrolla su tesis de maestría– fue publicado por la institución española Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y, como contó el autor a la diaria, está centrado en las siete obras que Suárez estrenó entre 1992 y 2012. A grandes rasgos, el estudio apunta a desentrañar cómo su teatro se vuelve “genuinamente político, aunque no lo sea en el sentido clásico del término (cuando se vincula a lo didáctico, a contar con un mensaje). Y analizo cómo la subjetividad, la representación, y el juego –sobre todo en los espectáculos más recientes– ponen en el centro a la mirada y el lugar del público, en relación a los límites de ficción y realidad, representación y juego”. Así, Gutiérrez se propone exponer cómo, a partir de estructuras muy complejas, “hay una intuición de que es necesario construir un afuera para los espectadores, teniendo en cuenta que afuera del teatro es cada vez más difícil distinguir dónde está el juego y dónde la realidad, o dónde está la ficción y dónde no. Para que un juego sea un juego uno debe poder decidir si seguir o dejar de jugar, y mi idea central con respecto a la hipótesis de lo político en su teatro pasaría por mostrar esto”.

Dice que lo que Suárez intenta explorar es el espíritu de la comedia o la “estrategia del comediante”, ya que si bien “el teatro es o funciona como un juego, también incluye la posibilidad de abandonar ese juego, y si bien esto puede sonar algo modesto o pequeño, políticamente es muy significativo”, ya que “obliga al público a preguntarse por su propio lugar, con un pie adentro del juego y otro afuera”. Esa inconsistencia es lo que le permite advertir, en su teatro, “un rendimiento crítico frente a las lógicas de funcionamiento en la sociedad”, y reconocer una potencial producción de sentido político.