Quienes tenemos la (des)dicha de cubrir la campaña electoral conocemos muy bien esos 45 minutos que sobran entre la ahora en la que se anuncia que va a empezar un acto y cuando en verdad arranca. Ese lapso ocioso, mientras caen militantes, dirigentes y la mar en coche con banderas, suele ser aprovechado para hacer sonar el jingle del (pre)candidato de turno una y otra vez. Una y otra vez. Una y... Esto logra, además de que aumenten la chances de sufrir un ACV, que la canción cumpla su fin: pegarse en nuestra mente y hacerse familiar. Entonces, como una mancha de humedad omnipresente en nuestra casa, la empezamos a analizar, buscando similitudes y rarezas, para matar el tiempo.

Suenan guitarras acústicas fogoneras en do sostenido menor. “Si te dijeran que hay una esperanza, / sin prejuicios y con nuevas ideas. / Y si te dijeran que hay gente honesta / buscando lo mejor para esta tierra”, canta un muchacho de voz casi engolada. La melodía escala y explota el estribillo: “Es ahora, Uruguay: / transparencia y honestidad”. Es un jingle tan bueno y malo como todos los demás, pero cuando lo escuchamos rodeado de (ex) militares con banderas patrióticas que anuncian al “caudillo oriental del siglo XXI”, en la puerta de un local del ex comandante en jefe del Ejército Guido Manini Ríos, las barajas de prejuicios se entreveran. No podíamos esperar una música marcial y machacona similar a la marcha “25 de agosto”, pero tampoco algo tan blandengue que, con otra letra, bien podría escucharse en el entretiempo de un partido de fútbol para publicitar embutidos, yerba o La Casa del Tornillo (¿imaginan el recio semblante de Manini moviéndose al compás de ese estribillo?). De cualquier manera, lo más curioso es que en la letra de la canción no hay ni rastros del precandidato ni de su partido, el novel Cabildo Abierto...

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Todo lo contrario ocurre con el jingle de Julio María Sanguinetti, que lo nombra a él, a los batllistas y a los colorados (si duraba 15 segundos más, seguro mencionaba a Marta). “Estamos todos los batllistas / otra vez unidos / bajo el mismo sol”, se escucha, y luego, también, que están junto a Sanguinetti “por el camino que sale el sol”. Mucho sol, es decir, luz; por oposición, todos los que no siguen ese camino se dirigen hacia la temida oscuridad. La idea de unión detrás del líder es insistente (“latiendo en un mismo corazón”), así como la de que son muchos, todos, etcétera, que se refuerza en la parte en que la canción se torna explícitamente murguera, con coro de señores acorde y ritmo marcha camión: lo popular y conocido, sin vueltas, en forma y contenido.

Si bien la campaña de Ernesto Talvi hoy está teñida de colorado por todos lados, cuando el economista lanzó su precandidatura, en agosto de 2018, ese no era el color que predominaba en su cartelería y tampoco había alusión explícita a su partido. Esa táctica, quizá para pescar votantes fuera de la pecera colorada, se trasladó a su jingle, uno de los primeros que aparecieron en esta campaña. La letra no sólo no nombra al Partido Colorado, sino tampoco a Talvi, una omisión extraña dado que, justamente, el economista es nuevo en la política electoral (¿la idea no es que lo conozcan más?). La canción, que tiene la dinámica y la instrumentación del manual jinglero del siglo XXI (versos calmos con guitarra acústica y estribillo de explosión controlada con eléctrica), apela a la esperanza y a los “nuevos retos”. Aquí la guía no es el sol sino el viento, que “nos empuja hacia delante”. Lo connotado: otros vientos nos tiran para atrás.

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El canto de un gallo y un bordoneo milonguero nos remiten de primera a la raíz del interior uruguayo. Es el inicio del jingle de Jorge Larrañaga, que lo nombra muchas veces, pero menos que “sin miedo”, dos palabras que suenan juntas exactamente diez veces, en una referencia sin escalas a su famosa campaña Vivir sin Miedo. Lo extraño aquí es que la primera vez que aparece el estribillo es también la última, como si la referencia de que el precandidato “va, sin miedo va” fuera tan importante que ya no hay nada que se pueda decir a continuación.

En la canción de Luis Lacalle Pou no hay pistas de su nombre ni de su partido, y al inicio promete ser una grandilocuente power ballad para levantar encendedores –o celulares–, pero al final se queda en la promesa y nunca termina de explotar de verdad. “Soñá, creá...”, dice, y llama a que sientas “la energía que mueve tu alma”, una frase más digna de libro de autoayuda que quedó de clavo en “Ofertas” que de un jingle político. Dada la polisemia de la publicidad reinante, a esta canción no habría que cambiarle la letra para que suene, por ejemplo, en una propaganda de yogur para el tránsito lento: “Se puede sentir, / se vive, ya está más cerca, / mueve tu mano y lo alcanzarás”.

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El jingle de Daniel Martínez no lo nombra ni a él ni al Frente Amplio (FA), y se parece a varios más, por lo que podría ser intercambiable con otros que tampoco mencionan contexto alguno del precandidato de turno. Todo lo contrario al tema de Carolina Cosse, que no omite nada. Se la menciona, sólo por su nombre de pila, y así desparrama cercanía, confianza y nos recuerda que es mujer, al igual que la palabra “presidenta” –es el único jingle de los que estamos repasando que resalta el cargo al que se aspira–. Como si esto fuera poco, también menciona que es del FA y que va por el cuarto gobierno. Si duraba un minuto más, sonaban las bases programáticas.

Dentro del FA parece haber una relación inversamente proporcional entre el lugar en las encuestas de los candidatos y el nivel de referencias personales en sus jingles, porque el de Óscar Andrade es básicamente un compendio de versos sobre él, que a su vez tiene la música más alternativa en relación con el promedio jinglero –es un hip hop rudimentario–. “Óscar sabe, / ayudaba a su abuela, / comprándose calzado para ir a la escuela”. Si duraba unos segundos más... Ah, no, es larguísimo.