El Festival de Cine de Punta del Este es, después del de Cinemateca, el más amplio de los festivales de cine de Uruguay (en cantidad de películas, importancia de estas en el circuito internacional, variedad de procedencias). Tiene la fama de ser el más antiguo de América Latina y lo es, aunque es necesario hacer algunas precisiones. La primera edición se hizo en 1951, a instancias del empresario argentino Mauricio Litman, en pleno período uruguayo de las vacas gordas, y fue un elemento muy importante para consagrar a Punta del Este como un balneario de moda y de elite, que atraía visitas de distintas partes del mundo. Para esa instancia se construyó expresamente el Palacio de los Festivales, pegado al club Cantegril, donde tuvieron lugar las exhibiciones y galas. Hubo dos ediciones del festival en aquella época, pero se discontinuó. Hace 20 años surgió la oportunidad de volver a hacer el festival, en condiciones más modestas pero más sostenibles, y entonces sí logró asentarse y se mantiene hasta hoy. El local central sigue siendo el mismo cine Cantegril, debidamente restaurado. Tiene un muy buen nivel de programación, pero lo lindo de esta etapa es que apuesta a algo totalmente distinto de aquellas dos ediciones originales: en vez de recargar en una versión necesariamente provinciana de “alfombra roja” y cholulaje mediático, aprovecha sencillamente el entorno tan agradable de Punta del Este para propiciar, para el público, una inyección concentrada de tipos de cine distintos al que suelen acaparar los multiplex, y para los participantes (periodistas, jurados, cineastas, programadores), fermentales oportunidades de interacción directa –almuerzos, cenas, pasillos, traslados, conferencias de prensa, exhibiciones– que, además de ser amenas, suelen incluir riquísimas instancias de reflexión, aprendizaje, discusión y cooperación.

La 22ª edición del festival tendrá lugar desde el domingo 17 hasta el domingo 24 de febrero. La programación de este año es particularmente excitante. Quizá la medida más clara del “nivel internacional” de un festival genérico como este, hoy en día, es la presencia de cine asiático: tiene un justificado prestigio, se puede argumentar que es la zona del mundo que produce el cine más interesante en la actualidad, y las películas suelen ser muy difíciles de obtener. Este año Punta del Este incluye dos títulos, lo que no está nada mal en una cantidad total que ronda las 60 películas, pero además las dos están firmadas por directores que están en la cima absoluta. La película de apertura es Somos una familia, de Kore-eda Hirokazu, el más notable cineasta japonés del momento. Es candidata al Oscar a la mejor película en idioma no inglés. Los montevideanos pueden apreciar, actualmente en cartelera, una película anterior de Kore-eda, la espléndida Nuestra hermana menor (pueden ver la reseña en ladiaria.com.uy/UUa). La otra película asiática que se proyectará es Esa mujer, de Jia Zhangke, el cineasta más importante de China (autor de la reciente Lejos de ella).

La competencia de Punta del Este se concentra en el cine iberoamericano e incluye películas de Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay, Perú, Colombia, República Dominicana, México y España. Entre estas, Sueño Florianópolis es la nueva realización de Ana Katz (la directora de Mi amiga del parque), y Pájaros de verano es codirigida por los colombianos Ciro Guerra (de El abrazo de la serpiente) y Cristina Gallego. Se verán los estrenos nacionales de dos películas de ficción uruguayas que ya están anunciadas para su exhibición comercial en Montevideo (Las rutas en febrero, en coproducción con Canadá, dirigida por Katherine Jerkovic; y En el pozo, de los hermanos Antonaccio). El jurado oficial estará integrado por la actriz italoargentina Antonella Costa, el realizador brasileño Iberê Carvalho, y los uruguayos Mateo Gutiérrez (documentalista), Roxana Blanco (actriz) y Mariana Secco (productora). Este año, por primera vez, la competencia contará con un reconocimiento adicional otorgado por un jurado de la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay (ACCU), integrado por Amílcar Nochetti, Alberto Postiglioni y Andrés Vartabedian.

Fuera de la competencia, el panorama internacional incluye los estrenos nacionales de las obras más recientes de algunos de los más prestigiosos autores de la actualidad: el alemán Christian Petzold (Transit), el francés Stéphane Brizé (En guerra), el húngaro Ferenc Török (1945), el italiano Matteo Garrone (Dogman), aparte de producciones de Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, México, España, Palestina, Rusia, Turquía y China (el mencionado título de Jia Zhangke).

En los últimos años el Festival de Punta del Este siempre abre o cierra con la proyección de una biopic de un músico brasileño, y esa curiosa tradición se perpetúa este año con Simonal, de Leonardo Domingues, que ficciona la curiosa historia de ese gran cantante que cayó de la cumbre de la popularidad al ostracismo (trayectoria entreverada con la historia político-ideológica del país).

