Versátil y distinguible, el elegante trazo de Hogue embellece el paisaje mediático desde fines de la década de 1970, cuando hizo el salto desde Trinidad a Montevideo y empezó a trabajar en el diario El Día y en una agencia de publicidad.
Fue en el tradicional periódico colorado donde su trabajo comenzó a cobrar notoriedad: allí se hizo cargo de las portadas de un nuevo suplemento de cultura e ideas llamado La Semana. Despegado políticamente del resto del diario, que por entonces no hacía una oposición frontal a la dictadura cívico-militar, el suplemento, dirigido por Ricardo Lombardo, apuntaba a la apertura democrática y a la renovación del panorama cultural.
“Fue histórico por lo que fue y por quienes lo integraban: grandes periodistas y críticos como Enrique Estrázulas, Alicia Migdal, Jorge Albistur, Roger Mirza, Roberto de Espada. Era un lujo. Funcionaba en la biblioteca del diario. Era hasta un refugio físico de la redacción. Era otro mundo: estaba El Día, y los sábados aparecía La Semana”, recordaba Hogue en una charla que mantuvimos el año pasado.
Otras publicaciones clave del fin de la dictadura, como las revistas El Dedo y Guambia, también lo tuvieron entre sus colaboradores fundacionales. Más tarde pasó a trabajar en El Observador, y a fines de los 2000 se desvinculó del trabajo en prensa y en publicidad para dar prioridad a su labor como artista visual y a dar talleres. La tinta y el lápiz, como decía su amigo Cuque Sclavo en el prólogo de una de las tantas muestras que organizó Hogue, dieron paso al óleo y al acrílico. Las exposiciones, que había espaciado desde principios de los 80, comenzaron a apretarse a partir de entonces: Mute, Cuestión de piel, 30+2, Animales son catálogos de la maestría de Hogue para el retrato expresivo de figuras provenientes del arte, el deporte, la política.
Su alejamiento de los medios, sin embargo, no fue total. Concentrada en unos minutos de televisión, su exposición aumentó visiblemente: desde mediados de los 2000 Hogue fue parte del programa periodístico Código país, en el que realizaba, en vivo, caricaturas de los entrevistados. “Involucró la versatilidad, derribar prejuicios, cambiar el estilo. Tenía poco que ver con lo que yo hacía para la prensa. Tuve la necesidad y la capacidad de adaptarme a un nuevo medio. Generé una nueva forma de mostrar la política. Y además, dibujar en vivo”, recordaba Hogue, y agregaba: “Lo hacía desde que era chico, en Flores. Íbamos al café Beyruti y dibujaba en las servilletas a la gente que andaba en la vuelta. Mucho antes de venir a Montevideo dibujaba en vivo en reuniones. Siempre el tema de expresarte tomando riesgos”.
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