Con promoción del gobierno de España, desde 1998 se celebra la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo (BIAU). La próxima edición se llevará a cabo en octubre de este año en Asunción. El cierre para el envío de propuestas en las categorías Premio Iberoamericano de Arquitectura y Urbanismo y Panorama de Obras es el 9 de abril, mientras que Publicaciones, Textos de Investigación, Trabajos Académicos y Fotografía Habitando Iberoamérica cierra el 11 del mismo mes.

La BIAU, que ya transitó por Madrid (1998), Ciudad de México (2000), Santiago de Chile (2002), Lima (2004), Montevideo (2006), Lisboa (2008), Medellín (2010), Cádiz (2012), Rosario (2014) y San Pablo (2016), en los últimos años ha perdido parte de su intensidad. Quizá esto explique su ausencia el año pasado y su consiguiente reanudación en un año impar. No es difícil, tampoco, imaginar alguno de los motivos del desgaste, entre tantas crisis –empezando por la madre patria de todas las crisis–.

Con su institucionalidad estable en España, la Bienal actual es comisariada por los españoles Arturo Franco y Ana Román. En Paraguay, la coordinación corresponde a José Cubilla, y, por Uruguay, la curadora para esta edición es Daniella Urrutia. Aunque en las últimas ediciones el nivel de los proyectos presentados tiende lentamente a ser un poco más equilibrado, no es de extrañar que la calidad de las propuestas españolas y portuguesas haga que se destaquen por sobre las latinoamericanas. Ya sea por presupuesto, por tecnología o por el uso sistemático del concurso para la realización de la obra pública, la brecha aún es notoria. Por otro lado, esta situación no siempre se inclina a favor de los ibéricos, ya que el despilfarro y las “burbujas” también forman parte de este contraste. En general, en estas bienales resulta difícil discernir entre la cooperación desinteresada y el paternalismo soft power.

En este sentido, realizar la Bienal actual en Asunción podría suponer uno de los contrastes máximos, si tomamos en cuenta el tamaño y el nivel de desarrollo de la capital guaraní. Sin embargo, esta mirada apresurada no estaría tomando en cuenta la relevancia que, en el panorama mundial, ha alcanzado la arquitectura paraguaya en la última década.

Una escuela paraguaya

Tres posibles vertientes convergen actualmente en lo que llamamos en esta nota la “escuela paraguaya”. En un país con una muy joven comunidad académica en arquitectura –muchos de sus docentes se formaron en nuestra Universidad de la República– pero con una fuerte tradición en el trabajo artesanal de los “maestros de obra”, sus proyectos se destacan por su construcción. No me refiero aquí a si están o no bien construidos, sino a que la construcción forma parte fundamental de los procesos de ideación, en una deriva entre el ensayo, el error y la innovación. Además de una sensibilidad común sobre los problemas climáticos, los recursos escasos, la relación con el ambiente, estas obras comparten principalmente una cultura material.

La rama más notoria es la encabezada por Solano Benítez y Gloria Cabral, quienes proponen una arquitectura desde el manejo de la técnica y la materia, con un planteo novedoso sobre el uso –y reuso– del ladrillo, ampliando las posibilidades expresivas y estructurales de un elemento común.

Socios en el Gabinete de Arquitectura, Benítez y Cabral han sido ampliamente reconocidos. En 2008 Benítez obtuvo el premio del banco suizo BSI para arquitectos de menos de 50 años. Cabral, a su vez, fue seleccionada en 2014 por la Rolex (también suiza) para su programa Mentors & Protégés, para trabajar durante un año con el célebre arquitecto Peter Zumthor. Dos años más tarde, el Gabinete de Arquitectura obtuvo el León de Oro, premio mayor en la Muestra Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia. Esta breve reseña de distinciones intenta mostrar la atención que la arquitectura paraguaya ha concitado en Europa (léase, el mundo) a partir de las obras del Gabinete y las conferencias de Solano Benítez, su principal rockstar.

Javier Corvalán representa una segunda vertiente de esta supuesta escuela. Su Laboratorio de Arquitectura se ubica en Luque, en las afueras de Asunción. El estudio ocupa el galpón donde antes funcionó la carpintería en la que Corvalán trabajó en sus primeros años luego de recibido de arquitecto. En su pasaje por la Facultad de Ciencias y Tecnologías, la carrera Arquitectura compartía los tres primeros años con la de Ingeniería. Esta mezcla de trabajo manual y educación técnica es bastante apreciable en sus edificios, con propuestas siempre desafiantes –a veces desconcertantes– en términos estructurales.

Corvalán hizo estudios de posgrado en Roma, y estableció una relación permanente con el Instituto de Urbanismo y Arquitectura de Venecia, donde es profesor visitante. Representó a Paraguay en la Bienal de Venecia de 2014, y en 2018 volvió a Venecia para construir una de las diez capillas que representaron al Vaticano en la Bienal.

Más joven y menos conocido internacionalmente que los anteriores, José Cubilla integra la tercera rama. Su arquitectura persigue menos la originalidad y más la consistencia formal y espacial, con una sintaxis cercana a la de la arquitectura moderna: abstracción geométrica, equilibrio entre masas y vacíos y espacios fluidos. Sin embargo, su raíz constructiva y material emparenta su trabajo con el de sus mayores. Además de ser el actual coordinador de la BIAU en Asunción, en 2016 Cubilla obtuvo el premio Arquitecto de las Américas otorgado por la Federación Panamericana de Asociaciones de Arquitectos.

Teniendo en cuenta que toda selección es algo injusta, como lo es cualquier categorización cultural, esta nota es una excusa para presentar un pequeño panorama sobre la arquitectura contemporánea paraguaya, a la luz de la próxima BIAU.