Habrá otras películas vinculadas a la música en el ciclo especializado Filmusic Fest, que este año incluirá títulos que lidian con Chico Buarque, Astor Piazzolla, Ryuichi Sakamoto, Rubén Blades, Chet Baker y la música de origen indígena en Ecuador. Otra sección del festival, Maldonado Filma, consiste en siete títulos producidos en el departamento, el más activo en cine de Uruguay luego de Montevideo. Recuerdo en años anteriores haber asistido a pequeñas sorpresas encantadoras de parte de jóvenes fernandinos.

Entre los invitados estrella del festival están el gran cineasta polaco Krzysztof Zanussi, el actor argentino Luis Brandoni, la increíble actriz brasileña Marieta Severo y el director argentino Carlos Sorín. Todos (excepto –qué lástima– Severo) serán homenajeados con exhibiciones-tributo de algunas de sus películas. Habrá muchísimos invitados más, que vendrán a presentar y promocionar la mayoría de las películas en competencia.

Por primera vez el festival también va a ser ocasión de un taller de crítica, brindado por integrantes de la ACCU. Una cantidad de jóvenes interesados en ejercer ese oficio o en conocerlo mejor como una forma de apoyo a la realización de cine ejercitarán la escritura tutoreados por tres experimentados integrantes de la asociación.

Las proyecciones serán en el cine Cantegril, en la Casa de la Cultura de Maldonado, en Life Cinemas (Punta Shopping) y en el flamante complejo Nexxt.

Recomendaciones

Somos una familia (Manbiki kazoku, Kore-eda Hirokazu, Japón). No se pierdan esto bajo ningún concepto. Esta película maravillosa presenta a una familia trabajadora, de muy pocos recursos, cuyos integrantes, que viven apretujados en un ranchito y cometen distintas infracciones a las leyes y a la moral común para reducir sus penurias. En ese marco, sin embargo, logran generar un ámbito sumamente amoroso de contención mutua y afecto. Cuando algunas de las acciones de los integrantes de la familia llaman demasiado la atención del sistema, hay una flagrante falta de comprensión de las peculiaridades de la situación. No es que los agentes de la ley los traten con maldad: es, sencillamente, que los mecanismos previstos por la sociedad integrada no contemplan las situaciones ligadas a esos contextos excepcionales. La realización es magistral, los actores son increíbles, y hay varios momentos que dejan al espectador con un nudo en la garganta. (Domingo 17 a las 21.00, Cantegril).

Joel (Carlos Sorín, Argentina). Es una de las mejores películas argentinas recientes (es mucho decir) y quizá la cumbre, hasta ahora, en la trayectoria del director del clásico Historias mínimas (2002). Una pareja en un pueblito de Tierra del Fuego adopta a un niño, Joel, que ya es medio grandecito: tiene nueve años. Antes de su inserción en esa familia de clase media vivió otra vida en un contexto marginal, que involucraba armas y drogas. Cuando empieza a comentar esos asuntos con sus compañeritos de escuela, surgen dilemas varios. Todos quieren ser solidarios mientras la marginalidad es un elemento aislado, lejano, pero cuando se les acerca, la prioridad es quitarse de encima ese elemento peligroso y molesto. Sorín es uno de los mejores directores de actores de Sudamérica, y construye las situaciones con un ritmo pausado pero firme, y las tensiones empiezan a doler con intensidad dentro de su clima intimista, cálido y amoroso. (Miércoles 20 a las 19.00, Nexxt).

Chico: un artista brasilero (Miguel Farías Jr., Brasil). El centro del documental es una extensa entrevista con Chico Buarque. Es parcialmente biográfico, pero también profundiza en su visión sobre la literatura y la música, las amistades, el amor, la vida. Importa por ser el retrato de uno de los más importantes cancionistas vivos, pero además porque Chico es cálido, inteligente, sensible y bien humorado, así que pasar con él ese par de horas es una delicia. La entrevista se entrecorta con filmaciones en estudio de distintos cantantes haciendo canciones suyas (entre ellos están Milton Nascimento, Ney Matogrosso, Mart’nália y Adriana Calcanhotto, junto con gente menos conocida pero muy valiosa). Curiosamente, es un repertorio específicamente de canciones no tan famosas, pero eso no es una contra, sino que más bien nos hace crecer la admiración por la amplitud, variedad y excelencia de la producción de Chico. Hay también abundantes imágenes de archivo, y ahí sí aparecen varios de sus principales éxitos, cantados por él mismo (que es insuperable haciendo sus propios temas), a veces junto con Caetano Veloso, Gilberto Gil, Maria Bethânia, Tom Jobim, Edu Lobo y otros. Es de quitar el aliento. La película es de 2015, así que no alcanza a cubrir estos últimos agitados años de polémicas ideológicas. (Miércoles 20 a las 20.30, Cantegril).

Ryuichi Sakamoto: coda (Stephen Nomura Schible, Estados Unidos/Japón). Acompaña al gran músico japonés cuando empezaba a reponerse del tratamiento contra un cáncer de garganta. La cámara lo filma en su cotidiano, volviendo a trabajar luego de dos años de forzosa inactividad. Sakamoto habla a la cámara, comunica sus ideas, intereses, fuentes de inspiración, motivaciones. Comenta la manera en que los sonidos ambientales del cine de Andréi Tarkovsky le sugirieron un nuevo enfoque musical, nos cuenta anécdotas sobre sus creaciones pasadas. Alternado con eso, vemos material de archivo de espectáculos en vivo (desde la Yellow Magic Orchestra en 1979 hasta un concierto reciente junto con Jaques Morelenbaum), de las grabaciones de sus músicas para películas de Bernardo Bertolucci, de sus excursiones por Guinea, el Ártico o Fukushima para “pescar sonidos” que luego oímos integrarse mágicamente en su computadora, frente a su propia mirada de entusiasmo. La película está tremendamente bien hecha, él es un personaje interesante y entrañable, y la música es formidable. (Viernes 22 a las 19.00, Casa de la Cultura).

Piazzolla: los años del tiburón (Daniel Rosenfeld, Argentina/Francia/España/Países Bajos/Japón). El tecladista Daniel Piazzolla, hijo de Astor, durante la preparación de una gran exposición sobre el bandoneonista explora archivos cuyo contenido nunca antes había visto la luz. El componente central es una serie de casetes en los que relató su vida (y muchas opiniones) a su hija Diana, y que componen la mayor parte de la subnarración en voz over de la película (complementada aquí y allá con la voz de Daniel). Ese relato aparece sustanciado con una cantidad impresionante de material visual. Pocas veces vi algo tan porteño: porteño que da asco, deliciosamente porteño. No tanto la película en sí, sino el propio Astor Piazzolla y su familia italiana entreverada con la mafia neoyorquina y el tango rioplatense, y oscilando entre el vínculo conflictuado con la raíz en Buenos Aires y un tipo y grado de cosmopolitismo que no es alcanzable por ninguna otra ciudad latinoamericana. Piazzolla es engreído, arrogante, macho alfa, enamorado de sí mismo, cálido, apasionado, inteligente, sensible y habla muy bien. Su vida está salpicada de detalles formidables. Cuando lo escuchamos tocar y escuchamos sus creaciones y arreglos, es imposible no amarlo. (Lunes 18 a las 21.00, Cantegril).

Luego, sin entrar en detalles: 1945 (Ferenc Török, Hungría) integra la moda de películas sobre la pos Segunda Guerra Mundial realizadas en Europa del Este y en blanco y negro. Christian Petzold es tremendo director, pero en Transit pretendió salirse del marco naturalista y no le quedó tan bien. My Foolish Heart (Rolf van Eijk, Holanda) es un ensayo nocturno, noir, sobre los últimos días en la vida de Chet Baker, en un clima que involucra depresión, drogadicción, abusos sexuales y autodestrucción (muy buena música y excelente actuación de Steve Wall). Yo no me llamo Rubén Blades (Abner Benaím, Panamá/Argentina/Colombia) es un documental sobre el gran salsero, coproducido por él mismo. Es una persona valiosa y en la película escuchamos muy buena música, pero tiene cierto tufo a preparación de propaganda electoral.

Seguí leyendo notas del Suplemento Cultura:

De comedias románticas y femicidios, la Mirada de Sol Ferreira. Hace unas semanas miré la serie YOU en uno o dos días (creo que a esta altura las personas que tienen autocontrol en cuanto a Netflix y sitios similares son entidades mitológicas)... Leer artículo

Repetido pero pertinente: lo último de Toni Morrison, por Mariana Figueroa Dacasto. Toni Morrison (1931), novelista, ensayista y docente de la Universidad de Princeton, cuenta con una vasta producción narrativa, enfocada en las problemáticas de la población afroestadounidense y generalmente... Leer artículo

Astucias inhumanistas: “Serotonina”, nueva novela de Michel Houellebecq, por Ramiro Sanchiz. Hace ya bastantes años, el biólogo británico Richard Dawkins publicó un libro titulado El gen egoísta. Desde entonces la cultura pop lo ha asimilado de varias y dispares maneras, pero su propuesta... Leer artículo

Pilar González: una artista al límite, por María E Yuguero. Pilar González es una mujer intensa. Dibujante de excepción, su obra es, tal ella misma, afectiva en grado sumo. Sus personajes, libremente configurados, se sitúan en los bordes, los extremos críticos... Leer artículo